Seamos Democráticos, que lo demás no importa nada

Hoy se cumplen 37 años del inicio del regreso del régimen democrático a la República Argentina. La presente fecha debe interpelarnos a que jamás olvidemos que resulta imperioso defender dicho sistema a pesar, y sobre todo, sin importar, las promesas (generalmente falsas) que cualquier gobernante o adulador pueda ofrecernos pero a cambio de cercenar nuestra libertad de elegir, de forjar nuestro destino y de peticionar a nuestros representantes. Para quien considere que los derechos anteriormente destacados merecen ser sopesados respecto a los resultados económicos que un sistema democrático puede producir, es menester recordarle que al presente día, la mayoría de los países cuyos ciudadanos padecen gobiernos autoritarios han visto disminuido en proporciones insoportables sus ingresos y su calidad de vida. Un ejemplo reciente de ello resulta ser Venezuela y dos de triste y extensa duración son Cuba y Corea del Norte. Si se intentara utilizar el método de “política comparada”, utilizado por los estudiosos de las Ciencias Políticas, y se argumentara como prueba de que la hipótesis aquí vertida es errónea, a través de la mención del éxito económico de la República Popular de China, cuyo sistema político es anti-democrático, cabe destacar dos respuestas. La primera alude a que resulta imposible dilucidar qué resultados económicos podría haber obtenido u lograría en el presente el país asiático en caso de transitar hacia un sistema electoral democrático. A modo de ejemplo, en 1950, tanto la economía China como la de Corea del Sur presentaban una extensa pobreza, falta de infraestructura pública y escaso o nulo crecimiento económico. Pero luego de ello, ambas naciones comenzaron un crecimiento vertiginoso de su actividad económica que ostentan hasta el presente lustro. Cada una optó por regímenes opuestos, la primera continuó con un acentuado esquema represivo y autoritario mientas que la segunda, a partir de 1987, y luego de un aumento considerable en sus niveles de PBI per cápita, conquistados durante un extenso período dictatorial, realizó una marcada transición hacia un esquema de poder democrático, el cual no abortó el proceso de desarrollo económico iniciado durante la época totalitaria de Corea del Sur. Asimismo, entre los 10 países con mayor PBI del mundo, 9 de ellos presentan sistemas democráticos férreamente desarrollados. Ellos son, en orden de magnitud, Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, India, Italia, Canadá y España. La restante es China, el único país autoritario, de los 10 que ostentan el mayor nivel de riqueza en el mundo.

Con lo anteriormente descrito, considero que ha sido demostrado que la supuesta ineficiencia y/o ineficacia de la Democracia para producir resultados económicos provechosos y favorables para extensos sectores de la población y de las compañías radicadas en cada nación ha sido desmentida por completo. Sin embargo, resulta triste y lamentable escuchar con gran asiduidad, tanto en los medios de comunicación como en gobernantes oportunistas, y con mayor gravedad aún, en diversos sectores empresariales y de la ciudadanía, argumentos e ideas que pretenden instalar y resaltar la falsa característica de la debilidad o incapacidad del sistema democrático para producir resultados económicos satisfactorios.

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El fracaso económico argentino, y en mayor o menor medida de los países latinoamericanos en general, no radica en el sistema democrático que tanto nos ha costado conseguir y consolidar, sino más bien todo lo contrario. Reside en que hemos democratizado las “instituciones” pero no las “formas”. Y las formas de actuar hacen a la eficacia y la eficiencia de las instituciones. Se pueden emular y crear las instituciones y las leyes de las democracias más avanzadas y eficientes del mundo, más ello resultará en vano si la actuación de los funcionarios que dirigen las organizaciones públicas y la ciudadanía sobre la cual se aplican dichas leyes son desatendidas por completo. El fracaso sistemático de esta copia de las instituciones pero no de las “formas de actuar” ha sido tan notorio en países latinoamericanos que los politólogos han llamado a dicho proceso “isomorfismo institucional”.

