Daniel María Cazón a 147 años de su muerte:¿servimos a Tigre o nos servimos de Tigre?

Por Diego Urrere Pon*

Cada 28 de junio, al recordar la partida de Daniel María Cazón, no sólo evocamos su nombre: invocamos su ejemplo. Hombre de virtudes, político auténtico y vecino comprometido, Daniel María Cazón fue una figura que marcó una forma de llevar adelante la actividad pública: con los pies en la tierra y el corazón en la comunidad. No buscaba cargos ni protagonismo, luchaba por un Tigre mejor, sin dobleces ni atajos. En tiempos como estos, su figura se agiganta, porque no venía a pedir votos, venía a ofrecer futuro. Entendía que gobernar -desde un cargo o desde una acción mínima- es una tarea colectiva, y que sólo tiene sentido si se hace con amor por el lugar.

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Tenía una idea clara: la política es para mejorarle la vida a los demás, no para acomodar la propia. Sabía que no alcanza con tener domicilio en Tigre; hay que tener compromiso, historia, memoria y afecto. Hay que haber estado, y no sólo aparecer.

En estos tiempos, su figura se vuelve más necesaria que nunca. Porque mientras muchos usan el nombre de Tigre como un trampolín para proyectos personales, él lo vivía como un compromiso de vida. Hoy vemos cómo se instalan aquí personas que no nacieron ni vivieron en este lugar, que no lo sienten como propio, pero que igual lo usan como escenario electoral. Vienen a sacarse fotos, a prometer lo que no cumplirán y a marcharse cuando ya no les sirve. No conocen la historia de nuestros barrios, no caminan nuestras calles, no escuchan a los vecinos. Están de paso.

Daniel María Cazón, en cambio, no nació en Tigre, pero era presencia constante. En la calle, en la capilla, en la escuela, en cada causa justa. Su política era el encuentro, la escucha y el hacer. No necesitaba discursos: con estar alcanzaba. Su coherencia era su mejor carta de presentación. Sabía que la política no es un vehículo de ambición personal, sino una herramienta de transformación colectiva.

Por eso duele que hoy Tigre esté siendo usado como tierra de oportunidades individuales. Porque acá hace falta más que promesas. Hace falta historia, pertenencia, memoria. Hace falta haber llorado con los vecinos en las malas y celebrado en las buenas. Y muchos de los que hoy se pasean por Tigre ni siquiera pueden pronunciar bien el nombre de nuestras calles.

No se trata de reclamar desde el enojo, sino desde el ejemplo. Daniel María Cazón nos enseñó que el compromiso se construye todos los días, en silencio, con hechos. Hoy más que nunca, Tigre necesita dirigentes con raíces, con historia en el territorio, con amor genuino por este lugar. A quienes hoy miran a Tigre como plataforma de ambiciones personales, les decimos que están equivocados. Este pueblo tiene memoria. Sabe quién viene por cuatro años y quién se queda toda la vida. Sabe quién pone la cara en la tormenta y quién sólo aparece con el cielo despejado.

Este aniversario no debe ser un formalismo. Debe ser un llamado de atención. Tigre no es una plataforma. Es una comunidad. No es un trampolín. Es un compromiso. Y su gente no es un número en una encuesta: es un pueblo con memoria. Sabemos quién viene a dar y quién viene a servirse. Basta de políticos golondrina que aterrizan en épocas de campaña y desaparecen cuando toca arremangarse. Basta de simulacros.

Daniel María Cazón vive en cada vecino que lucha, en cada barrio que resiste, en cada abrazo solidario. Honrarlo es seguir su camino. Y recordarlo es gritar, bien fuerte: servir a Tigre y no servirse de Tigre.

*Diego Urrere Pon, vecino de Rincón de Milberg