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Si la tocan

Por Sebastián Plut (*)

I. Todos sabemos que persiguen a Cristina. Lo saben ellos, lo sabemos nosotros. Lo sabés vos, lo saben ella y él. También entendemos por qué la persiguen. Un porqué que condensa motivos varios y objetivos también numerosos. A esta altura, decirlo, explicarlo, tiene el sonido de la redundancia.

Si la Torá dice “Justicia, justicia perseguirás”, ellos parecen tener otro imperativo. Su religión les ordena “A Cristina, a Cristina perseguirás”.

Escuchamos a diario que la persiguen e invariablemente, ante esa escena, en mi interior se despierta una respuesta: “la persiguen, pero no la alcanzan”. Lo sé, es solo una humorada que apenas cumple su función de aligerar la carga de una realidad hostil, adversa.

II. La sentencia ya está escrita. Esto también lo sabemos todos. Lo saben ellos, lo sabemos nosotros. Lo sabés vos, lo saben ella y él. Que esté escrita en el expediente tal vez sea secundario, pues lo esencial es que la escribieron en el alma de quienes la condenaron sin pruebas y antes de todo juicio. Más aun, el juicio les parece solo una demora, una tardanza innecesaria. La sentencia está firmada, por lo menos, desde 1955.

III. Aquí no hay paranoicos, nadie ostenta un delirio de persecución. Más bien, el delirio que han creado es el de la corrupción. Encienden a diario el fantasma de la corrupción, al punto que parecen gozar cual si fuera una fantasía sexual masoquista.

IV. En la corrupción se une, se junta, se mezcla, lo que debería estar separado: lo público y lo privado pierden sus límites, copulan. Así sucede, por ejemplo, cuando los millones de sujetos que habitamos este suelo quedamos endeudados por un siglo para que unos pocos embolsen un patrimonio cuyas familias gozarán por siglos. Así sucede, también, cuando un fiscal juega un partido de fútbol con un expresidente. Esto también lo sabemos todos. Lo saben ellos, lo sabemos nosotros. Lo sabés vos, lo saben ella y él.

V. La justicia tiene diversas funciones, entre ellas facilitar la renuncia a la hostilidad de quien se supone víctima. Sin embargo, así sucede cuando la justicia interviene desde la ética. En cambio, cuando la justicia es solo un doble del odio, su espejo, no permite el acceso a la mencionada renuncia. Eso se ha visto estos días en la violenta manifestación contra CFK en su propio domicilio. Se ha visto en el tuit de un legislador que, contra todo orden normativo, pide, propone, pena de muerte para la Vicepresidenta. De nuevo, otra corrupción sucede cuando justicia y odio se amalgaman, hacen colecho, en lugar de distanciarse.

VI. Por odios personales, por razones políticas y por intereses económicos quieren que Cristina esté presa y proscripta. Sin embargo, y al mismo tiempo, manipulan la práctica de las paradojas desquiciantes, ya que puede importarles poco si resulta presa. Por un lado, como ya señalé, porque el fallo ya está grabado en ese tacho de basura que lleva por nombre “opinión pública”. Por otro lado, y esta es la columna vertebral del odio, porque ellos van por el alma, porque saben que la realidad es el producto performativo del alma.

VII. En estos días, miles de palabras e imágenes que vomitan a cada segundo hacen pensar, sentir, ver, que Cristina ya está presa. En la euforia iracunda de quienes la odian, ella ya está entre rejas. Quienes manejan los hilos, sin embargo, saben que no es así, saben que eso llevaría bastante tiempo más o que quizá eso nunca suceda. Pero los exaltados con aspiración a guardiacárceles no lo pueden suponer, no lo pueden tolerar. ¿Acaso no lo saben los que todo lo digitan? Sí, sin duda lo saben. Y no solo lo saben, sino que ese es su recurso. Cuando mañana o, a más tardar, la semana próxima Cristina siga en el Senado, en su casa, en el Instituto Patria o en el Calafate, el resultado será el incremento de la frustración y la furia de quienes todos estos días alucinaron y la vieron con el traje a rayas.

VIII. Del mismo modo, sería ingenuo creer que los dueños del dinero, de los medios y de la justicia no anticiparon la reacción popular contra el abuso de poder. Esta reacción es, en un mismo acto, una respuesta genuina de quienes resisten a la arbitrariedad y un producto diseñado por aquellos propietarios. Esto también lo sabemos todos. Lo saben ellos, lo sabemos nosotros. Lo sabés vos, lo saben ella y él. No escapaba a sus cálculos, al contrario. Porque ellos, insisto, van por el alma, a la que tocan por el costado del odio y por el del desánimo; por vía de la frustración y por vía del dolor.

IX. No van por ella, dijo ya hace tiempo CFK, sino por todos nosotros. Y tampoco van por una persona, sino por el estado de derecho. El fiscal pide 12 años de cárcel, y los odiadores parecen gritar “ahora 12”, cual si fuera la venganza por haber concebido que todos y todas puedan gozar del consumo de bienes y servicios. Esto también lo sabemos todos. Lo saben ellos, lo sabemos nosotros. Lo sabés vos, lo saben ella y él.

X. “Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar” es la melodía y el sintagma que devino en síntesis de los acontecimientos. Los medios hegemónicos intentan traducir aquella frase cual si fuera una amenaza. También pretenden que muchos vean en el texto la pasión enceguecida de un montón de fanáticos. Sin embargo, no hay en la frase ni amenaza ni ceguera. No hace falta reflexionar mucho para entender qué es un/una líder, cuál es su contenido, su potencia representativa y su relación con los ideales colectivos. El saber popular goza de inteligencia al enunciar el verbo tocar. Porque si se toca lo que no se debe tocar, como sí sucede cuando un fiscal juega al fútbol con un expresidente, se corrompen lo público y lo privado, y el desenlace es el caos. Esto también lo sabemos todos. Lo saben ellos, lo sabemos nosotros. Lo sabés vos, lo saben ella y él.

* Sebastián Plut – Doctor en Psicología. Psicoanalista.

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