Mi vida militar y Malvinas

El 02 de abril de 1982 las Fuerzas Armadas de la patria desembarcaron en las Islas Malvinas con el objetivo de recuperarlas del poder de los ingleses que la usurpaban desde el año 1833.

En honor a los caídos en esa guerra el 22 de noviembre del año 2000 el gobierno nacional estableció en la ley 25.370, en su artículo 1°: “Declárase “Día del Veterano y de los Caídos en la guerra en Malvinas”, el 2 de abril, el que tendrá carácter de Feriado Nacional.” A partir del año 2006 esa fecha se constituyó en feriado nacional inamovible.

Tuvieron que pasar tantos años, dieciocho, para que se estableciera un día para reconocer a los participantes de la gesta de Malvinas.
Un amigo conocedor de mi cercanía con los veteranos me pidió que volcara para este 2 de abril mis impresiones y creo que al hacerlo se abre el corazón y se deja traslucir los verdaderos sentimientos que, como argentino y oficial del Ejército Argentino, he tenido, tengo y tendré sobre la última y noble gesta. Por ello, estando de licencia por mi retiro, quiero contarles como mi vida militar estuvo relacionada con Malvinas.
En el año 1982 ingresé al Colegio Militar de la Nación como cadete para seguir la carrera militar. Soy clase 62, como la mayoría de los Veteranos.

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De ese año recuerdo la euforia del pueblo argentino, especialmente entre los meses de abril hasta mediados de junio. El sólo hecho de llevar el uniforme era motivo de felicitaciones y abrazos, pero luego del 14 de junio todo se transformó. Eran muchas las agresiones que sufríamos. Esto nos sucedía a los que habíamos optado por seguir la vocación militar.  Fueron prejuicios que debíamos saber enfrentar y superar, pero que, lamentablemente, nos acompañaron casi hasta terminar nuestras carreras.
En la guerra participaron soldados que cumplían una ley del Congreso de la Nación, suboficiales y oficiales. 649 de ellos dieron sus vidas, es decir que, junto a sus familias, dieron todo a la patria.  El resto de los que participaron y siguieron vivos, es, muchos, a costa de heridas producto del fuego enemigo y del frío.
Para los suboficiales y oficiales siguió la vida dentro de la “contención” que les debería brindar cada Fuerza, pero para los soldados, luego de la baja que se les otorgó después de la vuelta al continente en junio del ´82, de quienes el Estado Nacional debía hacerse cargo, no lo hizo nadie, ni el gobierno militar, ni los gobiernos democráticos.
Pero ¿Qué significó no hacerse cargo?
Lo más importante y que no se hizo fue cotejar la salud psicofísica de los veteranos y luego insertarlos en la actividad laboral, apoyar a los familiares de los caídos en todas sus necesidades y establecer políticas de estado que tuvieran en cuenta estos aspectos y que trascendieran los gobiernos.
A partir de este hecho me he formulado muchísimas preguntas.
 ¿Por qué para conseguir un trabajo un veterano de guerra no tenía que decir que había estado en el conflicto?
¿Por qué todos miraban para otro lado y los trataban con prejuicio por haber participado de la guerra?
¿Por qué la salud pública no los recibía?
Debo aclarar que había ciudadanos argentinos con muy buenas intenciones, mujeres y varones que viendo esta necesidad comenzaban a buscar soluciones a la temática de la salud y del trabajo, entendían que un joven que había pasado por situaciones de guerra debía recibir tratamiento, contención y apoyo en su búsqueda laboral. Era desaconsejable estar todo el día sin hacer nada, ya que podían ingresar a un camino sin salida en donde los fantasmas de las situaciones críticas vividas volverían a atormentarlos. Pero esos esfuerzos valiosos y aislados, sin la presencia del Estado, no alcanzaban para apoyar a esa juventud que había servido con honor.

