El 27 de septiembre de 1930, a sólo tres semanas del golpe militar que derrocó al gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, intuyendo lo que esa dictadura traía bajo el brazo para los trabajadores y en el marco de la Gran Depresión Mundial, las distintas corrientes de trabajadores, que respondían a las ideologías e internacionales vigentes en el mundo -anarquistas, socialistas, comunistas-, decidieron su unificación, dando origen a la CGT.
Corriendo el año 1943, la CGT sufriría una división en CGT 1 y CGT 2. Pero algo mucho más trascendente estaba en ciernes. El proceso de industrialización que se dio en la Argentina como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, ante la necesidad de sustituir los productos que dejaron de importarse por efecto de la conflagración internacional, produjo un crecimiento abrumador del número de trabajadores industriales con el consiguiente auge de la afiliación y crecimiento de las organizaciones sindicales.
CGT historia
Ese cambio social fue percibido por Juan Domingo Perón, que por entonces ocupaba estratégicamente la Secretaría de Trabajo y Previsión. Desde ese lugar impulsó el otorgamiento de derechos harto reclamados por los trabajadores durante décadas. La comunicación con las dirigencias obreras era permanente, algo inédito hasta entonces en la vida institucional. Ese crecimiento social preocupó a poderosos intereses, por lo que desde sectores del propio gobierno se presionó para desplazar a Perón. No sólo lo sacaron, sino que lo detuvieron, el 9 de Octubre de 1945.
La reacción popular no se hizo esperar y el 17 de octubre significó una bisagra fundamental en la historia argentina. Los trabajadores organizados en sindicatos, federaciones y en la CGT dejaron de ser meros espectadores de la realidad nacional y se convirtieron en protagonistas políticos de la Argentina. Hay quienes afirman, criterio que comparto, que los trabajadores ese 17 de octubre dieron nacimiento al Peronismo y eligieron a Perón como conductor de ese Proyecto de Nación que él les venía inculcando.
A partir de entonces, la CGT como central única y el sindicato único por rama constituirían la base del modelo sindical argentino y, por ende, el fundamento y garante de la instauración y vigencia de los derechos laborales y sociales de los trabajadores argentinos. La CGT tuvo activa participación en la elaboración de los planes quinquenales y el avance en la dignificación de los trabajadores se extendió a la infancia, a la familia y a los ancianos. El país se desarrollaba armónicamente a la par que aumentaba el bienestar de todos los argentinos.
En 1947 se dictan los derechos del trabajador y Perón transforma a la CGT en custodia futura de los mismos, responsabilidad que ha cumplido en mayor o menor medida de acuerdo a las distintas coyunturas y condicionamientos.
En 1951 la CGT impulsó sin éxito a Evita como vicepresidente de la Nación; con ella los trabajadores mantenían una relación privilegiada. Entre los inconmensurables gestos de Eva Perón hacia los trabajadores, está la donación a la CGT del edificio de la calle Azopardo -su sede desde entonces- que era propiedad de la Fundación. Y tal vez el hecho más importante: que ella eligiera compartir la Eternidad junto a los trabajadores, razón por la que en CGT fue depositado el féretro con sus restos, donde descansaron hasta que fueron secuestrados por la Fusiladora en 1955.
Eva y Juan Perón en un acto en la CGT
La emergencia de la sequía bianual que soportó el país, encontró a la CGT participando activamente junto a la CGE del Congreso de la Productividad, que, en 1953 reordenó equitativamente la economía y la salida de la crisis.
Pero también serán los trabajadores los que pagarán con sangre su compromiso con el Gobierno que los había dignificado y hecho protagonistas de la vida nacional. Los atentados terroristas de abril de 1953: las bombas en el subte de Plaza de Mayo que dejaron numerosos muertos -si hubieran explotado todas las plantadas, el saldo hubiera sido inmensamente mayor- y el bombardeo a la Plaza de Mayo y a la CGT, el 16 de junio de 1955 que dejó centenares de muertos, marcaron la llegada de la violencia política al país. A eso se suma, en septiembre de 1955 el bombardeo de la flota naval a la ciudad de Mar del Plata y la amenaza de extenderlo a La Plata y Buenos Aires, con la participación de potencias extranjeras que aprovisionaron a la flota golpista en alta Mar, lo que determinó la decisión de Perón de abandonar el país, para evitar una guerra civil.