Entonces, ¿Es la democracia la que está fallando? ¿O en realidad convivimos con un sistema democrático débil, poco desarrollado, con escasa participación ciudadana, la cual no se encuentra informada respecto a los actos de los funcionarios públicos y a raíz de ello no puede elegir/sancionar a sus dirigentes políticos en razón de sus actos? ¿Es un país en el cual pueden sostenerse en su cargo dirigentes sociales, municipales, o Gobernadores Provinciales durante más de 30 años, una Democracia seriamente establecida?

La Democracia Republicana es el gobierno de una mayoría a la cual se le aplican “frenos y contrapesos” a través del sistema judicial, a fines de que no se convierta en la tiranía de la mayoría ¿Estamos seguros que Argentina presenta un régimen Democrático y Republicano tanto en su nivel institucional como en su nivel conductual?

La Democracia no es ni más ni menos que el consenso en un destino y proyecto común al cual se arriba luego del debate y disenso de ideas e intereses diferentes o incluso contra-puestos. La única herramienta que posibilita semejante milagro civilizador es el diálogo honesto y transparente entre pares que opinan, sienten y precisan materializar diferentes objetivos pero que no desisten de ser semejantes. Si cada partido político observa en las demás agrupaciones sociales y en aquellos ciudadanos que no son “sus votantes” a sujetos que no merecen consideración alguna, o ser escuchados, y peor aún, que no ostentan el derecho a ser considerados en el accionar diario de las entidades estatales, el diálogo se interrumpe automáticamente y la nación se sume en un escenario pre-democrático, el cual no es sub-sanado por la celebración de elecciones periódicas (como es el ilustrativo ejemplo de Venezuela).

No existe mayor símbolo o estimador de que la cooperación política y económica se encuentra funcionando correctamente en determinado país que la estabilidad, fortaleza y confianza en la moneda emitida por dicha comunidad política. Los argentinos ahorran en dólares porque no confían en que el Poder Ejecutivo se abstenga de cometer excesos y falsas promesas electorales a través de la irresponsable emisión monetaria; a su vez no depositan dichos dólares ahorrados en el sistema bancario porque tampoco creen en que el Poder Judicial proteja su propiedad privada (luego de haber sufrido dos confiscaciones bancarias en 1989 y 2001) y tampoco invierten los referidos ahorros nominados en la divisa norteamericana debido a que el Poder Legislativo no emite leyes necesarias y racionales para su desarrollo (más bien aumenta mediante sus leyes la carga impositiva, tanto para las empresas como para los ciudadanos; beneficia a condenados de crímenes severos con aplicaciones como la ley del 2×1; o aprueba presupuestos elaborados por el Poder Ejecutivo que desde su formulación se intuye que no se condicen en probabilidad alguna con la realidad que con mayor probabilidad ocurrirá, entre otros aspectos). La destrucción y pérdida de valor de nuestra moneda y su consecuente debacle económico no son producto del sistema democrático que poseemos, sino mas bien, es el resultado de la ausencia de dicho sistema. Solo somos Democráticos en las formas, mas no en nuestra conducta. Y la divisa extranjera nos interpela día tras día reflejándonos ello.

Es hora de de ser democráticos. Es hora de recuperar y refundar nuestra moneda nacional.

“Sin Independencia Económica no hay posibilidad de Justicia Social” reflexionó el General Perón.

“Con la Democracia se Come, con la Democracia se Educa, Con la Democracia se Cura” interpeló el Dr. Raúl Alfonsín.

“Seamos Libres, que lo demás no importa nada” evocó el eterno y venerado General San Martín.

Los 3 tienen razón.

Es tiempo de unirnos, de perdonarnos, de dirigir nuestras fuerzas a la consolidación de un proyecto nacional que incluya a todos nuestros ciudadanos por igual, a la vez que logre el desarrollo, bienestar político y económico de nuestra población. Asimismo, por qué no, que nos permita alcanzar el ideal y sueño de patria grande latinoamericana por el cual todos nuestros próceres, junto a sus soldados y mujeres dieron la vida.

Los hermanos sean unidos,
Porque esa es la ley primera;
Tengan unión verdadera,
En cualquier tiempo que sea,
Porque si entre ellos pelean,
Los devoran los de afuera.

Lo dijo un tal José Hernández en respuesta a la división que reinaba en nuestro país.

Por Ezequiel Haedo