El tiempo continuó, los gobiernos pasaron y siguieron las preguntas.
¿Por qué nadie se hizo cargo de los soldados más alejados de los centros urbanos, los más desprotegidos?
¿Por qué los veteranos tuvieron que reaccionar con energía para comenzar a ganar sus reconocimientos y derechos?
¿Por qué siempre cuesta muchísimo hacer entender a la sociedad las necesidades que surgen por el tema Malvinas?
¿Por qué los familiares de los caídos, es decir los que dieron todo, fueron olvidados e ignorados?
¿Por qué tenemos gobernantes y funcionarios que no quieren presidir los actos y desfiles donde están los veteranos?
¿Por qué al día de hoy hay casi 4.000 veteranos de guerra que no han sido evaluados psicofísicamente? ¿Puede el Estado hacer un esfuerzo para que ellos sean evaluados y seguidos en sus tratamientos? Y reitero, especialmente aquellos que viven alejados de los centros urbanos.
Al respecto transcribo y hago mía las preguntas que formuló la licenciada María Laura Bermolen en su ponencia en la Universidad Kennedy sobre estrés postraumático:
“Para finalizar solo me hago las preguntas de siempre, ¿Qué hubiera pasado si al llegar los hubiéramos recibido cómo se merecían?, ¿Y si hubiesen asistido su salud física y mental? Seguramente se hubieran ahorrados muchas muertes, enfermedades y dolor psíquico.”
Si existiera verdadera voluntad se podría dar respuestas rápidas a estas preguntas y se mejoraría notablemente la calidad de vida de los veteranos, especialmente los olvidados del sistema.
A continuación narraré experiencias vividas con los familiares de veteranos y de caídos en la guerra de Malvinas.

