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Democracia liberal y enfermedades emergentes: enigmas de un mundo pos Covid-19

En 1992 el politólogo norteamericano Francis Fukuyama publicó: “El fin de la Historia y el último hombre”, un controvertido libro, que, al día de hoy, continúa siendo una de las tesis más discutidas de los últimos treinta años. El centro de su trabajo, aborda a la desintegración de la URSS como el catalizador final de las grandes disputas ideológicas de la historia, con un mundo intentando basarse en una democracia liberal y una economía global de mercado. El fin de la historia es reflejado por Fukuyama a través del «thymós», un concepto griego abordado desde la filosofía Hegeliana, sobre como el reconocimiento, más bien, la lucha por el reconocimiento entre los hombres, fue el espíritu conducente a la “democracia liberal capitalista”, como conclusión, y final de las luchas ideológicas de la historia.

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El «thymós» se detiene ante el colapso del bloque soviético, y sobre la base de su caída, nace el nuevo orden global, cuyo manifiesto bien podría ser el Consenso de Washington de 1989. Al menos para los países latinoamericanos que estaban sufriendo la crisis de deuda de los años 80s

Claro está que es esta una tesis ampliamente rebatida, tanto por ser “neoliberal”, como por intentar proclamar un “fin de la historia”, algo así como un final del juego, donde ganan los postulados políticos del autor.

Tampoco es casual que Fukuyama haya sido director adjunto de planificación política en el Departamento de Estado de los Estados Unidos.  Es una crítica recurrente en su trabajo literario, el hecho de que su obra esté basada en la defensa de un modelo cultural y económico específico. Sin embargo, sus postulados fueron y son ampliamente debatidos.

Es una realidad el hecho de que Fukuyama redactó su obra en un contexto internacional, en donde la globalización parecía alcanzar su cenit, y la supremacía norteamericana emergía como una superpotencia sin contrincante. Rusia se sumía en una crisis económica terrible, caminando sobre el abismo de una guerra civil, y China si bien demostraba altas tasas de crecimiento, estaba lejos aún de ser la segunda economía global. En 1990 no se encontraba ni siquiera entre las diez economías más grandes del planeta.

Los años 90 fueron años de crecimiento para los Estados Unidos, la cultura de esos años, es un fiel reflejo a los postulados norteamericanos del progreso económico -tecnológico, y una multiculturalidad optimista de una sociedad feliz e integrada. No resulta extraño que la Generación X surgiera como una contracultura a ese modelo de éxito nacional.

La visión del modelo Fukuyama, o al menos su visión final de desarrollo cultural humano, su “conclusión política de la historia”, comienza a tener otras voces que la enfrenten. En 1996 Samuel Huntington, un politólogo, profesor y director del Instituto John M. Olin de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard, publicó lo que sería, para algunos filósofos y politólogos, el libro que se adelanta (al menos teóricamente) al conflicto entre occidente y medio oriente a partir de los años dos mil: “El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial” (The Clash of Civilizations and the Remaking of the World Order). Una obra en donde se desarrolla una clasificación de civilizaciones actuales y se analiza su conflicto potencial.

Este libro ha sido ampliamente debatido y comparado con la obra de Francis Fukuyama. Una de las tantas interpretaciones hechas sobre el trabajo de Huntington, es que su obra aborda una nueva hipótesis de conflicto para los Estados Unidos, algo que la obra de Fukuyama parecía aplacar. Es posible tomarlo como un manifiesto de justificación preventiva para el “complejo industrial-militar”, tan bien descripto por el Presidente Eisenhower (el conjunto de empresas que forman la industria bélica en Estados Unidos y dinamizan gran parte de su economía).

A más de dos décadas de la publicación de estas obras, podemos ver que sus ideas han estado presentes, de una u otra forma, en el proceso de globalización. La economía de mercado triunfó como un modelo casi hegemónico, como establecía Fukuyama.

La integración y los procesos tecnológicos, fundamentalmente informáticos, modificaron el comercio, la comunicación, las relaciones humanas, de una manera global sin antecedentes en la historia. Sin embargo, la democracia liberal tiene aún un largo recorrido por hacer.

