Por Rodolfo Hyland
Tigre es uno de los distritos más privilegiados del conurbano: tiene ríos, acceso directo a la Ciudad, una industria turística instalada, desarrollo inmobiliario, universidades, clubes deportivos de primer nivel y miles de vecinos que se rompen el lomo todos los días para salir adelante. ¿Cómo puede ser que, con todo ese potencial, sigamos atados a problemas básicos como la inseguridad, los pozos en las calles, las ambulancias que no llegan o las escuelas que se caen a pedazos?
El problema no es Tigre. El problema es cómo se lo gestiona. O mejor dicho, cómo se lo viene usando.
Durante años, el municipio fue tratado como una caja política, no como un lugar que se administra con responsabilidad. Cambian los nombres, cambian los colores, pero la lógica es siempre la misma: conservar el poder, repartir cargos, alimentar estructuras clientelares y mantener al vecino entretenido con actos, eventos y anuncios que no resuelven nada.
Mientras tanto, se pierde lo más valioso: el tiempo. Porque con buena gestión, Tigre podría liderar el cambio en el conurbano. Podría ser una ciudad modelo. Una referencia de desarrollo, seguridad, orden y libertad.
¿Qué se necesita? Decisión política. Coraje para recortar privilegios, eliminar gastos inútiles, modernizar el Estado y liberar al sector privado para que genere empleo real. Tigre necesita dejar de poner el foco en el marketing y empezar a hacer lo que hay que hacer, aunque no sea simpático.
Yo no vengo de la política. Vengo del sector privado. Conozco cada rincón de Tigre porque trabajo acá, invierto acá y hablo todos los días con vecinos, comerciantes y emprendedores que ya no se comen el verso. Por eso me metí: porque estoy convencido de que hay otra forma de hacer las cosas. Con planificación, con datos, con eficiencia y con sentido común.
Es hora de convertir el “Tigre que podría ser” en el Tigre que realmente sea. El desafío es enorme. Pero la oportunidad también.