La vida militar me fue llevando por distintas unidades en las que compartí destino con veteranos de guerra. Cuando era oficial subalterno teníamos el gran desafío de mandar a nuestros suboficiales veteranos, quienes tenían experiencia de guerra y nosotros teníamos el enorme desafío de saber mandarlos, lo que nos exigía estudiar y esforzarnos más. Nos llamaba la atención que los superiores que habían estado en la guerra no nos hablaban casi nada de sus experiencias, silencio casi siempre. No había muchas historias escritas. Existían algunas pocas que nos llenaban el alma de vocación, que se conocían de forma no oficial. De a poco, con el correr de los años, comenzaron a publicarse libros con la experiencia de Malvinas, pero nuestros veteranos pasaban desapercibidos.
Recuerdo cuando un estudiante de medicina, Luis Scocco, llegó al regimiento en Comodoro Rivadavia para ofrecernos un libro sobre Malvinas, “Volveremos”, se llama el libro, escrito por el entonces Capitán veterano de guerra Jorge Farinella. A partir de esta actividad comenzamos a malvinizar y surgió una amistad que hasta el día de hoy nos encuentra hermanados.
En una ocasión estábamos con un grupo de compañeros estudiando para un curso, veíamos las leyes de guerra y desarrollábamos el tema prisioneros de guerra, en ese momento ingresó nuestro jefe de compañía, veterano de guerra quien nunca nos había hablado sobre Malvinas. Al preguntarnos sobre que veíamos, en ese momento tomó la palabra y comenzó a relatarnos sus experiencias: nos hablaba, pero su mirada no estaba en la sala, sino en Malvinas, en recordar todo lo que había vivido. Por la tarde, nos cruzamos en el barrio militar con su esposa y le  comentamos lo que había ocurrido, se sorprendió y nos dijo que nunca les había hablado a ellos de sus experiencias.
Lo mismo ocurrió en el año 1995 cuando en un salón municipal en La Pampa, los veteranos de guerra del regimiento iban a exponer ante un público compuesto por civiles y militares. Escucharlos fue algo que nos llenó de orgullo. Compartir con ellos, nuestros héroes, nuestra vida militar nos comprometía mucho más con la causa Malvinas y con la defensa de la soberanía. Esta exposición los obligó a hablar y gracias a esta posibilidad nos enteramos de sus acciones.
En el año 2008 cursaba la maestría en Historia de la Guerra y tenía como compañero al entonces Teniente Coronel veterano de guerra, Esteban Vilgré Lamadrid, con quien nos quedábamos horas hablando de la guerra y de lo que había que hacer con los veteranos. Los caminos de la vida, o mejor dicho de Dios, me llevaron a que fuera Jefe del regimiento con el que Vilgré fue a la guerra. Le propuse entonces llevar a cabo todo lo que habíamos hablado y me había enseñado.
Con mucho entusiasmo armamos jornadas en junio del 2009 para los veteranos en el regimiento, debían ir a La Pampa, 500 km al oeste del asiento natural del Regimiento 6 en Mercedes Bs. As.
Con mucho fervor y respeto los recibimos en La Pampa donde durante tres días fueron los mimados de todo el personal militar y de los vecinos de Toay, cumpliendo todo lo que me había aconsejado Vilgré. Hasta tuvimos el gran honor de tener la imagen de la Virgen de Luján, que a los pocos días viajó a Malvinas para quedarse en el cementerio de Darwin. Con esa imagen ingresaron los familiares de los caídos del Regimiento, luego los más de 230 veteranos con sus esposas e hijos. Nos propusimos que se sintieran en su casa y lo logramos.
Realizamos las siguientes actividades: tuvimos la formación de toda la unidad ubicando a los veteranos detrás de la Bandera de Guerra, ellos la habían defendido y tenían el honor de seguirla, en ese acto se los nombró ciudadanos ilustres por parte del Municipio de Toay y un colegio de Santa Rosa les cantó la marcha del Veterano de Guerra. Los chicos iban embarcados en los últimos vehículos de combate del desfile y descendieron de los mismos con una gran sorpresa para todos. La emoción fue intensa. Al otro día, luego de la misa y formación, los llevamos al campo de instrucción donde pudieron tirar con FAL luego de 27 años y manejar los vehículos de combate, entre muchas otras actividades.
A partir de allí se creó un vínculo muy estrecho con ellos, vinieron durante dos años a todas las formaciones y actividades de instrucción, su experiencia vale mucho y que ellos les cuenten a los oficiales, suboficiales y soldados enriquece a todo el regimiento.
Durante el año 2010 el Regimiento, con el apoyo incondicional del Coronel Vilgré, realizó formaciones en los pueblos de los caídos del regimiento, Tigre, Mercedes y Lobos, para que los familiares, vecinos y autoridades supieran que allí había nacido y vivido un héroe de la patria y que el Ejército Argentino, a través de una de sus unidades, iba a rendir un sentido homenaje. En esos actos se reconcilió a muchas familias con el Ejército, pasaron muchos años, pero se logró.
Dejé el mando del regimiento y presté servicios en otras unidades del Ejército, siempre conectado con los veteranos de guerra, ese vínculo que se creó es difícil de romper, tratar con héroes llena el alma de vocación de servicio y lo hace duradero.

