Por Agustina Ciarletta*
Hoy, como todos los 8 de Marzo, las mujeres nos movilizamos en distintos puntos del país para hacerle honor a la lucha que venimos llevando a cabo, a los logros conseguidos, para marcar lo que todavía se nos niega y para plantear nuevos desafíos, que por cierto, son muchos.
En 2015 la consigna “Ni Una Menos” logró que diversos sectores del feminismo y, lo más relevante, mujeres independientes sin afiliación política, confluyeran en un gran movimiento logrando poner en agenda problemáticas históricas que nos atraviesan a todas; desde la violencia de género, la desigualdad en el mundo laboral hasta la participación en los ámbitos de decisión política. A pesar de que el kirchnerismo haya querido monopolizar y apropiarse de las consignas del feminismo, como lo hiciera con los Derechos Humanos, anulando y despreciando puntos de vista distintos, las mujeres de todos los colores políticos supimos mantener la unidad ante lo esencial: la defensa de nuestros derechos.
Este largo camino, por ejemplo, sirvió para evidenciar el componente de género que contiene el asesinato de una mujer por razones machistas. Conseguimos que los medios de comunicación hablen de femicidio y no de “crimen pasional”, termino que no solo minimiza el hecho, sino que lo reviste de un halo de “amor incontenible”. También logramos incorporar la perspectiva de género en el diseño de las políticas públicas de muchas provincias y municipios, y acelerar el proceso de paridad de género en los cargos electivos. Pero, sin duda lo más importante es que las mujeres aprendimos a cuidarnos, acompañarnos y defendernos entre nosotras.
Hablemos con números. Datos brindados por el INDEC y otros organismos dan cuenta del desacople entre las capacidades de las mujeres y el lugar que ocupan en diferentes espacios de liderazgo. En el caso del ámbito laboral y a pesar de que son más mujeres que varones las que han terminado una carrera universitaria, la participación de las mujeres en puestos de decisión es menor hasta en un 25%, y sólo entre el 7,4% y el 20% (dependiendo del sector) ocupa altos puestos directivos. Esto quiere decir que sigue primando una mirada masculina del liderazgo, contra el esfuerzo y el mérito de las mujeres que están mejor capacitadas.
La brecha de género se expresa también en la tasa de empleo que es un 20% menor en el caso de las mujeres. Y esto no es porque las mujeres no quieran trabajar tanto como los varones, sino porque es extremadamente difícil, y más en un contexto económico tan desastroso como el actual, sostener las tareas de cuidado del hogar y tener un trabajo fuera de casa. Cuidar a los chicos, cocinar, limpiar, ordenar y llevar la administración del hogar en general siguen siendo tareas femeninas. Y si bien la última década fue testigo de algunos cambios respecto a la situación, la mirada general y el sentido común, sigue ubicando a la mujer en la casa (en el supuesto mundo privado e improductivo) y al varón en el trabajo (el mundo público y productivo). Las mujeres duplican a los varones en las horas diarias dedicadas al cuidado de miembros del hogar y superan en 1:30 horas a sus pares en el tiempo destinado por día a las tareas domésticas (ENUT 2021). Hasta que los varones no asuman la responsabilidad compartida de las tareas de reproducción social (los hijos) y que las mujeres no demanden que así sea, el cambio será muy paulatino. Sin embargo cabe señalar que si comparamos estos datos con los de hace 20, 30 o 50 años, el avance es sorprendente. Sin duda vamos por un buen camino.
En lo que respecta a la violencia, y a pesar de la gran visibilización del tema, no se ha podido bajar la cantidad de femicidios ya que no ha descendido el promedio de más de 300 asesinatos anuales. El enfoque que el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad ha tenido desde su creación ha sido muy preciso en conceptualizaciones sociológicas y antropológicas, pero muy poco práctico a la hora de cambiar la realidad de las mujeres y, como mínimo, salvar más vidas. Con la excepción de la Ciudad de Buenos Aires, la mayoría de las provincias y municipios no cuentan con una red de contención real para asistir a mujeres en situación de violencia. Tampoco existen refugios (o se cuentan con los dedos de la mano) que resguarden la integridad física de las mujeres y sus hijos. Es una severa falta del Estado, y no por falta de recursos, sino por un enfoque que de tan intelectual e ideologizado, se termina alejando de las necesidades concretas de las mujeres.
Por último quisiera referirme con especial énfasis al rol de la mujer en la política. Entiendo que la política es la cualidad que tenemos los seres humanos para transformar las diferencias en consenso, para transformar lo injusto en justo. Es, sin duda, la mejor herramienta para construir un mundo mejor. Respecto a la desigualdad en el ámbito político la ONU señala que sólo 17 países están presididos por una Jefa de Estado, y 19 países tienen Jefas de Gobierno y las mujeres representan el 22,8 por ciento de miembros de gabinete dirigiendo ministerios. Sin embargo estas cifras son más altas que las que contábamos hace 5 años, y aunque el avance haya sido leve -27 contra 34- es un avance. En lo que respecta a nuestro país, de los 24 ejecutivos distritales (provincias más CABA) solo dos son ejercidos por mujeres. En el campo legislativo el número es menos obsceno, ya que las mujeres representan un 43,6 por ciento de las cámaras. Pero en la corte suprema la cantidad de mujeres es cero. Por su parte, en la Provincia de Buenos Aires, de los 135 intendentes, solo 9 son mujeres, un 6,6%. Es alarmante y nos habla de la necesidad de redoblar los esfuerzos para llenar de mujeres la política y los espacios de decisión.
La lentitud del cambio tiene que ver con las estructuras de poder donde la lógica masculina está históricamente arraigada. Nuestra tarea consiste en acelerar la tendencia de cambio y utilizar la política para mejorar las esferas antes mencionadas (trabajo y violencia). Estoy convencida que más mujeres en lugares de decisión constituye un factor indispensable para mejorar la vida de todas y todos. Sin mujeres en política, no hay política que valga.
* Agustina Ciarletta – Concejal de San Fernando