Variaciones sobre lo personal es político

Por Sebastián Plut

Imaginemos que ella y él se encuentran en un bar. Pasaron muchos años desde que se conocieron, pero por primera vez están a solas. Con las copas de vino en la mesa se dan un beso, quizás más. ¿Serán observados por quienes ocupan las otras mesas?

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Hubo épocas en que sobre aquella escena habría recaído una censura. Hay lugares en los que pese a no regir prohibición alguna, aun hoy sería mal vista. Desde luego, y saludablemente, circulamos entre tantos congéneres para quienes pasa inadvertida e, incluso, despertará simpatía.

Aquellos dos, luego, tienen la opción de ejercer un tierno desafío a lo que saben o creen sucede alrededor de ellos, o tal vez asuman que deberán inhibir sus mutuas intenciones.

Ternura y vergüenza, entonces, oscilan, se alternan, entre lo que se enciende desde sus singularidades y lo que a estas últimas las atraviesa desde esa zona que, difusamente, llamamos contexto.

El relato previo, con las variaciones que sean propicias, podrá replicarse para diversos escenarios, con las cambiantes y necesarias vicisitudes. El mundo de las familias, los hogares y los hijos, con sus recursos y sus morales; los espacios laborales en los que se entrecruzan paridades y jerarquías, ambiciones y cooperaciones; el universo de la educación en cualquiera de sus niveles, en los que se juegan las ignorancias y los saberes de todos los implicados; etc.

Qué deseamos decir, qué debemos expresar y qué podemos pronunciar son los vértices que definen, en cada quien y entre los quiénes, lo que creamos y lo que reproducimos; nuestras palabras y nuestros silencios también.

Como sea, en cada encuentro se conjugan sujetos múltiples, se reúnen diálogos evidentes e invisibles, autónomos y dependientes, expectativas y desconocimientos.

Alguien escucha hablar a otro, aunque entre ambos verbos se interpone una exégesis con grados de arbitrariedad no siempre discernibles. Le propone un camino y, de nuevo, la hermenéutica de la que todos somos oficiantes introdujo sus pliegues.

Lo personal es político porque somos un palimpsesto singular que deviene exponencial en la intersubjetividad. Rastreamos nuestros apellidos hasta geografías en las que jamás estuvimos, o elegimos comidas con motivos que se originan en la disponibilidad económica, aunque también desde algún recuerdo infantil. Los regímenes políticos de otro siglo, y que ya no tienen vigencia, siguen mostrando muchas veces los rastros que han dejado.

¿Qué se contarán en simultáneo a darse la mano? La sucesión de sintagmas, asuntos específicos, actitudes, despertarán el interés de ella o el de él, la indiferencia quizá, o sumarán al atractivo que ambos sienten. Cuánto de los traumas de cada uno se perfila en las ideologías que hoy abonan, quizá sea, o no, motivo de examen filosófico. El trazo grueso engloba los dilemas en la pregunta sobre qué está bien y qué está mal, al cual solemos responder con desacierto.

Qué libros leemos o, mejor, qué lecturas hacemos de ellos; qué volúmenes prestamos o nos regalan; cómo los organizamos en nuestras bibliotecas; qué colección de citas bibliográficas nos representa. Las páginas que hemos recorrido se amalgaman con el entusiasmo de un puñado de proyectos, o fundamentan cómo vehiculizamos nuestros sentimientos de injusticia o bien nos ayudan para comprender alguna culpa que padecemos por acción u omisión, por tradición o imaginación.

En las razones de nuestros movimientos y de las direcciones hacia las que decidimos orientarnos participan el incierto futuro que pretendemos anticipar y la criptomnesia, ese pasado eficaz que nos hace creer que el hoy, el ahora, es un puro presente.

Ella y él ya salieron del bar. Cada uno porta lo personal, una política se dirá entonces, un mosaico de afectos y decisiones, de recuerdos y pendientes. Por qué se sienten apegados entre ellos y cuántas cuadras caminarán juntos son interrogantes que no tienen por qué contener respuestas claras, lógicas. Allí están ellos, que fueron pensados por sus familias, que se alimentaron de comidas y libros, que han trabajado duro para subsistir y disfrutar. ¿Qué necesidad habría de desconocer que lo personal es político? Al fin y al cabo, sería como negar que aquel beso ocurrió.

Sebastián Plut – Doctor en Psicología. Psicoanalista.