La política del miedo paraliza, la utopía colectiva motiva

Existen estudios recientes que han demostrado que el pensamiento conservador es motivado entre otros elementos, por el miedo. Algo por el estilo acaba de señalar con acierto Daniel Feierstein, al destacar el mecanismo de negación que estaría operando tras las conducta de muchos compatriotas que han decidido salir del Aislamiento Social PO sin las medidas preventivas adecuadas.

Cuando aquel pensamiento conservador, se traduce, como suele ser el caso, en políticas de mano dura con el objeto de exorcizar dicho miedo –en lugar de en políticas eficaces para resolver los problemas reales -la crisis ecológica y la crisis de desigualdad– se acaba ingresando en en un bucle de retroalimentación perverso que mina la cohesión y la confianza social. Todo ello provoca más violencia, miedo y miseria y favorece a su vez el desarrollo de más políticas contraproducentes: una y otra vez la realidad confirma que los problemas sociales siempre empeoran cuando se intentan abordar con mano dura y tolerancia cero (control y vigilancia innecesarios, militarización, criminalización selectiva, castigo desproporcionado, proliferación de prisiones, leyes antiinmigración, ataques preventivos, etc.).

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La desigualdad y la explotación, propias del capitalismo, son poderosas productoras de violencia, de fanatismos, de terrorismo, de precarización y de ruptura de la cohesión social y solo pueden desactivarse mediante procesos comunitarios y colectivos de redistribución y de reorganización social con principios igualitarios, inclusivos y participativos.

Es importante señalar lo siguiente: para que estos procesos sean pasibles de instrumentación se requiere comprender, proponer y llevar adelante otras formas de entender y practicar la política. Esas nuevas maneras de abordar la realidad, implicaría pasar de politizar el miedo y el terror, a politizar la empatía: de la opulencia privada y blindada de los privilegiados (y la resultante precariedad y miedo manufacturados para la mayoría) al ascetismo en la vida privada acompañada de un lujoso espacio público co-producido y compartido por todas; del hedonismo deprimente, competitivo, narcisista y solipsista a la celebración en común de la vida, el comunitarismo y la reciprocidad.

Hoy, aquí, ahora, a nivel de nuestra vida más cercana y cotidiana, en este contexto de grave afectación social por el COVID 19, la reciprocidad y la común celebración de la vida, nos convoca a todos a cuidar al otro. Hagamos una militancia del distanciamiento social, el uso del barbijo y lavarnos las manos tantas veces como podamos. Y no lo hagamos por solipsismo, sino porque todavía somos capaces de vincularnos con el otro desde el amor por él. Hagamos comunidad cuidando a nuestros compatriotas.

Por Maria Magdalena Grima – Jose Manuel Grima – Agrupación Sudeste – Invierno 2020