En cuanto a Huntington, las tensiones entre el mundo árabe y occidental no hicieron más que crecer, los intentos de integración latinoamericana y las crisis políticas africanas, entre tantos otros sucesos geopolíticos, afirmaban en parte los postulados de su obra. Sin embargo, ninguno de los conflictos descritos anteriormente, ha tenido un impacto tan grande como para alterar el orden global establecido el 26 de diciembre de 1991, cuando el Soviet Supremo de la URSS, la declaró formalmente extinta. Nacía la Federación Rusa, el fin del mundo bipolar, y una expansión globalizadora sin precedentes.

Las guerras en medio oriente, los actos terroristas de los años noventa y dos mil, las crisis económicas globales, incluso graves pandemias, no han hecho mella en el sistema de globalización de los últimos treinta años.

Nuevos jugadores se sumaron al tablero, Rusia se recuperó, China alcanzó a los Estados Unidos y fabrica buena parte de lo que los americanos y el mundo consume, tigres asiáticos emergieron. Despertaron los “BRIC” y volvieron a dormir por la crisis económica del 2008. Nuevas naciones se alzaron con arsenal nuclear, creando un mundo multipolar complejo e impredecible.

Y nada de todo esto fue capaz de producir, por citar un ejemplo: la crisis aerocomercial más grande de la historia, según fuentes especializadas, el primer declive en la demanda de pasajeros en casi dos décadas. No fueron amenazas terroristas, ni una nueva crisis del petróleo, sino producto de un ser microscópico: Covid-19.

El mercado aeronáutico no es un ejemplo al azar, la expansión de las rutas aerocomerciales a cada rincón del planeta, el libre tránsito de personas y factores productivos a lo largo y a lo ancho del globo, es un fiel reflejo para describir la economía global. Nunca estuvimos tan conectados, por ende, nunca estuvimos tan expuestos a una pandemia.

Fronteras cerradas, vuelos cancelados, estados de control policial, confinamientos masivos obligatorios y voluntarios, cese de actividades comerciales e industriales a gran escala, miedo global, barbijos en occidente, naciones aterradas ante el colapso de sus sistemas sanitarios. Miedo a la anarquía, temores civilizatorios que surgen en todo el planeta, incertidumbre a lo desconocido, temor al extranjero. Un cóctel explosivo detonado en cinco meses en todo el globo.

No sabemos con certeza si el covid-19 será un punto de inflexión histórico. Si tendrá el alcance ordenador que tuvieron fechas o eventos tales como la Conferencia de Yalta en 1945, donde Iósif Stalin, Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt, acordaron la creación de las Naciones Unidas y cuestiones de fronteras en la Europa liberada, pero fundamentalmente, le dieron inicio al largo periodo de tensión que hoy llamamos Guerra Fría. Ese orden global bipolar imperó hasta la disolución de la URSS en 1991.

La pregunta es, el año 2020: ¿Será recordado como estudiamos los eventos y las fechas de 1945 o 1991?, no podemos decirlo con certeza.

Sabemos que el neoliberalismo está en una encrucijada, es difícil concebir un mundo abierto donde el libre tránsito de personas y factores productivos está cerrado, o gravemente limitado. Tampoco podemos afirmar que los estados recaerán en sus nacionalismos rancios. Pero si es posible que el cierre de fronteras, la búsqueda por la vacuna, el miedo al extranjero, el temor en sí mismo, fomenta cierto patrón de “lo nacional”.

La historia registró muchas veces como se nutren los nacionalismos y autoritarismos de las crisis, pero, fundamentalmente, de los temores. Los estados se atrincheran frente al miedo, pocos eventos fomentan tanto el conflicto entre las naciones como el miedo a lo desconocido, a lo impredecible.

 ¿Del neoliberalismo al neo-nacionalismo?, una recordada frase de Karl Marx expresaba: «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa»

Tragedia o farsa, aquí estamos, esperando un desenlace en el mundo Covid-19.

Por Leonardo Güi – Abogado – Docente UBA – UCES