Des apariciones

Desapariciones forzadas

brickel

Hay que soltarse del lastre del individualismo tilingo y del neoliberalismo desapalabrado. Ya no hay botón rojo, lo que ha ganado el pueblo es una botonera democrática, creativa, diversa y eficaz para avanzar y ser mejores. No puede haber ninguna vuelta atrás. En las épocas excepcionales, el pueblo, al que pertenecemos, tiene un caminar reflexivo para hacer frente a provocaciones de verdugos que disfrutan la crueldad y el goce de “querer volver atrás” y hacer desaparecer personas; hoy son las afectadas y las fallecidas, por la estructura sanitaria desmantelada por Macri y el COVID.

El hecho irrumpe en un escenario histórico determinado. Irrumpe, es decir que no es esperado; es un hecho: un acontecimiento a descifrar. Y cada ciudadano puede descifrar según su experiencia. ¡O ignorarlo! Solo o en conversaciones grupales buscará darle sentido. El acontecimiento resuena en el cuerpo de cada uno y en el sitio de las batallas personales y colectivas. Ahí, se encuentra con las voces que lo atravesaron en el pasado, que están en la memoria y son recuerdos y olvidos. ¿Es La pandemia un acontecimiento actual, o es un hecho concreto sin resonancias? ¿Es un lugar de disputa? ¿por qué?  Aún es habitual escuchar: “no sabemos bien qué es”, “vamos aprendiendo”.

Y hay un cuerpo comunitario donde se juega el dar sentido a lo “nuevo” de lo propio que nos descubrió el virus: población de riesgo, trabajador esencial, cuarentena explícita, no al estado de sitio, etc.  Y resurge la pluralidad del “pueblo”: los nuestros y el de ellos, y la adjudicación de sentido único a la pandemia, el nuestro, el de ellos. etc. 

Mientras, el virus circula, contagia, mata, asusta, divierte, hace negocios, conspira, etc.  Y la población “la nuestra, la de ellos” es la que sufre, goza, discute con los grupos de poder democráticos y con los economicistas, esclavistas y negacionistas; estos presionan para que pueblo, los “nuestros”, vayan a trabajar de cualquier manera.

Estos grupos en burbujas aisladas de soberbia ordenan a los “nuestros” seguir dándole ganancias a “ellos”. Pero si es cierto que los errores y los aciertos del “pueblo” quedan como memoria a ser reutilizada, servirá para encontrar el sentido de los hechos del presente y entonces es importante recolectar, escuchar y proveerse de múltiples interpretación, decires y silencios de ese pueblo. También tomar -dar- tiempo a los sobrevivientes de hechos pasados para reunir nuevas imágenes y nombres -desde diferentes perspectivas- de lo que sucede: ¿que de nuevo y que de repetición se está dando, recibiendo hoy? Un dato son las imágenes callejeras y consignas propias de una campaña partidaria política donde grupos expresan la barbarie y el negacionismo. Ahí hay menciones al pasado totalitario e individualista donde cada uno se canibaliza.

Hay “autazos” para salir por salir saliendo hacia uno mismo vacío, lleno de odio. Es cierto: nadie está exento de quedar atrapado por el moverse, agitarse, entre sonrisas de caras desconocidas o “extrañamente” familiares.

Pero estos cuerpos entre cuerpos aislados o colectivos, reciben y albergan con cierta ingenuidad los mensajes masivos violentos de la propaganda: ¡salir Ya! Destruirse para evitar que el aprendizaje del “pasado” no termine de llegar. Se achaca la culpa al Otro: al negro, al obrero, el planero, a mujeres, jóvenes, estudiantes, enfermeras, etc. Y mágicamente, creen, relanzar el futuro luminoso que resurge de las cenizas al final del túnel. La megalomanía les impone que la pandemia es una mentira del siglo XIX; los alter ego cloroquineros, dicen que el virus no existe; y hacen lo único que pueden:  salir, seguir saliendo, salir, y entrar a la selfi. Mientras el “pueblo” nuestro, usa la memoria, trata de comprender lo que está sucediendo, recurre al tacto. Tiene la lentitud, la rapidez, de trabajar en ese “no saber” sabiendo y el “vamos aprendiendo todos los días” lo que no termina de suceder.

Y recuerda el presente de los “desaparecidos”, aquella otra fiesta mundial, local, loca, donde surgirían con el tiempo 30.000 dolorosas verdades. Hoy, en el mismo lugar, diferente, se despliega la tragedia, como aquella no es sin fiesta. Salir y entrar, esta y otra vez y agregar el análisis de búsqueda de Justicia en la injusticia que el virus puso al descubierto. Pues, junto al contagio de virus apareció la crueldad de “cercanía” de los negacionistas y su  convicción de que los muertos son simples cadáveres; que no  son huellas de familias, de afectos entre el pueblo, el nuestro, el que anima la vida social, que trabaja en los hospitales, en las calles, en los almacenes, que también quiere divertirse y tener, dar, trato digno; que tiene palabras de ternura de otros  para compartir,; y quiere en el futuro una intimidad con alegrías  para reparar este dolor inevitable.  

Todos, los nuestros, están luchando, resisten, insisten, en que esas alegrías suaves no se evaporen ante la intrusión de la crueldad de emprendedores perversos.  La pandemia y el barbarismo han puesto en régimen de emergencia la necesidad de recuperar, no perder, el cuerpo memorioso.  La identidad compartida y la subjetividad que nos hace libres de las esclavitudes que intrusan las “selfies” de Videla y herederos. La libertad y la justicia en épocas excepcionales de tragedia se transforma en un deber. Este derecho que nos da la cultura de la memoria, nos acompaña en los modos de vivir y morir. 

El futuro será visto desde este presente a partir de las derrotas ganadas con solidaridades incorruptibles a través de la lucha contra la tortura, la desaparición y los vejámenes a la dignidad popular. Reencontrar la potencia del trabajo colectivo en esta excepcionalidad es revolucionario y ejercer la democracia. Es una tarea popular el ponerle nombre a la contingencia, a cada luchador, a cada enfermo y a cada fallecido; y para no abandonarlos tenemos que lograr que no se los desaparezca.

Se debe decir, transmitir lo comunicable y lo incomunicable, lo íntimo y lo social que se pliega y despliega en cada acto de cuidado de la vida; del contacto respetuoso, único, irrepetible con la vida del otro que nos antecede, continua, y que nos acompaña. Se necesitan imágenes y palabras de la entereza y la ternura para dar interpretación política y que la pandemia no se transforme en un campo de muerte por desaparición numérica azarosa.  Podemos dar comprensión y acompañamiento a lo indecible individual y colectivo de lo excepcional que es esta encerrona trágica entre humanos (el virus es otra cuestión). Y que la memoria oriente para evitar, repetir nuevas formas de desapariciones forzadas. Resistir a la crueldad nos hace humanos

Por Agrupación Sudeste -Invierno 2020