8M – Mujeres, Lucha Y Arraigo

“No somos nosotras las violentas, estamos siendo violentadas por un sistema que nos ignora y nos deja a merced de un macho abusador con destino de muerte”

Cuando nos referimos al 8M debemos poner en contexto histórico la lucha de las mujeres.

Nosotras, todo el tiempo hemos luchado por la libertad, por romper las ataduras impuestas, por cortar con los mandatos establecidos, por eliminar de nuestras vidas el avasallamiento de una cultura machista y patriarcal.

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Para citar un ejemplo, que visto hoy parece simple, pero que nos remonta a la historia de opresión a la que estamos sometidas, podemos recordar que en 1869 la mujer casada no tenía ningún tipo de derecho, todo lo decidía su marido, pasábamos a ser “de su propiedad” porque tampoco se reconocía en esa época la plena capacidad civil de la mujer mayor de edad. Luego de años de lucha feminista, manifestaciones e intensos debates, recién en 1987 es sancionada la ley del divorcio vincular conquistando así un derecho que hoy parece elemental, pero que, como todo en materia de emancipación de la mujer, fue atacado, cuestionado, desatendido y hasta condenado.

Gracias a la dialéctica de la vida hoy nos encontramos mejor plantadas, pero manteniendo alta la guardia. Si bien los contextos van variando, la modificación en las miradas nos permite ser más visibles ante ciertas problemáticas y la red de contención entre pares se hace cada vez más grande y fuerte, lamentablemente en la actualidad, cada 29 horas, la violencia se exhibe en su máximo esplendor, porque en Argentina una mujer muere cada 29 horas.

El estado total de vulnerabilidad que padecemos nos lleva una vez más a alzar nuestras voces, y a poner en discusión un sistema cómplice y obsoleto que solo nos abandona, revictimizando a las víctimas de violencia.

Cuando se trata de exigir sobre los derechos de las mujeres, cuando se trata de romper con esa sociedad impregnada de cultura machista y patriarcal, escuchamos en general que lo que se termina debatiendo es la forma y no el fondo; y ese es un punto de inflexión. No es posible que pretendan sumisión y buenos modales cuando los resultados de la misoginia que padecemos son golpes, patadas, pieles incineradas, violaciones y muerte. No somos nosotras las violentas, estamos siendo violentadas por un sistema que nos ignora y nos deja a merced de un macho abusador con destino de muerte.

¿Por qué seguir escapando o escondiéndonos? ¿por qué seguir permitiendo que el agresor sea impune ante los ojos de la sociedad y de la ley? Nosotras tenemos derecho a vivir en nuestra comunidad, la que nos vio crecer, la que elegimos, la que nos plazca, tenemos derecho al arraigo, pero para eso es imperioso que la justicia llegue a cada rincón inhóspito de esta amada Patria, que nos mire, que nos escuche, que nos proteja. Como vengo sosteniendo, es fundamental el acceso a la justicia, así como la creación de dispositivos locales de contención psicosocial, ambos deben estar atravesados por la capacitación en temas de género. Es necesario trabajar con todas las personas que componen las instituciones intervinientes, debemos trabajar sus subjetividades, trabajar sus miedos y prejuicios, trabajar con sus contextos y sus historias, trabajar promoviendo la empatía y la cordialidad.

Hay que encontrar la manera, hay que comprometer a toda la sociedad, hay que formar una ciudadanía crítica. Nos queda mucho de que ocuparnos, por esos sigo nutriendo la idea que también debemos interpelar la conciencia de cada hombre que busca deconstruirse, comprometer su comportamiento en su grupo de amigos, en su ámbito laboral o en la crianza de sus hij@s, para que esta lucha nos involucre a todas, todos y todes.

Tenemos el deber de construir una mejor sociedad, dejemos de mirar para el costado como si esto no existiera, cada 8M es un nuevo dolor en nuestras vidas, porque recordamos que no todas pueden estar en la marcha, desde aquellas compañeras encerradas e incendiadas vivas en una fábrica textil de Manhattan hasta las compañeras asesinadas en manos de sus femicidas, porque todas ellas murieron intentando que alguien las vea y salve de esa muerte anunciada.

Aun así, seguiremos alzando el puño y la voz, porque como dije inicialmente todo en materia de emancipación de la mujer es atacado, cuestionado, desatendido y condenado, por lo tanto y por historia, estamos acostumbradas a batallar en terrenos empastados, pero siempre nos ponemos de pie porque la lucha continúa, y más tarde que temprano, quienes toman decisiones sobre las vidas de las personas se verán en la obligación moral y ética de atender y resolver nuestras demandas.

Por Luciana Isabela Quetglas – Licenciada en comercialización y Psicóloga Social Integrante de Movimiento Arraigo y miembro de la Comisión de DDHH Padre Pancho Soares de Tigre