Miopía Ambiental

Se escriben las presentes líneas, en virtud de los tristes y trágicos acontecimientos que se encuentran ocurriendo en la selva Amazónica, principalmente en territorio “perteneciente” al estado brasileño.

El empleo de las comillas sobre la palabra que alude al concepto de propiedad del estado brasileño no resulta accidental. Pues todo lo contrario. Precisamente, el diseño o estructura institucional que la modernidad y la era de la ilustración nos han legado, ha resuelto o disminuido considerables inconvenientes a los cuales la humanidad se había enfrentado antes de su surgimiento. Gracias a la creación de los “estados-nación”, en aquellos casos en que éstos lograron implementar políticas públicas exitosas, su población logró el desarrollo económico, la seguridad física, tanto de su vida como de sus posesiones, la seguridad jurídica y el debido proceso judicial y por último, su libertad y la posibilidad de elegir, así como también, peticionar, a sus autoridades gobernantes. Sin lo anteriormente mencionado, el avance de la ciencia, el desarrollo de los procesos de administración científica aplicada a la organización empresarial y la economía de mercado no hubieran resultado posibles.

El inconveniente surgió de una suposición, latente, inconsciente o implícita respecto a la posibilidad de demandar infinita cantidad de recursos y servicios (como pueden ser los procesos físico-químicos de descomposición y degradación de sustancias fabricadas por el ser humano o inclusive desechos naturales propios de éste o el ganado, por citar breves ejemplos) al planeta, o de la falsa creencia que el crecimiento exponencial de la población no posee la capacidad de poner en jaque la sustentabilidad de los procesos planetarios. El único fin de la modernidad fue la de superar las barreras naturales al bienestar material del ser humano. Principio noble, y que no debe ser criticado, a humilde criterio del presente escritor.
La “miopía ambiental” no surgió a principios de la referida época, sino más bien en aquel momento en que se comprobó que la suposición aludida era errónea (recordemos que al principio, en épocas de la guerra mundial, los médicos, sin saber la correlación entre el consumo de tabaco y la propensión a generar tumores, recomendaban el consumo de éste ante el estrés). Sumado a ello, el posterior desarrollo de las ciencias sociales (como son la sociología, la economía y la ciencia política, entre otras) demostró tanto las “fallas de mercado” (dilemas de acción colectiva, fallas de internalización de costos ambientales, “free-ryder”, etc) como las “fallas institucionales” (sistema anárquico a escala internacional debido a falta de estructuras supranacionales con poder “policía” o sancionatorio) que han permitido (o no han logrado mitigar) la depredación y degradación del medioambiente.
Al dar por aceptada la soberanía absoluta e indiscutible sobre determinados espacios geográficos, por parte de los “estados-nación”, nuevamente se incurre en una segunda o doble “miopía”, ya que no resulta razonable, ni defendible, que un conjunto limitado de gobernantes y personas, decidan sobre el destino de una superficie que resulta ser:

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El bosque tropical más extenso del mundo (extensión de 7 millones de km2 aproximadamente)
Que se encuentra extendido sobre 9 nueve países
Y es indispensable para lograr un adecuado equilibrio entre la producción de oxígeno y la captación de dióxido de carbono (lo cual lograr mitigar en parte los efectos del cambio climático)

De más está decir que en honor a la síntesis del artículo solamente se han destacado 3 de sus muchas características esenciales. Resulta claro, que no puede ni debe considerarse una “propiedad” de un estado-nación o repúblicas particulares. Es un bien de la humanidad, un “patrimonio-global” que por ende debe estar sujeto a normativas y resguardos internacionales, por más “revolucionario” que ella pueda parecer a nuestra actual forma de analizar la realidad.
A fines de no ofender a nuestro querido y hermano pueblo brasileño, podremos trazar un paralelismo con nuestro querido Delta del Paraná. De ninguna manera debemos y tendremos que considerarlo un patrimonio exclusivo de nuestro querido municipio de Tigre. Más bien es una obligación de todos los tigrenses, protegerlo y resguardarlo de toda amenaza, para el bien de la todos los habitantes de la provincia de Buenos Aires, de la República Argentina y de la humanidad. En un segundo artículo se propondrán ideas “innovadoras” a fines de no escribir simplemente críticas.
Por Lic. Ezequiel Haedo -Licenciado en Ciencias Políticas.