“Donde digo Yo debe decir nosotros”
” Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia”, Rodolfo Walsh 1957
Se cumple un año que comenzó otra alteración de nuestras vidas, esta vez es la Pandemia. Son las 09.00 hs de la mañana del miércoles, y logre abrir la aplicación de vacúnate-pba donde leo mi turno para vacunarme con la antivirus COVID 19, es el 24/2/21.
Hoy! El sitio asignado es el hospital Provincial de Pacheco. Voy en auto, pienso si mi turno estará bien: reviso mi perfil: veterano, medico, con alguna enfermedad de otras épocas y otros riesgos. Me siento tranquilo, la suficiente tranquilidad como para poder esperar unos días más, pero, en definitiva, no deja de ser otra creencia ¿surge de la confianza en la política sanitaria?
¡Si!, creo que el gobierno trabaja bien: ya sabía, sé, que hay errores por estructura organizacional y hay vivillos e infractores graves, pero ninguno de estos posibles hechos vulnera la moral ni la ética de esta política pública. Hay funcionarios, periodistas, laboratorios corruptores y sus escándalos, no empañan el enorme esfuerzo popular y de políticos dignos que luchan para evitar la catástrofe que genera esta epidemia mundial, muy humana. Entro al hospital de Pacheco.
Hace más de un año que no iba, está limpio, ¡sí! está muy limpio y ordenado. Me indican donde tengo que esperar, hay asientos, están a la distancia de protocolo anticovid. Los trabajadores del hospital, como si percibieran mi fragilidad y la de todes, donan una cordialidad fundante de “hospitaldad”, todos me van escuchando, atienden mi solicitud, me orientan, indican que espere unos minutos en las banquetas, me doy cuenta que estoy emocionado.
Aun me pregunto si la nota de inscripción es legal; si es un derecho, un deber, un privilegio. Pareciera que legítimamente es un poco de todas esas categorías. No hay laberintos burocráticos Kafkianos ni Carrìomuecas en el Hospital Público, recuperado y funcionando para todes. Hago una pequeña fila en informes, En la mano llevo la papeleta del turno asignado a modo de pasaporte en un puesto de frontera; estoy próximo a recibir mi dosis número UNO de la vacuna. ¿Sera la Sputnik V? Me gustaría.
En el 1957 Rodolfo Walsh publicaba “Operación Masacre” y los rusos enviaban el primer satélite espacial Sputnik, también es, era, una aventura mundial del orden de la magia cruzada por la cotidianeidad política militar argentina. Ayer Yo tenía 9 años.
Hoy, mientras el negocio de la comunicación escupe imágenes insomnes, con cantidad de números de millones de muertos, internados, salvados, zombis etc. Se complotan con los titulares que esconden las mierdas del lucro y los robos geopolíticos.
En los pasillos laterales del Hospital, amplios luminosos, hay pacientes que consultan por dolores y malestares cotidianos, y esperan sentados ser atendidos. En el hall central sobre la derecha y desde cuatro ventanillas, cuatro técnicos nos organizan en pequeños grupos de cinco por vez, hay serenidad y confianza en ser vacunados. En el pasillo sobre la izquierda veo al director de hospital escuchando a Trabajadores Sociales. En la Recepción, Charly, el responsable del sector, me dice cual administrativo va tomar los datos, quien me pedirá el documento, que profesional medirá la temperatura, quien va llamar para pasar al vacunatorio, que Doris será la enfermera que dará la vacuna. Ella vendrá y me llevará, junto a otros cuatro vecinos, dos hombres y dos mujeres, al vacunatorio. Doris nos dice que esperemos en el hall por media hora. Se está muy bien. El vacunatorio está a unos veinte metros sobre el pasillo que comunica al Hall central. Pienso, siento ¿cada subjetividad es singular? ¿desde hace cuánto estoy esperando? Cada cambio inesperado y el duelo de la rueda de la fortuna conlleva motivos y tiempos insondables.
Recuerdo episodios traumáticos individuales y colectivos, cada uno con inscripciones específicas. A mi edad ya pasé, estoy pasando, tres epidemias con sus restricciones y fantasmas, también los golpes de Estado con sus terrores abruptos y desafíos específicos. Y la referencia al Hospital Público siempre acompaña y sostiene mi vida, así fue desde mi nacimiento: Hospital Luro (Mar del Plata) donde nací, el Piñero (Villa 20) donde estudie y milite, las guardias en el Eva Perón (Avellaneda), las supervisiones en el Lanús, los sábados de guardia en el Fiorito (Avellaneda), el trabajo en los Cafys de Tigre.
En tantos años, he (hemos) atravesado un impresionante esfuerzo popular solidario por la Salud. Alrededor y dentro del Hospital hubo quienes tuvieron que adaptarse a nuevas formas de vida y sobrevivir a la injusticia, Hubo, hay, experiencias que quedaron en suspenso y luego definitivamente, se perdieron. Otras se recuperaron.
En el hospital, vecinos y colegas, despidieron seres queridos; compañeros de estudio, de trabajo, hijos, nietos, padres. Hubo años donde se impusieron restricciones que obstruyeron acompañar la enfermedad, la vida y muerte. Siempre, ante la imposibilidad de proyectar la ceremonia del nacimiento y el final de la vida, los integrantes de la sociedad, el pueblo, busca en el Hospital Público un sostén material, simbólico, espiritual para relanzar el trabajo que permita construir un horizonte vital personal y comunitario.
Y hoy, en pandemia, cada uno, yo ahora, en un lugar particular del tramado social de Tigre, en esta sala de espera, en la hospitalidad publica provincial, reviso cómo viví, donde viví, con quien, qué hice o cómo sobreviví a lo “cotidiano” … ¡Ricardo! dice Doris, me levanto y acompaño a la enfermera. Hoy puse tantas inyecciones que me olvido de los nombres, dice. Me alegro de escuchar mi nombre en el Hospital. Y todavía falta mucho por hacer.
Preparen el brazo izquierdo- dice- voy alejándome del trabajo político contra la desesperanza de quienes apuestan a la enfermedad y la muerte de sus compatriotas con propaganda antivacunas Ya con la remera arremangada, brazo izquierdo liberado, y con el pinchazo leve me pellizca la angustia que acompaña la apuesta de sostener ideales, prácticas solidarias siempre imperfectas e insuficientes.
La tristeza está más lejos. Hoy, presentarme al Hospital para vacunarme fue, es, un acto que, en tanto tal, deja signado un antes y un después de la inyección, implica la acción particular de responsabilidad ética como participe en la salud pública de cuidarnos entre todes.
Hay una decisión de política pública que intenta resolver el dolor y las muertes, ocasionadas por la pandemia y la crueldad de algunos que siguen asolando a los argentinos. Entonces cuenta más que nunca el grado de sujeción a un modelo político ético.
Este 24, en intersección con actos horribles e individualistas de algunos constato que hay esfuerzos solidarios y bellos de muchos.
La sonrisa de Doris interrumpe: retiren el certificado en el hall, Gracias…no hubo “selfi”.
Por Ricardo Arias – Agrupacion Sudeste – Verano 2021