20 DE JUNIO, otro retazo de la necrofilia nacional

No es un día como cualquier otro, es de aquellos a los que nuestros gobernantes han dado el privilegio de considerar FERIADO INAMOVIBLE. Ya con eso alcanzaría para colocarlo en un lugar destacado y no diluido en nuestros vaivenes turísticos.

Sin embargo lo asisten otras consideraciones que lo vuelven especial por un lado, y muestra de un aspecto curioso de nuestra idiosincrasia por el otro.

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No hay dudas que lo especial está relacionado con el reconocimiento y la asignación de una fecha conmemorativa a nuestra enseña patria: nuestra amada, y muchas veces bastardeada por unos y otros, BANDERA NACIONAL.

Un emblema éste que mundialmente distingue una nación de otra encolumnando tras de sí no solo la pertenencia geográfica sino también social y cultural forjadas con el paso de la historia. Al pensarlo así, de manera global, no puede menos que asaltarnos la curiosidad por saber cuales fueron las motivaciones que empujaron la elección de los colores de cada país a lo largo del planeta. Pero mas allá de aquella curiosidad al menos debe reconfortarnos saber que a Don Manuel Belgrano lo inspiró -podríamos sospechar de manera un tanto romántica para los tiempos que le tocaron protagonizar- el conjunto que se formaba en su horizonte de cielo, nubes y un sol -que ha sabido resistir sin ser borrado del todo de nuestra bandera, aunque se lo reserve para ocasiones especiales.

Por el otro lado nuestra idiosincrasia o ser nacional encuentra un lugar donde reaparecer de la manera menos jubilosa: nuestro culto por la muerte vuelve a exponerse. Al elegirse el 20 de junio para conmemorar la creación del más importante distintivo de la argentinidad, se tuvo en cuenta -una vez más- el “paso a la inmortalidad” del prócer de turno, o sea Belgrano en este caso. Este es un fenómeno que se repite en muchos otros ejemplos que no viene al caso enumerar, pero que de algún modo refleja nuestra asociación, seguramente inconsciente, con el final de las historias más que con el principio. En este caso la incoherencia se manifiesta intensamente ya que conmemoramos una “creación” con un fallecimiento -nada más alejado del “crear”.

Tal vez esto queda mejor plasmado en nuestro folklore tanguero -nuestra afinidad por el sufrimiento y la autocompasión más que por la proyección hacia el futuro.

Más allá de todos estos devaneos analíticos sobre lo que significa el 20 de junio considerados previamente, y que harían la felicidad de algún psicólogo, lo verdaderamente trascendente es que es el día “inamovible” en que nuestra mirada deja de dirigirse a nuestro ombligo, o a nuestro horizonte, o simplemente deja de recorrer el espacio inconmensurable de nuestras propias vidas para elevarse hacia el cielo y ver como un simple trozo de tela bicolor se retuerce con el viento, mezclándose con el fondo del firmamento para hacernos estremecer y recordar las razones que, a quien más o quien menos, provocan el orgullo de ser argentino.

Por Jeremias Wolf – escritor y comunicador del Delta – lacolectivadeldelta@yahoo.com