La coyuntura actual, una oportunidad para el futuro del trabajo

Desde muy chico, recuerdo mi papá diciéndome que el Día del Trabajador no se festeja. Es una jornada de lucha y reflexión.

Sea como sea, no me caben dudas que es una jornada de reflexión. Algo así como el Año Nuevo en el cuál cada quién practica una suerte de balance de lo que pasó y se plantea metas por lo que vendrá.

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Es imposible quitarle a la jornada de hoy toda la carga de la coyuntura. Más aún cuándo esa coyuntura justamente alteró y de manera brutal, las condiciones de trabajo, las formas de producción e inclusive las relaciones laborales.

La pandemia de COVID-19 ha afectado, afecta e irremediablemente afectará todas las circunstancias de nuestras vidas para los próximos años y por supuesto entre ellas, las que hacen al mundo laboral.

La historia nos ha enseñado que las respuestas a las cuestiones actuales hay que buscarlas en aquello que hicimos en el pasado. O también, en aquello que no supimos, no quisimos o no pudimos hacer en el pasado.

Como jornada de reflexión merece la oportunidad pensar en aquellas cosas que por no haber hecho, la fuerza de la realidad terminó por hacerla de la peor manera.

La pandemia actual y su correlato la cuarentena a la que muchos, en realidad la mayoría, nos vimos obligados a respetar nos demuestra que muchas de las cosas que creíamos estáticas, de difícil o imposible implementación, no son tan así.

Sin dudas que la gran “estrella” de la cuarentena ha sido el teletrabajo y la virtualización de muchas tareas de las que creíamos eran imposibles de reemplazar o desarrollar si no era de manera “física” o presencial, aunque en esencia todo el mundo laboral se ha visto alcanzado de alguna manera.

El teletrabajo, tantas veces rechazado por estructuras conservadoras ha demostrado ser una herramienta eficaz y eficiente.

Más aún, ha venido a representar un nuevo dilema que es el reconocimiento de las bondades de no pasar tanto tiempo fuera del hogar, con lo cual no es de sorprender que una parte de “ésta” realidad perdure más allá de la cuarentena.

Existe la probabilidad también que el COVID-19 sea sólo la primera de muchas nuevas formas de enfermedades ayudadas por los efectos prácticos de la globalización. Algo así como la cara mala de la moneda buena.

Con el aumento de la población, mayor cantidad de personas migrando a centros urbanos, compartiendo miles de ellas algunos pocos Km2, sumado al hecho de poder dar la vuelta al mundo en unas 36 horas, claramente podríamos suponer que experiencias como la actual, probablemente hayan venido para quedarse.

Sea como sea, la salida de la situación actual llevará un tiempo en el cual deberemos adecuarnos como trabajadores a la coyuntura.

Los trabajadores muy probablemente en el corto plazo no podrán volver a sus tareas en los mismos horarios en que lo hacían.

Los ámbitos de trabajo demandarán aunque sea por un tiempo que cohabiten sólo porciones de trabajadores de los que lo hacían habitualmente, pero tratando de mantener la productividad para que ello no genere un impacto económico o financiero negativo y por ende un impacto en la demanda de trabajadores.

La capacidad finita de los medios de transporte para llevar de un punto a otro a masas de trabajadores y pasajeros cumpliendo al mismo tiempo el distanciamiento social que sea necesario a medida que la pandemia va perdiendo su furia; la capacidad operativa de las empresas de acondicionar los vehículos cada determinada cantidad de tiempo o pasajeros transportados entre otras cuestiones, necesariamente harán también que los trabajadores no puedan volver a sus puestos de trabajo en las llamadas horas punta ni de manera masiva, requiriendo entonces la reestructuración de las jornadas y los turnos de trabajo. Inclusive para los conductores de los mismos medios de transporte.

Mayor cantidad de trámites ya se realizan de manera virtual, sin embargo aún existe un porcentaje de la población que no manifiesta conocimiento, pericia o voluntad por ello.

En aquellas dependencias, públicas o privadas en las que necesariamente deban realizarse trámites presenciales deberán extender sus horarios de atención para no generar aglomeraciones. De la misma manera muchas deberán aplicar tecnologías para la asignación de turnos y en muchos casos la atención “cara a cara” probablemente termine siendo a través de medios electrónicos.

La Justicia laboral deberá adecuarse a los nuevos tiempos y probablemente veamos un cambio en la jurisprudencia en la cual se pongan en duda no la adquisición o tenencia de un derecho, si no el modo de ejercerlo.

Cuenta la historia que un sastre francés llamado Bartolomé Thimonnier, fue quien en 1830, construyó la primera máquina de coser en la ciudad de Saint-Étiene (Francia), la que a pesar de ser sumamente rudimentaria, siendo apenas más rápida que un buen sastre, ganó la atención del ejercito francés que demandaba rápidamente vestir a sus tropas.

Sería razonable pensar que un invento así haría rico al dueño de la patente, pero lejos de convertirse en un hombre famoso y respetado Thimonnier estuvo a punto de ser linchado por una turba de sastres que temían que la máquina acabara con el trabajo y la profesión de los sastres. Al menos como ellos lo conocían y lo habían aprendido de sus padres y abuelos.

Al fin, un motín de sastres asaltó la casa de Thimonnier arrasándolo todo y el sastre inventor tuvo que exiliarse en Inglaterra.

La moraleja es que los sastres de Saint-Étiene se habían rebelado contra el invento y hasta casi hacerlo desaparecer, el mismo que junto con la máquina de vapor, serían el motor de la revolución industrial, la salida de muchas comunidades de un estado aún medieval y el surgimiento de nuevos puestos de trabajo como nunca antes la humanidad había visto, solamente por miedo a lo desconocido o por no tener la capacidad de ver en ello una oportunidad.

Las forman de producción, como así también los procesos de formación profesional, nos encuentran en la segunda década del Siglo XXI con normas, metodologías, convenciones y costumbres algunas propias de mediados del siglo pasado, inclusive antes de la revolución digital; existiendo en algunas convenciones colectivas aún puestos de trabajos ya extintos hace tiempo por el mero avance de la tecnología.

A veces las palabras tienen significados negativos por la memoria en el mal uso en un pasado reciente de las mismas.

Tal vez, si pudiéramos ver un poco más allá y hallar el verdadero significado que la Lengua da a la palabra flexibilizar, que no es otro que la capacidad de adaptarse, de adecuarse o de no sujetarse a normas estrictas, podamos ver una verdadera oportunidad en la coyuntura actual.

Tal vez, al mismo tiempo que sin dejar de reconocer derechos, ni de perder los fundamentales ya conquistados, seamos capaces de encontrar las condiciones que generen mayor cantidad de puestos de trabajo y obreros más capacitados.

Tal vez, seamos capaces de ver en esto una oportunidad y adecuarnos a un mundo productivo que nos lleva varios años de ventaja.

El 1° de mayo como dije, es una jornada de reflexión. Una jornada de balances, pero lo es también una jornada en la cual con todo el bagaje obtenido seamos capaces de perder el miedo y ponernos de cara al futuro.

Juan Maria Furnari – Concejal juntos por el Cambio Tigre – ex Director Nacional de Promoción del Empleo en el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de Nación