Representar
El oficialismo tiene una estrategia. Construyó un pensamiento y un relato ideológico. Será porque nació como el opuesto a otro modelo. Quizás no a un modelo en sí, pero si a la construcción de otro pensamiento y relato ideológico. En este juego de poder, como en el “don pirulero” cada quien atiende su juego. El modelo “kirchnerista”, conducido por Cristina Fernández de Kirchner, tiene en su retórica –el interés de interpelar como sujeto histórico a los “trabajadores”. En cuyo significado están los desocupados que pueblan los barrios y Villas del gran Buenos Aires, los trabajadores ocupados, amplios sectores juveniles que se han volcado a la participación y/o discusión política a partir de la muerte de Néstor Kirchner, sectores del movimiento de las mujeres que se ha masificado como un nuevo fenómeno a considerar en cualquier análisis político, y algunos sectores medios movilizados (sobretodo). Pero en el plano de lo real la que se da es una batalla más bien del tipo cultural y no material. De hecho, ni Néstor ni Cristina lograron cumplir con las expectativas de inclusión social que le reclamaron sus bases ni a trasformar de raíz la estructura económica del país dependiente, aunque introdujeron las reformas más importantes a favor de estos sectores desde el 83.
La disputa ideológica
El sociólogo de oficio, Arturo Jauretche, decía: “la oligarquía es una minoría ínfima de nuestra sociedad, son los dueños de la tierra, sí. Pero su mayor poder es ser dueños de la cabeza de miles de argentinos de clase media, que sin tener más tierra que la cantera del patio, se comportan como fieles defensores de un modelo que no les pertenece.”
Cuando en 2008, luego de menos de 6 meses de que Cristina gane las elecciones, el aumento de las retenciones a las exportaciones de la soja, produjo el lock out patronal más importante de la historia. Los sojeros cortaron las rutas de todo el país, sobretodo de la zona centro, derramaron miles de litros de leche, y tuvieron como respuesta inesperada, la adhesión de grandes sectores de la población urbana, que activos o no, pusieron sus cacerolas al servicio de intereses ajenos a los suyos. Defendían no una razón sino una entelequia llamada “campo”. Un pensamiento y un relato de lo que es el “campo”. Porque en 2008, la ruptura más importante fue con los medios masivos, que fueron los encargados de comunicar el relato.
Esa idea del campo, de los hombres sacrificados de la tierra, de los que tienen el mérito de explotar la naturaleza para hacernos una “gran nación”. Los que alguna vez nos hicieron ser orgullosamente “el granero del mundo”. Un relato con tradición, con historia. Rememora otro relato, comprobadamente falso, de que ser el “granero del mundo” nos hacía una gran nación. Era una nación pequeña, porque solo un reducido grupo de familias recibían los beneficios de la exportación de granos y carnes, sumado a las empresas extranjeras que desarrollaban su logística. La mayoría de la población estaba sumergida en una pobreza indignante.
Tres revoluciones radicales y la llegada al poder de Hipólito Yrigoyen por sufragio universal son la comprobación empírica de que “el granero del mundo” que rememoraba “el campo” es una fantasía que esconde la reproducción de un modelo ideológico opuesto a la “chusma peronista”.
Los Kirchner intentaron sin éxito contener a los gobernadores, senadores y diputados de las provincias, que presionaron para bajar la resolución, asediados por los violentos escarches. El mismo vicepresidente definió con su voto “no positivo” la votación en el Senado a favor de la oposición.
El gobierno había apelado a la oposición ideológica del relato del “campo” que comunicaba el 90 % de los medios masivos de comunicación. El gobierno no contaba ni con los medios ni con la militancia necesaria para esta disputa. Se defendió con ideología de la ideología de su enemigo, y perdió.
Esta corriente ideológica se auto proclamó no ya como “los dueños de la tierra” sino como “los dueños del mérito de explotar la tierra”. Como si antes de ellos, solo el desierto. Y créanme, amigos y amigas, hay mucha tela por cortar aquí.
Quizás estábamos, sin saberlo, asistiendo a la génesis de la “meritocracia”. Con su “mérito”, “el campo” pagaba los planes sociales para los “vagos” que se quedaban en su casa. No como ellos, madrugadores y activos conductores de 4x4s, añorando una argentina preperonista.
El tiempo pasó, pero las heridas no se curaron, y el conflicto con los medios de comunicación siguió. El oficialismo perdió las legislativas de 2009, con un candidato superfluo, que invocaba la antipolítica, un exitoso empresario, sus antepasados inmigrantes que tuvieron el mérito de volverse millonarios con el crecimiento de sus empresas. El kirchnerismo era un movimiento ideológico que formaba parte de un peronismo dividido que Néstor Kirchner intenta unificar con su presidencia del partido justicialista. Había logrado movilizar a sectores activos de la militancia desde su política de Derechos Humanos y desde el conflicto con el campo, pero lejos estaba de ser un movimiento de masas. Y por esas injusticias de la historia, su fundador, no conoció el movimiento que su conducción supo articular. Fue el mismo día de su muerte, cuando miles de hombres y mujeres de todas las edades y sectores sociales caparon las filas de la plaza de mayo en su funeral.
El crecimiento de masas del kirchnerismo es exponencial, sobretodo, teniendo en cuenta que veníamos de la crisis de la política, y ahora, asistíamos una creciente participación de la juventud, y otros sectores. Un clima que se venía gestando. La expresidenta cuenta que Néstor Kirchner había visto con esperanza la participación y el clima que se vivió para el bicentenario de la revolución de mayo, unos pocos meses antes de morir. La ideología se iría transformando en participación.
