San Fructuoso: un lugar de mar, de historia y de sabores  maravillosos

Esta costa de Liguria se llama Golfo Paradiso. Nunca mejor puesto un nombre.

Para ir a San Fructuoso tomé una lancha desde Camogli.
También se puede llegar desde Portofino, Santa Margherita, siempre en lancha. El viaje es uno de los recorridos más hermosos de la Costa Ligure.
Que como dice la canción I found my love in Portofino, éste es un Angolo di Paradiso.

En la cubierta había tres nenes comiendo tremendos pedazos de focaccia, eran para una foto. Le pregunté a la madre si podía tomarla y me dijo que no! Allí caí en la cuenta de lo que había pedido.
A la Abadía de San Fructuoso se llega solo por mar, o caminando por distintos senderos desde Portofino.

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La pequeñísima bahía queda escondida y recién se la ve cuando la lancha dobla en el farallón. Lo que aparece ante nuestra vista parece una alucinación: la magnífica edificación de color blanco que ocupa el ancho de la playa, el color verde del bosque que la rodea y envuelve, los guijarros grises y el azul profundo del mar. Aturde los sentidos.

La historia dice que el monasterio se construyó en ese remoto lugar por indicación del santo, que fue martirizado en Tarragona, España en el año 259 D.C. 
Los primeros documentos que hacen mención del monasterio son del año 977. Eran diez los monjes benedictinos que llegaron buscando una surgente de agua dulce, que allí encontraron. En el siglo XIV el monasterio empezó su declinación y en el siglo XV fue abandonado por los monjes, en parte por las incursiones turcas y de piratas.
El complejo consta de tres niveles con un claustro superior del siglo XII y uno inferior del siglo X. 

La iglesia medieval se construyó entre los siglos XI- XVI mientras que la Abadía es del siglo XIII. 
En el siglo XIII la familia Doria tiene intervención, y construye en 1551 la Torre Doria para defensa del borgo y de la surgente de agua dulce de las incursiones de los sarracenos y el sepulcro familiar.  También hizo transferir a San Fructuoso el sepulcro familiar.
En el  museo hay cerámicas y las antiguas construcciones románicas.

Es compleja la explicación, pero el lugar es algo magnífico. Ni que decir lo que trabajaron y desde donde llegaron en los años que se construyó.
La restauración de la Abadía comenzó alrededor de 1960. La puesta en valor fue hecha con sumo cuidado y de manera creativa, como se puede apreciar en la foto de las columnas del claustro, de las cuales se sacó parte de lo que se había agregado, dejando al descubierto el original, que además es muy bello. Todas las columnas tienen un dibujo diferente. Durante tres años se trajo por mar lo necesario para ello. 
Después de visitar la Abadía y la iglesia, me quedaba tiempo para la próxima lancha, así que fui a comer al restaurante Giorgio, que queda en un extremo de la pequeña cala, sobre un promontorio, lo que permite tener una vista espléndida de la Abadía en un ambiente muy particular. Comí una ensalada caprese muy sabrosa.

Otra vez a bordo saliendo de la cala, diecisiete metros bajo el mar, hay una estatua de bronce del Cristo degli Abissi (Cristo de los abismos), sumergida en 1954. Mide 2,50 mts. Fue llevada hasta el fondo por muchos buceadores. Y como se imaginan, no la vi por más buena vista que tengo. Desde entonces tomó notoriedad el lugar. 
Si están cerca no dejen de ir, es un lugar único, de mar, de historia y de sabores maravillosos.

SILVANA SALVUCCI, autora de www.recorreitalia.com 
s_salvucci@yahoo.com.ar

Gran parte de éste texto se encuentra publicado originalmente en www.recorreitalia.com