Cuando señalizamos la casa de donde secuestraron a mi abuelo, fuimos con mi hermana a llevarle una invitación formal a mi abuela, la única que lo conoció en esa época, nunca habíamos podido hablar del tema.
Nos dijo que Roberto “se sabía todas las leyes laborales, que por eso se lo llevaron”. Me emociona cuando me dice que era muy estudioso, que era delegado de base y que representaba a sus compañeros reclamando por condiciones básicas de seguridad en la química en la que trabajaba. Que dos compañeros habían tenido problemas graves de salud por haber limpiado un tanque sin esas condiciones garantizadas. Me cuenta que incluso llegaron a tomar la fábrica para pedir la reincorporación de 28 compañeros que habían sido despedidos. Mi abuela me dice que todavía, aún hoy, tiene una sensación de miedo cuando camina por la calle. Que lo siente en el cuerpo. No se olvida de los autos que la vigilaron durante muchos años.
Hace poco leí un texto de la antropóloga y doctora en Ciencias Humanas, Ludmila Catela Da Silva, y entendí lo que nos pasa a lxs familiares de desaparecidos. Nunca dejamos de buscar. Algunos con esperanzas de encontrar los cuerpos, en mi caso me dijeron que es probable que mi abuelo haya estado en los vuelos por la zona de la que se lo llevaron. Sin embargo, la búsqueda está todo el tiempo y en todo espacio. Dice Da Silva que la figura del desaparecido desarma el ritual de muerte. No hay un cuerpo, no hay sepultura, no hay momento de duelo. No hay un lugar ni un tiempo definido para realizarlo. Entonces así quedamos lxs familiares, aferrados durante años. La autora también observa las maneras que fuimos encontrando para sanar. Para elaborar lo que nos pasó, para sanar esa herida que aún llevamos. La mayoría de lxs nietxs de desaparecidxs nacimos ya con esa historia y debimos aprender a elaborar una pérdida que en realidad no tuvimos, sanar un dolor que no es nuestro sino heredado, pero que nos toca. Apropiarnos es fundamental para poder hacer algo con eso que en realidad nos pasó. Mi papá tenía 5 años cuando se llevaron a mi abuelo y hace muy poquito empezamos a poder hablar del tema. Empezamos a hacer ese duelo. Las marchas, las fotos, las baldosas por la memoria. Todos símbolos que forman, en definitiva, parte de eso. Seguimos buscando, buscamos en los archivos, toda la información que podamos tener es valiosa, buscamos compañerxs de militancia (mi abuelo militaba en el PRT-ERP de Munro), nos hace sentirlo más cerca. Exigimos financiamiento para el Equipo Argentino de Antropología Forense. Lxs nietxs de desaparecidxs necesitamos encontrar los cuerpos de nuestrxs abuelxs. Necesitamos reparar, reconstruir una historia que ya no es sólo nuestra.
Hacemos memoria. Reflexionamos acerca de lo que nos pasó. A todxs. Sobre los lazos de solidaridad que la dictadura buscó romper y los efectos del plan sistemático de exterminio que aún persisten en el presente. Recuperamos las historias de lxs 30 mil, el legado de lucha que vive en quienes lxs recordamos. Enfrentamos al odio en un encuentro colectivo que nos une intergeneracionalmente por el Nunca Más. Para que el pasado de horror quede definitivamente atrás. Para que el odio nunca más vuelva a instalarse como política de Estado. El 24 de Marzo nos encuentra todos los años en un ritual para seguir sanando.
Por Ana Tauil – Socióloga – Integrante de NIETES
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