Por Diego Avancini*
La reforma laboral enviada por el Poder Ejecutivo para su tratamiento en el Congreso Nacional constituye un paso indispensable para terminar con un sistema que, lejos de proteger, terminó condenando a millones de argentinos a la informalidad y al estancamiento.
Durante décadas, una legislación rígida y obsoleta fue utilizada por dirigentes sindicales para sostener privilegios personales, mientras los trabajadores padecieron salarios deteriorados, empleos que nunca llegaron y pymes que no podían crecer sin afrontar riesgos jurídicos abusivos.
Esta reforma viene a cambiar esa lógica, porque protege al trabajador que necesita empleo, estabilidad y futuro, y devuelve a las pymes el oxígeno para producir más, con menores costos improductivos y a precios más accesibles para toda la población.
El nuevo esquema indemnizatorio, similar a los modelos aplicados con éxito en Austria, Brasil y otros países que redujeron la informalidad, garantiza que cada trabajador cobre lo que le corresponde “sin quedar atrapado en juicios interminables”. Es previsibilidad para quien emplea, pero también seguridad real para quien trabaja.
A esto se suman contratos modernos, teletrabajo flexible, banco de horas, beneficios no remunerativos transparentes y un régimen que incentiva la formalización de miles de trabajadores que hoy están “en negro”, sin aportes ni cobertura social.
No se pierde ningún derecho adquirido: la reforma mantiene intactos aguinaldo, vacaciones, licencias, aportes y todos los pilares esenciales de la relación laboral. En una Argentina donde casi el 50% de la fuerza laboral está fuera del sistema, esta modernización ordenada es la llave para que el trabajo vuelva a ser un camino genuino de progreso.
Las pymes, el verdadero motor productivo del país y de distritos como Tigre, son las grandes beneficiarias. La reducción de cargas distorsivas, la eliminación de multas arbitrarias, el fin de la “industria del juicio” y la implementación de reglas claras se traducen en más empleo, más inversión y mayor capacidad para producir bienes nacionales a precios competitivos.
Cuando baja el costo laboral no salarial y se recupera la seguridad jurídica, disminuye la presión sobre los precios finales y mejora la competitividad de la industria nacional. Así funciona en todos los países que lograron crecer en serio.
Y precisamente por eso, algunos sectores están tan preocupados: “sin poder extorsivo, sin relato y sin privilegios, los argentinos podrán desarrollarse sin intermediarios ni dependencias”, que muchas veces bloquean el progreso ajeno para preservar su propio beneficio.
Hoy, con el proyecto finalmente girado al Congreso, podemos hablar en concreto. Resulta llamativo escuchar a quienes venían anunciando catástrofes sin haber leído una sola línea de la propuesta; ahora deberán contrastar su discurso con un texto serio, moderno y orientado al crecimiento del empleo y la producción.
En una próxima nota me referiré en detalle a los principales puntos de la reforma, para que los trabajadores, las pymes y toda la comunidad tigrense conozcan exactamente de qué manera esta transformación volverá a poner en marcha a la Argentina.
*Diego Avancini – Concejal de Tigre.
