Se lo debemos a las pibas que nunca volvieron

Todo tiene un punto de partida, podemos empezar por la raíz de las violencias a las que estamos sometidas las mujeres y las personas de la comunidad LGBTIQ+, violencias invisibles como las responsabilidades domésticas, la desigualdad de poder o de dinero, las tareas de cuidado y los mandatos de género, estos se convirtieron en dispositivos de desigualación, que lo único que hicieron y que siguen haciendo es inferiorizarnos y vulneravilizarnos, que además de violentarnos, con el tiempo se han vuelto más eficaces y más difícil de desarraigar.

Según los datos del Observatorio MuMaLá: “Mujeres, Disidencias y Derechos” desde el 1 de Enero hasta el 30 de Mayo de 2021 hubo 143 muertes violentas de mujeres, travestis y trans, de las cuales 75 fueron femicidios directos.

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El 25% de las víctimas había realizado una denuncia a su agresor previamente.
¿Cuántas de nosotras tenemos que morir para que tomen en cuenta nuestras vidas?
El 71% de los femicidios fue en la propia vivienda de la víctima. Recordemos que estamos en pandemia, donde tenemos que estar en nuestras casas, cumpliendo con el aislamiento, el lugar en el que tendríamos que estar más seguras se termina convirtiendo en nuestro lugar de asesinato.

95 niñas, niños y adolescentes se quedaron sin madre en lo que va del año. Son infancias que tienen que vivir con la pérdida y el dolor de que a su mamá fue abandonada por el estado para después formar parte de la larga lista de femicidios que hay en nuestro país.

En el marco del Ni una menos y en nombre de las que ya no están vamos a seguir
exigiendo al Estado nacional que declare la Emergencia Ni una menos para resignar y priorizar los recursos humanos y económicos para la atención integral de mujeres e integrantes de la comunidad LGBTIQ+.

Nos matan a una de nosotras cada 38 horas.
¡Emergencia Ni una menos ya!

Por Yesica Benitez – Referente MUMALA Tigre