Por Mariano Visoso*
Cada 1° de mayo recordamos que el trabajo no es sólo un derecho: es el motor silencioso que construye sociedades más justas, vivas y solidarias.
En Tigre, ese espíritu tiene raíces profundas en el vecinalismo: en el esfuerzo cotidiano de los vecinos que, organizados y comprometidos, transformaron su entorno mucho antes de que las políticas públicas pusieran su mirada sobre ellos.
El vecinalismo —esa forma de organización local basada en la participación ciudadana— es, en sí mismo, una expresión de trabajo. Un trabajo no remunerado, muchas veces invisible, pero profundamente necesario. Reuniones, gestiones, reclamos, obras comunitarias: todo ello es posible gracias a vecinos que, lejos de esperar soluciones externas, se organizan para transformar su realidad inmediata.
Ricardo Ubieto y su Acción Comunal supieron interpretar mejor que nadie esa identidad. Su gestión no sólo respetó al movimiento vecinal: lo fortaleció y lo convirtió en base de una transformación histórica. Creyeron en el trabajo comunitario, en la palabra del vecino común, en la capacidad de cada localidad para impulsar su propio destino. Su modelo de gobierno no fue de imposiciones, sino de construcción colectiva: sociedades de fomento, clubes de barrio, centros culturales, Leones, Rotarios y comisiones vecinales encontraron en él un interlocutor real, un socio para el desarrollo.
Gracias a ese espíritu, Tigre dejó de ser un municipio postergado para convertirse en ejemplo de crecimiento urbano, cultural y social. Se recuperaron plazas, se mejoraron los espacios públicos, se construyeron escuelas, centros de salud y espacios de participación. Y todo esto no fue obra de un líder aislado, sino de una comunidad activa, organizada y reconocida.
Hoy, cuando las formas de empleo y participación se diversifican y desafían las viejas estructuras, es vital volver la mirada hacia esas experiencias comunitarias. Ellas nos enseñan que el trabajo no es sólo un medio de subsistencia, sino también un acto de construcción social. En cada plaza recuperada, en cada reclamo, en cada fiesta barrial organizada a pulmón, late la misma energía que mueve a los trabajadores del mundo: la voluntad de crear, sostener y mejorar la vida compartida.
Recordar al Gran Contador Ubieto, también en esta fecha, es rendir tributo a la cultura del trabajo que nos enseñó que una cultura que entiende que el progreso verdadero no se decreta desde arriba, sino que se construye, día tras día, con el esfuerzo de todos.
*Mariano Visoso – Profesor de Historia – Consejero Escolar de Acción Comunal