Polarización o tercera fuerza
Volviendo a nuestro tiempo, podemos decir que lo que resta hacia adelante, mientras la historia hace su trabajo, es ser pacientes con el tiempo en lo que respecta a la unidad y las candidaturas. No es menor, ya que así se definirá quién será el próximo Presidente de una patria sometida.
El peronismo unificará en un candidato. Debe de ser el que garantice la Victoria, sino habrá dos o más listas, con el riesgo de que el gobierno reelija. Lo que suceda en los campos de batalla de la ideología será determinante, como lo serán los números y las voluntades individuales. Las elecciones provinciales indicarían que sigue habiendo polarización (Neuquén, San Juan y todas las encuestas de la próxima la elección de la provincia de Río Negro son muestras de polarización) y que el resto de los partidos dispersan caudales bajos de votos que no logran unificar. Porque la famosa grieta ideológica, tiene base en la cultura y la historia de una nación dependiente que muchas veces ha luchado por liberarse. Desde la Revolución de Mayo, la gesta americana del ejército de San Martín, la rebeliones de los caudillos, la lucha antiimperialista del Brigadier General Rosas, el radicalismo de principios de siglo, hasta el Movimiento Nacional Justicialista que fundó Juan Perón, siempre ha habido grietas. O se imaginan a la oligarquía aplaudiendo felices mientras los “cabecitas negras” conquistaban sus derechos. Algunas veces, yo también sueño con ser así de iluso. Pero nada más alejado a la realidad. La sangre de muchos y muchas compatriotas avala mi análisis, y un bombardeo a plaza de mayo a plena luz del día, repleta de civiles algunos, nos avisa que ninguna clase dominante de ningún país de la historia del mundo cede nada de sus intereses sin resistir violentamente.
Pero siempre quedan los trasnochados, envalentonados por la estrategia de grupos mediáticos que no han hecho más que diseñar operaciones de prensa, el espionaje y al poder judicial para todo aquel que no se ordene dentro del esquema de poder del partido gobernante, como es ahora Roberto Lavagna que intentan instalar como una falsa alternativa que dispute con el gobierno y con el peronismo opositor, como si la profunda división ideológica no tuviera ninguna base histórica ni material que la perdure en el tiempo. Un poco original “frente de partidos republicanos”, que se parezca más en sus pretendidas formas a “Cambiemos” que al “peronismo”, y así facilitarle al gobierno una victoria en segunda vuelta, poniendo a la corrupción como el principal problema nacional y proponiendo el “buen manejo de la política económica “en el centro de la escena, como si el problema fuera técnico y no de decisión política.
Las negociaciones en el peronismo están abiertas, la realidad es muy dinámica. Sospechan que el juego del ex ministro con Clarín, es como caminar en la cuerda floja, aunque yo lo asemejo más al “pozo y el péndulo” de Edgar Alan Poe, o te atraviesa o te quema en el fuego de la hoguera, pero no hay salida. Ya lo debe saber Massa, a quien lo han subido al ring y lo abandonaron por un candidato más propio, a mitad de la pelea. Esperemos que Sergio Massa lo advierta, de que lo que plantea ya existe y se llama “Cambiemos”, y que las sandalias y las medias no se combinan nunca pero mucho menos con bermudas.
De todos modos, cualquiera que quiera ganarle a Cambiemos necesitará de todos o de la mayoría. Todos ellos lo saben, incluso el viejo economista del grupo trasnacional Techint. Por eso cualquier movimiento contrario es por lo menos sospechoso.
El problema somos los argentinos
La construcción de este acuerdo de mayoría es un desafío. Porque lo que se busca es lo que ha quedado afuera de la famosa “grieta” que dejó la disputa ideológica. La crisis económica del gobierno hace que “Cambiemos” no los pueda articular, la pregunta del año es si Cristina con su tercio propio podría. Sería difícil, y mucho más sin una lista de unidad. Pero sería mucho más difícil lanzarse sin su apoyo. Tampoco lo permitiría el peronismo bonaerense que en su provincia cuenta con el 40% del padrón electoral. Los intendentes del conurbano, que cuentan en sus distritos con más votos que muchas provincias, saben que las consecuencias de la crisis han hecho crecer la imagen de la Cristina en el populoso segundo y tercer cordón, y que Cambiemos estaría retrocediendo en intención de votos en el interior agropecuario de la provincia. Y que en la próxima elección presidencial su papel será determinante, casi todos los gobernadores que ya han desdoblado las elecciones, y calculan que los esfuerzos recaerán sobre sus estructuras. No se pueden dar el lujo de perder la provincia y la nación nuevamente, porque probablemente perderían sus distritos.
Intereses económicos y sociales están detrás de la discusión. Todos tratan de agarrar lo que se va cayendo de cada uno. Pero a Cristina no se le cae mucho. Mientras el dólar roza los $45, la pobreza el 32%, la inflación superará el 30% y 70% de los argentinos desaprueban la gestión de gobierno. ¿Será motivo suficiente para perder las elecciones? No lo sé. Ellos saben qué hacer con los números. Basta con ver la forma en que presentaron los últimos datos de pobreza, que son espeluznantes. Para ellos “fue un día triste”. Porque lo que da tristeza no es el aumento de la cantidad de pobres, sino el tener que comunicarlo. Porque su construcción ideológica tiende a aceptar el dato, con resignación pero también con tristeza.
Sabemos que la discusión no es de sentimientos sino ideológica. Para el partido gobernante el éxito del modelo no depende ya de controlar o no la crisis económica, sino de cuantos argentinos logren convencer (invocando como nunca el poder de la ideología) de que como escribió Voltaire: “este es el mejor de los mundos posibles”. Pero la historia dice que sabemos que nos merecemos algo mejor. Por eso el problema de Cambiemos y su ideología es con los argentinos.
Alejandro (gringo) Cabilla – gringo7979@hotmail.com