Revoluciones Resignificadas

Una mirada ingenua de la Revolución de Mayo y el día de la Patria nos muestra la fuerza de personas que fueron construyendo identidad y poder,  donde erradicaron progresivamente la colonia y los representantes de la Corona Española. En la historia que aprendimos en los manuales escolares los próceres  son los hombres, mientras que las matronas, las negras vendiendo empanadas, las mujeres tejiendo en sus casas, cociendo y esperando a los héroes que hicieron la historia de nuestra Patria. Que la revolución fue solo fue de las elites. 

Los territorios que han sido colonializados y vivenciaron un proceso de emancipación a fuerza de sangre, siempre son complejos en su entramado cultural, social y religioso. El territorio de Argentina tiene aproximadamente 12.000 años. Cuando llegaron los conquistadores españoles existían aproximadamente 30 etnias, algunas regiones habían sido parte del imperio Inca, por lo tanto, esta llegada violenta y abusiva de los colonizadores en esta región también interrumpió un proceso natural de desarrollo de la población originaria en su evolución histórica. Sabemos que su vida era autogestiva y autosustentable, con distintas formas de organización en lo social, en su cosmovisión, paulatinamente, dentro de la colonia, fueron despojados de todo aquello que por siglos y generaciones conocieron se transformó en ese nuevo mundo de desigualdades, discriminación, violación, adoctrinamiento religioso, exportación de sus metales y piedras preciosas como de sus alimentos. 

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En 1780 comienza lo que algunos historiadores y recopiladores llaman “ las rebeliones plebeyas”. Sin entrar en detalles, todos y todas conocemos la historia de Tupac Amarú, su emblemático levantamiento indígena, cómo terminó y cómo fue inspirador para otras luchas. En otras regiones se produjeron rebeliones de esclavos, con un levantamiento de armas de los sectores más oprimidos por los conquistadores.  

Más tarde, en 1810, entramos en lo que se conoce como “las revoluciones criollas”. Para esta época existía una crisis de legitimidad del poder español en las llamadas Américas ya que estaba debilitado. Entonces, grupos representativos de esa época invocaron la “reversión de la soberanía”. Una difícil tarea y un proceso complicado de transitar, el de a quién imputar esa soberanía.

Ahora, después de tanto repasar algunas cuestiones históricas, nótese la resignificación de todo en la actualidad y la comparación que no deja de sorprender cuánto de actual tiene todo más de doscientos años después. La previa a nuestro gran día patrio, el 22 de mayo, como se lee en todos los textos, habían 450 invitados y pudieron participar, finalmente, 251. La mayoría votó para la deposición del Virrey Cisneros, quien claramente operó para que no participaran quienes no le convenía, pero no hubo consenso tan unificado para el reemplazo.

Llama poderosamente la atención que no importa el proceso histórico, el momento o el contexto, siguen existiendo las operaciones para imponer o deponer a alguien o algunos, en el poder y que, en las decisiones para hacerlo, participan hombres, no mujeres. Hoy, tampoco, identidades diversas.

Si leemos la historia entre líneas podemos interpretar, seguramente como más nos guste, pero no es posible ignorar cómo el problema de los recursos naturales, su explotación poco sustentable, todavía perdura la lucha de los pueblos originarios es siglo tras siglo. Cómo a la población más vulnerable se la discrimina y marginaliza; cómo el rol de la mujer, que fue tergiversado en los primeros que escribieron la historia de aquel continente que invadieron los colonizadores, donde existían comunidades y pueblos matriarcas, aniquilaron su historia y costumbre, reemplazándola por la occidental patriarca y despojada de respeto por la independencia de nada, de los territorios, de la naturaleza, de las mujeres y de las niñeces. 

Para cuando sucede el 25 de mayo de 1810, como consecuencia de esa Revolución de Mayo que se venía gestando, se conformó el primer gobierno criollo en el Cabildo de Buenos Aires, destituyendo el Virreinato y conformando la Primera Junta. Como todos y todas sabemos fue el inicio del proceso de surgimiento del Estado argentino y de la tan proclamada independencia.

No puedo dejar de pensar que no solo de hombres fuertes y valientes se conformó la revolución, sino de mujeres con carácter y voluntad. Pero más aun tuvieron el coraje de tener papeles fundamentales en el proceso de formación del Estado en la posrevolución. Esto no es caprichoso, conforme en nuestro continente se daban procesos de cambios y crisis, no solo con la corona, sino con su sistema opresor de las diferencias en la que se constituye la humanidad, del otro lado del mundo, ya había pasado la Revolución Francesa con todas sus consecuencias. Una muy importante para las mujeres fue justamente alzar la voz, ser visibles, participar y reclamar.  Las mujeres hicieron su revolución dentro de la revolución. Las mujeres se organizaron en movimientos y esto excedió Francia, porque fueron parte de movimientos que reclamaban igualdad como todos los movimientos revolucionarios del iluminismo. Y no estuvimos fuera del mismo, nuestras mujeres de las Américas formaron parte de las revoluciones.

Una de ellas, recordada desde no hace muchos años, “Parda María” ahora llamada pero no proclamada por todos y todas, “Madre de la Patria”. Se llamaba María Remedios del Valle. Nació en 1766, en la capital del Virreinato del Río de la Plata y tenía orígenes africanos. El 6 de julio de 1810 partió la primera expedición destinada al Alto Perú al mando de Ortíz de Ocampo. María Remedios acompañó a su marido e hijos a dicha expedición, quienes luego murieron.  La “parda” María luego combatió en Huaqui, en julio de 1811. Su historia sigue y no tiene mayor dicha que la de cualquier valiente prócer de la época. Pero tenía sus condimentos que la hacía estar en desventaja para destacarla en aquel entonces con honores y, luego, en la historia de nuestros orígenes patrios. Era mujer, negra y pobre.

La revolución de nuestros tiempos, sin dudas, es para resignificar todo aquello que nos hizo mal. Claro que no es para borrar la historia de un plumazo, no es para desmerecer aquellos que forjaron en este caso la patria. Resignificar acontecimientos nos hace ser mejores personas, es aprender de los errores, es poner en valor lo que en aquel momento no se tenía en cuenta pero que hoy es importante, es necesario y es sano para una sociedad más justa e igualitaria. 

Por Debora Galan – Diputada Provincial FR Todos