Rompiendo los Cristales de un Techo que también Caerá

Mujeres, trabajo, techos no tan cristalinos y una historia teñida de desencuentros, tejen un entramado de realidad en donde las mujeres desean desarrollarse laboral y personalmente, a pura lucha para derribar mitos, creencias y objeciones a sus elecciones.

8M, una fecha para volver a poner en foco la lucha por las desigualdades de género. Personalmente llevo adelante una férrea defensa de las PyMEs y muy puntualmente de aquellas manejadas por mujeres. Hoy además, quiero desarrollar el lugar de la mujer trabajadora y su multiplicidad de roles, en lo esperado por la sociedad y en lo deseado por nosotras.

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Según datos del INDEC, un 47,2% de la población de mujeres Argentinas, se encuentran laboralmente activas, siendo su mayor tasa de actividad entre los 25 y 45 años. Entre los trabajadores, las mujeres son un 20% menos que los hombres, y la brecha también se nota en la duración de su trayectoria laboral, ya que muchas mujeres ingresan al mercado más tarde y se retiran antes.

El camino del trabajo en la vida de las mujeres resulta sinuoso, con permanentes entradas y salidas al mercado laboral, esto claramente se relaciona con la maternidad, el trabajo doméstico no remunerado y las tareas de cuidado asociadas tradicionalmente a las mujeres, por la naturalización de los roles sociales de género. A medida que aumenta la edad de los/as hijos/as se incrementa su participación en el trabajo registrado y no registrado.

Ahora bien, del total de las mujeres activas laboralmente, el 45,6% alcanza un nivel de instrucción universitario, mientras que en los varones es de 29,8%. A pesar de esto, la llegada a cargos de máxima dirección de Mujeres, es muy bajo, alcanzando tan solo el 32% en jefaturas y gerencias y solo un 10,4% en dirección de grandes empresas como lo indica un informe de la Comisión de Valores de la Bolsa de Buenos Aires (sobre empresas que cotizan en el mercado).

Por otro lado, encontramos a las mujeres emprendedoras y/o comerciantes, que encaran proyectos que les permitan además, desarrollar su rol de cuidadoras familiares y  de quehacer domésticos. Este modelo de trabajo auto gestionado, no cuenta habitualmente con redes de sostenimiento y ante las crisis es vulnerable.

En momentos de complejidad económica como los que vivimos, las mujeres notamos como la brecha salarial se profundiza y con la precarización laboral, llegan las pagas inequitativas. Si sumamos a eso el crecimiento de las mujeres como jefas de hogar (ya son 4.200.000 mujeres que asumieron ese rol), de las cuales más de la mitad es pobre, y el resto percibe salarios 32% más bajos que sus pares masculinos, podemos así comprender porque el acceso a la vivienda propia es casi un sueño, y entender el gran endeudamiento financiero que sufren para sacar su hogar y a su familia adelante.

Hablar de Techo de Cristal (Se lo denomina “de cristal” porque es invisible: se trata de una barrera que no cuenta con leyes ni códigos visibles que impongan a las mujeres un límite, sino que se observa al analizar el entramado de las carreras laborales de las mujeres.) en este punto y observando las desigualdades enumeradas, parece una burla. Es claro que una visión absolutamente machista nos pone a las mujeres en el lugar en el que estamos.

Experiencias de compañías que asumen el compromiso de trabajar en pos de reducir las brechas de género y promover la diversidad dentro de las organizaciones, han conseguido un mayor entendimiento de los mercados, mejor clima laboral, sentido de pertenencia, motivación y satisfacción de colaboradoras y colaboradores.

Por todo esto, nuestro mayor desafío es el tendido de redes como entramado de soporte social, a las mujeres que nos necesiten. El mentoreo como herramienta de desarrollo en sororidad. Y la necesidad de un cambio de Paradigma hacia una Mujer Empoderada y tomando el mando de las empresas. Esto solo se dará con mayor profesionalización, mas acceso a educación superior y posgrados, legislación acorde a las nuevas generaciones, reparto equitativo del cuidado y los quehaceres familiares y fundamentalmente con el cambio de los valores y las creencias organizativas que encarnan los altos mandos corporativos.

Es un camino que debe ser transitado en unidad y colaborando las unas con las otras. Involucrando a todos y todas en la creación de ámbitos laborales seguros y equitativos que fomenten el trabajo en equipo y no la competencia.

El Techo de Cristal, también se va a caer.

Por Paola Louys – Mesa Nacional Política Empresaria

polilouys@hotmail.com