Instaurada la dictadura, como en todas las que siguieron, la CGT fue intervenida y también la mayoría de los sindicatos, al tiempo que sus dirigentes eran encarcelados. En los 18 años que siguieron de proscripción del Peronismo, la CGT y los trabajadores lucharon junto con todo el Peronismo por el regreso del General Perón, que no era ni más ni menos que la voluntad mayoritaria de los argentinos. La CGT en ese período impulsó sus Programas Históricos, que representaban el modelo de país que reivindicaban los trabajadores: La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), antecedentes de los 26 Puntos de la CGT de 1986 y de los 21 Puntos de la CGT de octubre de 2012.
Durante esos años se intercalaron gobiernos débiles, surgidos de las proscripciones al peronismo, impuestas por el poder militar y las dictaduras. La Argentina detuvo su desarrollo económico y social y se deterioró el nivel de vida de los ciudadanos por aplicación de políticas liberales. En ese período la CGT supo de divisiones surgidas por la posición frente a los gobiernos de turno que debilitaron y, hasta se podría decir que retrasaron el regreso de Perón a la Patria. Fue a partir de la asunción de José Ignacio Rucci como secretario General que se fortaleció la lucha por el retorno del General.
José Ignacio Rucci, el dirigente metalúrgico fue elegido secretario general de la CGT en 1970
Con el regreso de Perón en 1972, la CGT volvió a estar unida y fue protagonista del Gobierno surgido de elecciones libres. La participación en el Plan Trienal y la firma del Pacto Social con el sector empresario fueron clara expresión del diálogo tripartito en la más alta esfera de decisión de los destinos de la Nación.
No es casual que con una CGT unida y un Gobierno que recuperó el control del ahorro nacional (a través de la nacionalización de los depósitos y las reformas a la Carta Orgánica del Banco Central), y avanzó hacia un mayor control del comercio exterior (garantizando precio sostén a los productores y sacando provecho de las exportaciones para que ese beneficio motorizara el desarrollo nacional), en poco más de un año, la participación de los asalariados en la renta nacional, pasara del 31 al 47% y el salario real a fines de 1974 alcanzara el nivel más alto en la historia Argentina (hoy estamos a años luz de acercarnos a él). Tampoco que se sancionara la ley 20.744 de Contrato de Trabajo, ejemplo mundial, entonces, en la protección de los derechos del trabajador.
El magnicidio del Secretario General de la CGT José Ignacio Rucci a sólo 2 días del triunfo de la fórmula Perón-Perón fue, además de un acto de terrorismo, un golpe a Perón y, con ello, a las esperanzas del Pueblo argentino de afianzar el camino hacia la concreción del Proyecto Nacional.
El enfrentamiento entre facciones extremas del movimiento tiñó el panorama político y ocultó el verdadero boicot, que fue el llevado adelante por los sectores más concentrados y transnacionales que, con la complicidad de potencias extranjeras, aislaron a la Argentina en Sudamérica y buscaron neutralizar todas las medidas económicas tomadas por el Gobierno de Perón (hechos que él mismo denunciara en el discurso de la mañana del 12 de junio de 1974) y luego de su muerte, por el de Isabel Perón.
En esas horas aciagas, la CGT fue sostén del orden constitucional y de Isabel Perón, aunque a partir de la muerte del General en 1974, la suerte del Gobierno estaba echada. Al fracasar el intento de hacer renunciar a Isabel a la Presidencia (la licencia forzada en 1975), los militares precipitaron la decisión del Golpe que dieron el 24 de marzo de 1976.
José Ignacio Rucci e Isabel Perón
No fue un golpe más. Esa dictadura genocida pretendió destruir la Argentina con que San Martín soñó y que había realizado Perón. Por eso el Plan Martínez de Hoz incentivó el saqueo del país, el endeudamiento externo y, para ese fin ejecutó la sangrienta persecución al movimiento obrero organizado. Prohibida la CGT, intervenidos los sindicatos, los trabajadores organizados llevaron adelante una heroica resistencia y ofrendaron en la lucha por la recuperación de la democracia, la mayor parte de las víctimas de esa brutal represión: muertos, desaparecidos, encarcelados, torturados, cesanteados, ya sean dirigentes, delegados o militantes. Toda esa barbarie no detuvo la resistencia que se expresó en miles de medidas de fuerza a lo largo de todo el oscuro período. Al tiempo del resonante Paro General del 27 de abril de 1979, ya se habían contabilizado más de 260 actos de resistencia sindical (paro de gremios, de empresas, de regionales de CGT, etc).