En esos destinos pudimos levantar, junto a los veteranos, el tema Malvinas, por ejemplo en mi paso por la Secretaría General del Ejército en el maratón pusimos la categoría y premio para veteranos, se hicieron videos resaltando el lado épico de la gesta nacional. En la Escuela de Infantería conseguimos expositores, soldados, suboficiales y oficiales para que transmitieran sus experiencias a los alumnos. Lo mismo en la Escuela Superior de Guerra del Ejército, realizamos Simposios, el IVto Congreso Nacional sobre Malvinas, conferencias, museos itinerantes, muestras pictóricas como la del artista plástico Héctor Arenales Solís, etc. En todos estos actos académicos expusieron los veteranos de guerra sus experiencias para formar a los oficiales cursantes.
Casi culminando mi carrera como oficial en actividad, ya con el grado de Coronel tuve la inmensa tarea y responsabilidad de reemplazar al Coronel Vilgré Lamadrid como Director General del Centro de Salud “Veteranos de Malvinas”, lugar donde se atiende todo lo referido a la salud mental de los familiares de caídos, veteranos y las familias respectivas.
En esta labor pude ver el otro lado de la guerra, las consecuencias que se producen en la misma con la gravedad de no haberlas atendidas a tiempo y el daño que producen, 36 años después. A esto se le suma la negligencia del Estado para cuidar a sus guerreros.
Recibirlos en el Centro de Salud y poner todo a disposición de ellos y sus familias era un consuelo del alma para estos valientes. Entender lo que significó para ellos la desmalvinación hizo que la sangre hierva de indignación, obligándome a buscar junto a los profesionales distintas opciones para tratar de solucionar, en parte, los problemas.
Los veteranos dicen que el mayor daño que sufrieron no fue el producido por las armas del enemigo y el frío, sino por la desmalvinización iniciada y continuada por un Estado que, carente de ideas, motivaciones e intereses, los olvidó y dejó a la deriva.
A pesar de todo esto ellos se reagruparon, se juntaron en los centros de veteranos, lugares que sí sirvieron de contención, que hablaban el mismo idioma, sentían lo mismo y se ayudaban. Gracias a estos centros muchas vidas se salvaron, pero fueron ellos solos y el ejemplo de algunos oficiales y suboficiales que sintieron la obligación de echar por tierra el refrán que dice “la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana” y se pusieron a la altura de las circunstancias, proponiéndose juntarlos y contenerlos.
A pesar de estas desdichas, muchos veteranos siguieron sirviendo a la patria ayudando a sus hermanos, los más necesitados, juntando comida y ropa para las inundaciones, llevando sus cocinas de campaña para apoyar a colegios y barrios con problemas. Era imposible no apoyarlos, en esto se comprometía la familia toda.  El honor de muchos hombres sencillos los llevó a actuar pensando en los demás con grandeza y desinterés. Otros eligieron el silencio. Otros comprometidos con los valores trascendentes de la vida me invitaron a participar en la defensa de las dos vidas en las jornadas del 7 y 8 de agosto pasados, primero en el Congreso con los senadores y luego en una carpa de combate con cocinas de campaña sirviendo mate cocido bajo la lluvia, el viento y el frío.
Siempre que hablo con ellos les digo que son la verdadera generación de oro de la Argentina, ofrecieron todo sin recibir nada a cambio. Deben seguir sirviendo, porque eso los hace herederos del espíritu de San Martín, Belgrano y Güemes, entre tantos otros que ofrecieron todo por la patria.
Por último, en mi última formación como Oficial Superior en actividad y dejando la Dirección del Centro de Salud, expresé que agradecía al Ejército Argentino por permitirme realizarme como soldado y terminar mi carrera como Oficial Superior sirviendo a aquellos que lo dieron todo en Malvinas, los familiares de los caídos, los Veteranos de Guerra de Malvinas y sus familias. Les expresé que los voy a llevar siempre en mi corazón, que haberlos conocido y recibir de ellos su amistad era para mí una condecoración del alma que llevo con el más alto honor. Les agradecí por todo lo que han dado y les pedí que sigan sirviendo a los argentinos, manifestándoles que ellos escribieron páginas de gloria en el libro de la Patria, pero tienen que saber que ese libro de la historia lo tienen que seguir escribiendo todos los días.  Por ello, querido veterano:
NO TE RINDAS.
Valió el fuego y el hielo, las noches sin descanso, los días en camino.
Valió acampar a la intemperie con la Gloria, desafiar con orgullo al prepotente,
izar nuestro estandarte donde cuadra, ejercitar la hidalguía como un hábito,
frente al asombro de los habituados al mal y al extravío.
Valió asistir al vuelo de los héroes; presenciar el temor del enemigo.
Valió entender que se es capaz de estar presente aunque se ciernan todos los peligros
-solo entre la nieve soberana, solo entre las rocas y entre el frío-
aunque el mundo, a lo lejos, se duerma ajeno con sus propios ruidos.
Podrán aventajarnos en las fuerzas, pero no en el Destino…
Antonio Caponetto.

Coronel Marcelo Pollicino