Desde los remotos tiempos donde vivíamos en cavernas, los seres humanos aprendimos que vivir en una sociedad donde todos sus miembros colaboraran, asegura en grandes posibilidades la supervivencia del grupo. Y si bien en aquellos tiempos ponderaba la ley del más fuerte, esta circunstancia no era tan efectiva al momento de enfrenarse con grupos organizados.
Con el paso de los años, los seres humanos fuimos desarrollando formas más eficientes de organizarnos: establecimos leyes, gobiernos y tradiciones. Y con la Modernidad comenzamos a entender que no alcanzaba solo con organizarnos, que nuestras sociedades estaban también integradas por semejantes en desigualdad de condiciones y que esa desigualdad, por el bien de todos, debía ser nivelada de la mejor manera posible.
Estos conceptos fueron decisivos en instrumentos claves como la Declaración de Derechos del Hombre, Constituciones Nacionales modernas y tratados de Derechos Humanos. Ya no solo se trataba de la ley del más fuerte, si no del compromiso de cuidar a los más vulnerables. En nuestro país esta nueva noción de “Justicia Social” dio origen a los dos partidos políticos más importantes de nuestro sistema electoral: en primer lugar al Radicalismo y posteriormente el Justicialismo.
Ambos partidos, tanto en sus bases doctrinales como concepciones ideológicas originales, están fuertemente basados en los conceptos que pregona la Justicia Social. Lamentablemente, fuimos testigos de cómo por décadas, este concepto se fue bastardeando y actualmente no es más que un mero enunciado políticamente correcto.
Vemos como hoy en día la política de las redes sociales simula su preocupación por la Justicia Social, inventan Fundaciones u ONG’s con el mero objetivo de hacer una “puesta en escena” y vender mediáticamente su falsa preocupación por las desigualdades sociales.
Para poder ejercer una verdadera Justicia Social, primeramente hay que ser parte del pueblo, desde la comodidad de los lugares de privilegio que la política otorga, muchas veces se hace muy difícil conocer profundamente las necesidades de la gente. Y por otra parte, hay que tener una actitud honesta y comprometida con el otro. Recordar que la política es una herramienta para transformar la realidad de las personas y no para aumentar las cuentas bancarias.
Es responsabilidad de todos los que estamos en política recordar que, algún día, Dios y la Patria nos lo demandarán.
Por Sergio Gimenez – Francisco Rosales. Tigre Renace