¿Servicio Militar obligatorio o voluntario?

Por Martin Balza*

El Servicio Militar Obligatorio (SMO) se implantó en 1901 mediante la ley 4.031, y junto con la ley 1.420 de Educación Primaria, Gratuita y Obligatoria de 1884 –ambas promulgadas durante las presidencias del general Julio A. Roca– fueron factores homogeneizadores de nuestra sociedad.

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El SMO contribuyó a la alfabetización con las escuelas primarias que funcionaban en los cuarteles; inició a muchos jóvenes en hábitos de disciplina, orden e higiene; logró serios relevamientos médicos y rompió barreras sociales permitiendo el fraternal encuentro entre todos los estamentos. Además, unió bajo una misma y, a veces, desconocida bandera e hizo cantar un Himno común al hijo del inmigrante con el nativo de nuestro suelo. En la segunda mitad del siglo XX, el SMO fue paulatinamente perdiendo vigencia. Fueron determinantes para ello los golpes de Estado cívico-militares y los enfrentamientos internos entre facciones de las Fuerzas Armadas, en los que murieron inocentes jóvenes; la desaparición de más de cien soldados durante la última dictadura, posteriormente blanqueados en dudosas actas de deserción; la despreocupación, en algunos casos, por el bienestar de la tropa; el empleo de soldados en actividades ajenas al servicio y las duras sanciones y penas contenidas en el Código y en la Reglamentación de Justicia Militar. Además, a partir de 1985, solo era incorporada el 20% de la clase sorteada.

El 29 de mayo de 1993, en oportunidad del Día del Ejército en Santa Rosa (La Pampa), ante el presidente de la Nación, Carlos S. Menem, y altas autoridades nacionales, entre otros conceptos, expresé: “El SMO cumplió un ciclo trascendente, pero hoy resulta anticuado. En el marco del proceso de modernización y reforma para lograr una institución acorde con las necesidades de la defensa nacional, el nuevo contexto internacional y la evolución científica y tecnológica, hemos diseñado y solicitamos el Servicio Militar Voluntario (SMV)”.

Sin duda, la experiencia y multiplicidad de enseñanzas adquiridas en la guerra de Malvinas tornaron no solo conveniente sino imprescindible la concepción de un Ejército totalmente profesional, apto para desempeñarse específicamente, y esas evaluaciones fueron determinantes para solicitar el trascendental cambio, con miras al Ejército del siglo XXI.

No obtuvimos respuesta alguna del gobierno. Un año después, en 1994, un lamentable hecho delictivo ocurrido en el sur del país y rápidamente esclarecido, la muerte del soldado Omar Carrasco, actuó como elemento catalizador y, ante una justificada protesta social, el presidente Menem decidió adoptar el SMV. Esa aspiración del Ejército que los combatientes de Malvinas pedíamos y esperábamos se vio finalmente cumplida.

Desde el punto de vista social, el SMV mantiene la igualdad y la equidad de género; facilita acceder a estudios secundarios y universitarios fuera del horario de actividades; otorga antigüedad y aportes en términos jubilatorios; proporciona una retribución mensual superior al salario mínimo; al finalizar el servicio se obtiene prioridad para la incorporación a la administración pública y otorga facilidad para créditos de vivienda.

Desde la óptica profesional, el SMV logró un alto rendimiento operativo y una sensible mayor capacitación para desempeñarse en el sistema de defensa nacional; permitió constituir reservas capacitadas; facilitó un mayor rendimiento al poder permanecer hasta ocho años en la Fuerza; logró un mayor entusiasmo profesional en los oficiales y suboficiales al tratar y ejercitarse con personal altamente instruido y capacitado para operar en los mayores niveles de comando. También es importante señalar que evitó la incorporación de jóvenes sin vocación ni interés. La predisposición anímica y no compulsiva para la vida militar fue determinante para el objetivo impuesto.

Es muy lamentable que algunos sectores no valoren en su justa dimensión lo que significó el SMO para nuestra Argentina, pero también lo es que ignoren la transformación y el aporte del SMV a la esencia de la defensa nacional.

A fines del siglo pasado, en el Ejército pudimos apreciar que la adopción del SMV impuso profundos cambios de índole cultural y estructural. Fueron cambios que abarcaron tanto la instrucción y adiestramiento de los voluntarios como el funcionamiento de las unidades, pasando por el equipamiento, el trato personal, las situaciones legales, la transformación de mentalidad de nuestros oficiales y suboficiales. Me permito recordar que estos últimos constituyen la columna vertebral de la Fuerza.

No se trató de una simple sustitución de un sistema por otro. Fue un giro copernicano que reconvirtió a una institución vertebral de la Patria y, por lo tanto, a la sociedad en su conjunto.

*Martin Balza – Ex Jefe del Ejército Argentino, veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.