¿Qué hacer para devolverle al trabajador la felicidad? Libertad

Por Matías Cerdá*

Javier Milei dice que el capitalismo es superior al marxismo no sólo en términos económicos sino también morales.

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La celebración del día del trabajo tiene su raíz en la capitalista Chicago donde en 1886 se ejecutaron a anarquistas sindicales de la fábrica McCormick luego de una revuelta.

Para Marx el trabajador no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Entonces mejor no trabajar para ser felices, es el ocio improductivo, estúpido, podríamos afirmar.

Para quienes adherimos conceptual, espiritual y materialmente al liberalismo como forma de vida, el trabajador es fuente de riqueza tanto para sí mismo (porque al trabajar se sustenta por sus propios medios y habilidades), como para el empresario/emprendedor (como generador de las condiciones necesarias para que el hombre encuentre trabajo) y para el Estado (como conjunto de ciudadanos organizados bajo una entidad reguladora).

Así es como para nosotros, liberales, el trabajador debe realizarse en el trabajo, sentirse feliz de poder poner al servicio de la creación de riqueza una parte de su tiempo, sus capacidades físicas y/o intelectuales y su vocación por crecer en el ámbito laboral con el objetivo de auto realizarse y mejorar sus ingresos y su condición material de vida que redunda en un sentimiento de tranquilidad y paz para él, su familia y su entorno social.

Claro que en la Argentina de los últimos años es muy difícil encontrar un trabajador “feliz” ya que el salario no solo no alcanza para poder cubrir las necesidades básicas mensuales sino que cada vez, debido a la inflación (como consecuencia de la emisión monetaria promovida por La casta), siquiera puede saber en qué día del mes se queda sin sustento. Y aquí entonces le daríamos cierta razón a Marx: el trabajador argentino no está ni puede estar feliz.

Mal puede entonces que un trabajador se encuentre en la situación normal, la felicidad en un país: 1) cuyo gobierno regula los precios, metiéndose en los asuntos internos de la industria, del comercio y de la agricultura y ganadería; 2) que sostiene un esquema sindical que atrasa 50 años y condiciona las posibilidades de contratación de trabajadores anclados a convenios del siglo pasado; 3) que atenta contra la posibilidad de exportar productos y servicios que generan ingresos de divisas de valor real (dólares) sometiendo al empresario o profesional a un proceso de esquilmado llamado “retenciones”; 4) que mediante un esquema impositivo extorsivo que para sostener un modelo de quita al que produce para darle al que no lo hace tiene que, inexorablemente, generar cada vez más presión al contribuyente.

¿Qué hacer entonces para devolverle al trabajador la felicidad?

Darle libertad al empresario/emprendedor para que pueda: invertir sin ser perseguido, crecer sin ser sospechado, exportar sin ser robado, aumentar su patrimonio sin pagarle al Estado lo que no le corresponde, aumentar su producción y ventas y fijar el precio que el mercado impone, acordar con el trabajador las condiciones de trabajo.

Darle al trabajador la tranquilidad sustentada en: poder administrar su salario mediante estabilidad de precios, cobrar un salario en una moneda con valor real y no ficticio, no ser privado de parte de sus ingresos al considerar que su salario es “ganancia”, poder acordar las condiciones de trabajo con el empresario sin que el Estado interfiera.

La libertad no es más, ni menos, que la capacidad humana de actuar por voluntad propia.

Así es que siempre es moralmente superior a toda conceptualización totalitaria.

Así es que genera riqueza.

¿Cuál es el camino entonces para la recuperación de una Argentina que salga de la pobreza moral y económica?

Si, es la Libertad, la Libertad Avanza. Es con Javier Milei.

* Matías Cerdá* – Partido Demócrata de Vicente López