“asistimos, en nuestro tiempo, a un desolador proceso:
la disolución progresiva de los lazos espirituales entre los hombres.
Este catastrófico fenómeno debe su propulsión a la ideología
egoísta e individualista, según la cual toda realización es
posible solo como desarrollo interno de una personalidad
clausurada y enfrentada con otras en la lucha por
el poder y el placer”
J.D Perón, Modelo Argentino para el Proyecto Nacional 1974
Han pasado más de 70 años de aquel 17 de octubre en el que millones de silenciosos y silenciados ciudadanos de una Argentina muy desigual entraban en la historia y llevaban en andas al poder a su líder y conductor.
Esa revolución en paz dejó, de todos modos, muchos heridos que luego se cobrarían con un golpe militar su revancha de poder, aunque no lograron derrotar políticamente al Peronismo por muchos años. Recién Raúl Alfonsín casi 40 años después lograba vencer en elecciones libres y sin proscripciones al Peronismo. Luego repetiría Fernando De la Rúa, en 1999, y luego Mauricio Macri en 2015.
Ninguna derrota fue gratuita para el Peronismo. Aquel proceso histórico triunfal estaba muy marcado por el liderazgo de Perón. Tras su desaparición física la “revolución triunfante del individualismo” caló también hondo en un Movimiento que sin organización y liderazgo andaba a los tumbos buscando su destino.
Tan profundo fue ese proceso de destrucción que incluso hoy algunos dirigentes se reivindican como peronistas, abrazando el camino que el macrismo propone con su “meritocracia”: cada uno es lo que merece y el “!si se puede… si se puede!” como mantra que abre las puertas del paraíso del individualismo extremo, para algunos oportunistas el acceso a algunas cuotas de poder y para muchos sectores sociales el desempleo, el hambre, la pobreza y la exclusión.
Si bien nadie tiene el “peronómetro”, va quedando claro que, quienes creemos en la comunidad organizada como modelo de desarrollo, entendemos que ese modelo sólo será posible si defendemos los más altos intereses del espíritu humano y si logramos sostener el necesario equilibrio entre el hombre y la comunidad. Es ese equilibrio el que permite la armonía social necesaria para un desarrollo sustentable, sin exclusiones y sin esta desigualdad extrema.
Para que eso sea posible, necesitamos dirigentes que sepan leer su tiempo, que se comprometan con su comunidad, su Nación, y se entreguen apasionadamente a la construcción de este ideal, sin egoísmos y con gran pasión.
Zygmunt Bauman, uno de los descriptores más crudos de la realidad del hombre y la cultura de este siglo XXI, sostenía que “El colapso del pensamiento, de la planificación y de la acción a largo plazo reduce la historia política y las vidas individuales a una serie de proyectos de corto alcance y de numerosos ‘episodios’ que no se combinan en secuencias compatibles con los conceptos de desarrollo, maduración, carrera o progreso”. Esa realidad impacta hoy en todos los aspectos de la actividad humana y solo los más sanguinarios e inescrupulosos “hombres lobos del hombre” encuentran terreno fértil para realizar sus proyectos personales, en general a expensas de otros.
Los antecedentes históricos del Peronismo nos permiten recordar que a mediados de 1946, la Secretaría Técnica de la primera Presidencia de Juan Domingo Perón inició la preparación de un Pacto de Gobierno para el período comprendido entre los años 1946 y 1952. En ese marco tuvo origen el primer “Plan Quinquenal”, que se anunció en el mensaje presidencial del 19 de octubre de 1947 como proyecto de Ley.
En efecto, en sólo dos años, aquel Plan movilizó a cientos de miles de dirigentes sociales, gremiales y económicos que se sintieron convocados para proyectar su escuela, su barrio o su ciudad. Fue un maravilloso proceso interactivo que incluía desde pequeños canales o caminos vecinales hasta el desarrollo de una industria aeronáutica para el país. Ese impresionante proceso de planificación fue acompañado de contundentes realizaciones de nuevas obras y servicios que pusieron en marcha un proceso de crecimiento e inclusión sin parangón.
Hoy, el mundo se preocupa y se ocupa del futuro. Nosotros, acuciados por problemas urgentes, seguimos discutiendo el pasado y no asumimos nuestra responsabilidad en la construcción de un futuro que resuelva los desastres que vamos dejando.
Todo parece indicar que tras un nuevo fracaso de nuestros opositores volveremos al Poder. ¿Seremos capaces de generar una gesta parecida en una sociedad con desigualdades parecidas a las que dieron origen al Peronismo? ¿Seremos capaces de unir, soñar, proyectar, construir como hicieron aquellos hombres y mujeres con herramientas tecnológicas muy inferiores a las actuales? ¿Seremos capaces de ser ejemplo nuevamente? ¡Nuestros hijos y la historia nos lo demandarán!
Es urgente reencontrar los caminos de diálogo y concertación, primero entre nosotros y urgentemente con toda la sociedad para proponer y construir un destino diferente.
Como militante e hijo de obreros que gestaron aquel pasado, asumo mi fracaso, y me propongo ser parte de ese nuevo camino, con algo de grandeza, con algo de lucha, con algo de esfuerzo y con muchos de nuestros sueños; para construir una mejor Argentina, con capacidad para cobijar en paz y desarrollo a todos sus hijos.
¡Que el próximo 17 de octubre nos encuentre transitando ese camino!
Por Jorge Arias