Desde entonces se incrementó la lucha, fracasando los intentos de la dictadura de “inventar” una dirigencia sindical amiga. La CGT recuperada, bajo la conducción de Saúl Ubaldini fue el estandarte de la última etapa de esa Resistencia y puente para el regreso a la democracia.
La vuelta a la democracia en 1983 devolvió a los argentinos los derechos civiles y políticos. Pero a los trabajadores no se les devolvió ninguno de los derechos conculcados por la dictadura. Es más, el gobierno constitucional de Alfonsín, tal vez condicionado por las debilidades de la reinstauración democrática y las imposiciones de poderes transnacionales (las mismas que lo llevaron a convalidar una deuda externa fraudulenta a poco de intentar un club de deudores para impugnarla), pretendió atacar al modelo sindical argentino, como si los trabajadores organizados fueran los causantes de los problemas del país. Ese fracaso legislativo, posible porque el movimiento sindical tenía un importante representación parlamentaria, tuvo consecuencias importantes: enfrentó al Gobierno con el movimiento sindical (con la CGT) innecesariamente, cuando ambos deberían haber estado asociados en la reconstrucción del país. También definió el nuevo esquema parlamentario argentino futuro: la representación sindical iría disminuyendo hasta ser hoy meramente testimonial, incluso, en la expresión electoral del movimiento peronista. Sin que esa disminución haya mejorado la realidad del país sino todo lo contrario.
Raúl Alfonsín recibe a Saúl Ubaldini en la Casa de Gobierno el 23/02/84. (Foto: Roman von Eckstein/Archivo Télam)
La fractura de la CGT generada al asumir el gobierno de Carlos Menem aceleró el debilitamiento del movimiento sindical, y el vaivén entre sus reunificaciones y sus fracturas definen a las claras la situación actual. La Argentina no ha podido recuperar los niveles de justicia social, los trabajadores activos y pasivos han ido perdiendo paso a paso derechos y, el número de excluidos por la sociedad del “descarte” crece angustiosamente. Las divisiones en el sindicalismo evidencian por un lado el accionar de los poderes constituidos y sus gerentes locales que buscan atentar contra el modelo sindical y debilitar la protección de los trabajadores. Pero también desnuda un fenómeno que se percibe en todo el espectro dirigencial argentino, pero que duele más que se dé en lo sindical: las apetencias personales. En el pasado, nadie osaba, por más diferencias que tuviera con sus conducciones, crear y dividir a sus gremios (un ejemplo fue el dirigente clasista de Luz y Fuerza Córdoba, Agustín Tosco, crítico de la conducción de su Federación pero que jamás intentó dividir a la misma).
A partir de los 90 el “divide y reinarás” de los romanos, caló hondo en muchos dirigentes que pensando (o no) que lo hacían en defensa de sus trabajadores terminaban siendo funcionales a los poderes políticos y económicos que buscaban medrar con los derechos de los mismos. Con la CGT pasa algo parecido. Todos hablan de unidad y pocos trabajan para lograrla. Muchos repiten el apotegma primero la Patria, pero primero piensan en sí mismos.
Hoy es difícil encontrar algún trabajador que no reclame esa unidad, imbuidos no sólo de una experiencia histórica sino de la sabiduría criolla de “si entre hermanos se pelean, los devoran los de afuera”.
Este es un momento crucial para la Patria. Perón nos enseñó en 1946 que las crisis mundiales eran oportunidades si entendíamos al mundo que teníamos enfrente y veíamos qué papel podía jugar en él nuestro país. El Papa Francisco nos acaba de recordar en su mensaje a la ONU que “de las crisis se sale mejor o, se sale peor”. Hace falta patriotismo en los dirigentes y conductas ejemplares.
Perón el 17 de Octubre de 1945 señalaba el camino cuando nos decía “Únanse trabajadores porque detrás de la unidad del movimiento obrero, construiremos la unidad de todo el Pueblo Argentino”. Hoy con más de 40% de pobres, con tantos desocupados y precarizados, en una Patria saqueada donde los que más ganan son los que especulan , no queda sino reclamar actitudes patrióticas a los dirigentes.
El camino debe ser uno: la UNIDAD para defender a los trabajadores, para crear trabajo, para recuperar el bienestar de las familias, para unir a los argentinos, para no resignarnos, para saber que la sangre que ofrendaron Rucci y tantos mártires no fue en vano y recordar que el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional nos señala el camino.
Compañeras y compañeros: ¡ 90 años cumple la CGT! hagamos honor a su historia. ¡Los trabajadores y la Patria nos lo demandan!
Por Julio Piumato – Secretario General de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación y Secretario de DDHH de la CGT