La Agenda Verde: un enorme desafío y una gran oportunidad

El viernes 24 de septiembre, en todo el mundo, personas de diversos partidos, organizaciones e ideologías, llevaron banderas con consignas ambientales en pos de exigir responsabilidad y acción a los gobiernos y dirigentes.

Tan solo en la capital federal, se estima que aproximadamente 30.000 nos movilizamos por la crisis climática, convirtiéndose en la marcha ambiental más multitudinaria en la Argentina. Ese mismo día, varios medios salieron con títulos como “la cámpora” y el “pro” se movilizan por una misma causa. Algunos a modo de crítica, otros a modo de reconocimiento pero todos a modo de sorpresa. Sin embargo, ¿debería seguir sorprendiéndonos?

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La evidencia del calentamiento global antropocéntrico es superflua. Científicamente, no cabe ninguna duda de que la actividad del humano, principalmente debido al aumento de gases de efecto invernadero, ha tenido un enorme impacto sobre la tierra. Es así que nos encontramos ante una grave crisis climática que pone en jaque el futuro de los ecosistemas. Así, la evidencia nos une, nos convoca y parece marcar un camino a seguir. Sin embargo,lo que parece tan evidente deja de serlo cuando nos encontramos con que, en el imaginario colectivo, existen concepciones muy diversas y muy diferentes entre sí de lo que representan las problemáticas ambientales. Mientras tanto, a pesar de que existen diversas reuniones, pactos y planes a largo plazo, nos da la sensación de que nos quedamos en el refrán donde del dicho al hecho nos encontramos con un larguísimo trecho. No logramos establecer una salida tangible, firme y de cierta forma aliviante. En este sentido, nos encontramos ante una problemática sumamente compleja que de a poco, estamos logrando decodificar e internalizar como sociedad. En este proceso, empiezan a dilucidarse por lo menos tres desafíos claros en torno a las problemáticas ambientales. Estos son: su transversalidad, su interdependencia y su necesidad de acción urgente con una mirada hacia el futuro.

El primer y principal desafío que se percibe muy claramente es la transversalidad de la problemática. La razón principal de ello es que el ambiente consiste en el medio en que vivimos y nos desarrollamos. Así, no hay temática o problemática que no esté atravesada directa o indirectamente por una cuestión ambiental. Desde la pobreza, en donde quienes sufren las principales consecuencias del cambio climático es la población más vulnerable; hasta las criptomonedas, demostrado por Eleon Musk cuando hizo temblar el mercado de Bitcoin en un segundo; vemos que las problemáticas ambientales, visibles o no, están siempre presentes.

El segundo desafío, estrechamente ligado al primero, es la interdependencia implicada en la problemática. Esto se debe a dos factores. Por un lado, como fue demostrado con los ejemplos anteriores, las problemáticas ambientales no se encuentran nunca por sí solas, en todo momento van acompañadas de cuestiones económicas y sociales. A su vez, las problemáticas ambientales nos invitan una y otra vez a reflexionar sobre la interconexión y dependencia mutua de nuestras acciones y decisiones diarias. Por ejemplo, de nada parece servir que un municipio insista en la implementación de las normas que prohíben la contaminación de un río si el municipio vecino no lo hace. A su vez, en el plano individual, por más que reduzcamos al mínimo nuestra huella de carbono, si los de al lado no lo hacen, no tiene el mismo impacto. De esta forma, la problemática no sólo nos interpela a todos y cada uno de nosotros, sino que además, nos interpela siempre con el otro. Así, las soluciones deben ser basadas en consensos y deben ser implementadas de manera colectiva.

Por último, las problemáticas ambientales necesitan de una acción urgente con una mirada de futuro. Este último desafío es doble. Por un lado, el discurso vacío no acompañado por acciones concretas, es una amenaza más que una solución. A este aspecto hacía referencia la activista Greta Thunberg en su último discurso. Sin acciones y decisiones concretas, los discursos son solo “Bla, bla, bla”. Así, representan un desafío punzante para muchos dirigentes que están acostumbrados a utilizar la demagogia y la cintura discursiva para hablar sobre temas profundos que aquejan a nuestra sociedad. Si siguen apelando sólamente al discurso, las consecuencias nos van a llevar puestas y no habrá palabra que cure el daño que se haya hecho.  Por el otro, las decisiones que se tomen hoy representan más un activo que se valoriza con el tiempo que una gratificación instantánea. Por ende, en muchos casos se debe sacrificar la mirada cortoplacista y tener la altura para poner el largo plazo en el centro de la mesa.

Ante un enorme desafío, es crucial que nos demos cuenta cuanto antes que todavía estamos a tiempo para zanjar un camino de desarrollo económico sostenible y largoplacista, que promueva la equidad y contemple la sustentabilidad. A pesar de la complejidad que representan las problemáticas ambientales para nuestra sociedad, no debe estancarnos o llevarnos a la inacción, sino todo lo contrario. Estamos ante una problemática creciente y relativamente nueva para la historia de nuestra sociedad. Sin embargo, ante tanta incertidumbre, lo que queda claro es que la solución debe ser colectiva y transversal. Por lo tanto, estamos a tiempo de lograr que las soluciones establezcan más puentes que divisiones. Así, las problemáticas ambientales tienen que invitarnos a buscar más soluciones que culpables, porque todos debemos ser parte de la solución.  Y es aquí donde, a pesar de que los dirigentes deben actuar ya, los protagonistas principales del consenso debemos ser los jóvenes. Esto se debe no sólo a que es principalmente nuestro futuro el que está en juego, sino a que tenemos la oportunidad de liderar un camino en el que las soluciones estén por encima de las divisiones y grietas que aquejan a nuestra sociedad. Un camino en el que los discursos vacíos y la demagogia no sean permitidas y en donde podamos establecer debates y consensos. Como jóvenes tenemos la oportunidad de, una vez por todas, establecer las bases hacia un futuro en donde se puedan pensar soluciones transversales y de largo plazo. Por lo tanto, al observar que los distintos partidos políticos y organizaciones, liderados por jóvenes, levantan las banderas verdes y se unen por una causa, no podemos permitirnos caer en una mirada tradicional. No solo está en juego nuestro futuro sino que estaríamos desperdiciando una gran oportunidad. Con una mirada innovadora, debemos animarnos a que la agenda ambiental que nos atraviesa de manera colectiva, sea alzada, sostenida y defendida cada vez más.

Por Micaela Beller – Juventud del Pro – ambiente – PBA