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Políticas inclusivas… ¿Cosa de Mujeres?

La paridad numérica ha sido sin dudas un gran primer paso para lograr visibilizar las desigualdades laborales- entre otras tantas- que nos impactan a las mujeres a diario.. pero ¿qué pasa con la paridad sustantiva? ¿Qué puestos de poder realmente ocupamos y dónde?

Confieso que soy de las que hasta hace unos años no creía en los cupos. Me autoconvencí de que la discriminación positiva también era un tipo de discriminación y confié en el mérito para alcanzar cualquier tipo de trabajo. Por supuesto que sigo creyendo en la capacidad individual y en el mérito propio… siempre y cuando en la carrera salgamos todos de la misma línea de inicio. Y eso, siendo mujer, no pasa.

Romantizar las historias de superación y festejar los casos de éxito aislados tras haber hecho sacrificios extremos solamente refuerza las brechas de género existentes. Así como las historias de las maestras que caminan 20 km por día por el medio del mato para dar clases en comunidades rurales debe ser algo a resolverse y no a aplaudirse, lo mismo debería suceder con la designación de mujeres en puestos de decisión y poder, porque por cada una que llega, otras veinte calificadas y capaces se quedan en el camino.

Ser mujer, joven-en la edad social y culturalmente asignada a la fertilidad- y participar en política implica muchas veces resignar anhelos personales, postergar la planificación familiar como y cuando una quiera, combinar día tras día el trabajo, el transporte, el estudio y las tareas de cuidado históricamente asignadas al género femenino (si es que no tuvimos la “suerte” de poder delegarlas en otras mujeres). Es que las tareas de cuidado no solamente salen a la luz puertas adentro del hogar ni en nuestros barrios: los lugares de toma de decisiones donde nos encontramos actualmente las mujeres en política siguen replicando estereotipos y feminizando algunas áreas por sobre otras.

Un ejemplo de esto me pasó ayer, 7 de marzo de 2022, cuando desde el Concejo Deliberante de San Isidro elegimos nuevamente autoridades de la comisión de Desarrollo Humano. Me alegré profundamente por haber sido electa secretaria y me entristecí por transitar, por tercer año consecutivo, una comisión puramente integrada por concejales mujeres. El nombre completo de la comisión es: Desarrollo Humano, Género, Familias, Niñez, Adolescencia y Tercera Edad, y, según el reglamento interno del Concejo Deliberante, compete a la comisión todo proyecto o asunto referente a dictaminar respecto de las políticas sociales destinadas a la promoción y asistencia a la familia, niñez, adolescencia, juventud, personas con necesidades especiales, adultas y adultos mayores. Del mismo modo tendrá a su cargo todo asunto relacionado con la problemática de género. Mi pregunta es: ¿A los concejales varones no les interesan estas temáticas? ¿No les parece relevante incidir en políticas públicas para mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad? ¿No les resulta atractivo discutir políticas de niñez sabiendo que pueden impactar directamente en sus hijos? ¿Se sienten cómodos sin opinar sobre la salud y el bienestar de sus adultos mayores?.

La comisión es sólo un ejemplo de la importancia de la participación de varones y mujeres en la toma de decisiones de políticas que afectan a la sociedad en su conjunto y buscan el bienestar, pero si seguimos delegando en las mujeres las temáticas históricamente asociadas a “lo femenino” como la educación, la salud, el desarrollo humano y la niñez seguiremos entonces hablándonos entre nosotras mismas y alegrándonos cuando una de nosotras es la excepción a la regla porque llega a un puesto jerárquico dentro de las áreas de economía, seguridad o trabajo.

Otro ejemplo donde necesitamos ahondar más profundo y reflexionar como sociedad es la creación del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidades, el cual ha abierto infinidad de debates agrietados sobre su finalidad, validez, presupuesto, resultados etc.  Si bien considero que agrandar el Estado no es la mejor opción en búsqueda de soluciones y que la clave está en la articulación público-privada con organizaciones barriales y del tercer sector, se le exige al Ministerio resultados por arte de magia casi de manera instantánea aislándolo del resto de las áreas de gestión pública y sin entender que somos un sistema. Si los ya existentes Ministerios de Educación, Seguridad, Empleo y Justicia no pudieron combatir la tasa de 1 femicidio cada 22hs, ¿qué nos hace pensar que el Ministerio de Mujeres podría hacerlo?. Es ahí donde entiendo que la función del Ministerio es desaparecer. Y no- según mi criterio- porque no funcione, sino porque ojalá llegue el día en el que no sea necesario contar más femicidios ni tener que capacitar a funcionarios públicos en perspectiva de género para que dejen de abusar laboral, física, económica, emocional y sexualmente de sus empleadas o compañeras de trabajo.    

Con la creación del Ministerio sentí lo mismo que en 2010, en una de mis primeras construcciones con la ONG Techo cuando escuché las palabras de un voluntario experimentado: “nuestra misión es desaparecer. Estamos para no estar más”. Y con el tiempo lo entendí: Construíamos viviendas de emergencia para visibilizar la problemática existente, trabajando todos los días para no tener que construir nunca más una vivienda así en barrios precarios, porque algún día no existiría ni una sola persona que la necesitara. Algún día no habría ni una sola persona más a la que le lloviera adentro de su casa.

La paridad sustantiva se trata entonces de posicionarnos en lugares de poder y de toma de decisiones que impacten de manera positiva en la sociedad, viéndola como un sistema interconectado e integral y no como listas vacías ni bancas conformadas por mitad hombres y mitad mujeres.  La paridad sustantiva busca que las mujeres gobernemos y ocupemos espacios claves para transversalizar la perspectiva de género en cada área, pensando en ampliar las oportunidades laborales, en cómo mejorar y democratizar la educación, y admitiendo que la seguridad, la planificación de los espacios urbanos y la justicia siguen teniendo un sesgo estructural que perjudica especialmente a las mujeres y minorías. Es repensando lo establecido que podemos construir algo realmente mejor.

Varones: no tengan miedo, no estamos contra ustedes. Estamos buscando el equilibrio de un péndulo que por miles de años estuvo atado de un solo lado.

Mujeres: feliz lucha. Nos vemos en las calles hasta que no haga falta el cupo femenino ni avisar que llegamos vivas a casa.

Por Catalina Riganti – Concejal ConVocación San isidro

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