Para salir adelante, porqué hace falta un estado fuerte

La Argentina está pasando por una situación en extremo difícil en lo económico. Estancamiento en el período 2011/2018, abrupta crisis desde abril de ese último año hasta el final del mandato de Macri, pandemia de marzo hasta aquí, dibujaron un escenario en que terminaremos el 2020 con aproximadamente el 12% de baja del PBI. También con un 40% de pobres, 12% de desocupados y la inversión productiva por el piso.

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En este contexto aparecen las voces de los sectores económicos mas concentrados, que repiten una y otra vez que son ellos el actor social llamado a darle una salida al país; para ponerlo de nuevo, supuestamente, en una senda de crecimiento.

Dicen estos empresarios, o sus habituales alcahuetes, que no es momento de “redistribuir ingresos”; sino que hay que concentrarlos en ellos para generar riqueza. Que, al efecto, se debe crear un adecuado “clima de inversión” para el sector privado.

Ese clima, según ellos, requiere bajarles los impuestos “distorsivos” y recortar al mismo tiempo los gastos “improductivos” del Estado (el de las jubilaciones, de salud o educación, por ejemplo), de manera de achicar el déficit fiscal. También, que necesitan ver reducidos los costos laborales para aumentar sus ganancias. Las que, nos dicen, luego serán reinvertidas para ir así en dirección al famoso “circulo virtuoso” de la economía.

Resumiendo: la mayoría de la sociedad debe, por una buena cantidad de años, aceptar un ajuste de sus ingresos y, al mismo tiempo, el Estado tiene que resignar gastos esenciales. De esta manera, según nos explican, se favorecerá la acumulación empresarial que luego se destinaría a inversiones. Las que a su vez generarían empleo genuino, como camino concreto para terminar con la crisis e ir saliendo de la extendida pobreza que hoy nos agobia.

Muy bueno el “relato”, pero interesante también es ver qué viene sucediendo en el país desde hace décadas. Para saber así cuánto hay de posibilidades reales con estas propuestas y cuánto tienen de intereses corporativos; los que lejos están, habitualmente, de tener en cuenta lo mejor para país y la mayoría de sus habitantes.

Después de los primeros gobiernos peronistas en que abandonamos el modelo agroexportador y nos industrializamos, la economía nacional se fue concentrando y extranjerizando. Proceso que se incrementó notablemente a partir del golpe militar de 1976. Por ejemplo, allá por 1993, las 500 principales empresas del país (el 0,08% del total) generaban el 12% del valor agregado, en el 2019 ya estaban en el 20%. De aquel total de empresas, hace tres décadas, solo el 22 % eran extranjeras, hoy ya representan el 75%. Es decir, por su composición y dimensión, tienen un peso determinante en el proceso productivo. Mas teniendo en cuenta que están ubicadas en los sectores más dinámicos y tecnológicamente avanzados.

Ahora bien, desde 1976 en que nuestra economía comenzó a deslizarse por el tobogán del estancamiento y el atraso, a la fecha, esa cúpula empresarial vernácula y extrajera jugó un papel absolutamente fundamental en la gestión pública. En particular durante los 28 años de gobiernos que tomaron en sus manos, directamente, las recetas que distintos sectores de aquella les acercaron: siete de la Dictadura, los últimos cuatro de Alfonsín a partir del plan Austral, diez de Menem, dos de Fernando De la Rúa, uno de Eduardo Duhalde y finalmente los cuatro de Macri.

En resumidas cuentas, cogobernaron la nación el 64% del período de decadencia que hasta hoy transitamos, los que ahora dicen tener la respuesta para poner de pie el país.

¿Y por qué fracasaron estrepitosamente con las mismas recetas que en la actualidad promueven, de concentrar en ellos los recursos achicando el Estado y los ingresos de las mayorías?

En apretada síntesis, porque ni las multinacionales extranjeras, ni los grandes empresarios locales invirtieron en un grado mínimamente necesario sus enormes ganancias, como para generar el famoso “círculo virtuoso” de la economía de que siempre hablan.

Las multinacionales se llevaron afuera la mayor parte de sus rentas, favorecidas por leyes que se lo permitieron. Cuando realizaron inversiones mas o menos importantes, como en la industria automotriz, lo hicieron de manera de traer del extranjero los componentes para armar el producto final aquí.  De forma tal que nos generan fuerte déficit en la balanza comercial porque ello conviene a sus intereses globales.

Los grandes empresarios locales, que supuestamente debieran tener mas “conciencia nacional” ya que este es su país, revelaron en su conducta que la palabra patria la usan solo de la boca para afuera; a veces ni eso. Tampoco ellos invirtieron como era dable esperar sus ganancias en estas tierras. Con argumentaciones varias como la “inseguridad jurídica” o la falta de “reglas de juego claras”, cuando no la “voracidad” de Estado o los “problemas” con los sindicatos, se dedicaron a sacar afuera del país buscando mejores negocios, una parte significativa de la plata que ganaban con el esfuerzo y sacrificio de sus compatriotas. Los 300.000 millones de dólares que tienen en el extranjero son la prueba contundente de ello.

Si a eso le agregamos que en las casi tres décadas que estuvieron cogobernando generaron una enorme deuda externa, en muchos casos fraudulenta y siempre con intereses leoninos, cuyo pago se llevó una parte mas que significativa del ahorro generado por la sociedad, tenemos una radiografía de las razones de porqué la economía nacional se ha estancado durante mas de cuatro décadas. En concreto, gran parte del capital que debió orientarse a inversiones productivas fue derivado al exterior por el establishment empresarial y los gobiernos que ellos controlaron.

Pero ahora, escondiendo prolijamente todo eso bajo la alfombra, los principales responsables de la situación actual dicen, sin sonrojarse, que ellos tienen la fórmula de la felicidad nacional. Nada mas falso e interesado. Así lo indican largas décadas de historia reciente y el triste lugar a que hemos llegado.

En nuestro país, si queremos de una vez por todas salir del estancamiento y la crisis permanente, tiene que jugar un rol muy activo el Estado. Para lo cual, lejos de debilitarlo como sostienen los neoliberales, hay que fortalecerlo y mejorarlo, haciéndolo eficiente y transparente.

Estado que debe participar en forma activa en la vida económica, llevando adelante por sí mismo una parte de las imprescindibles inversiones productivas que necesitamos. Como también aportar lo principal para el desarrollo científico técnico y una educación de excelencia.

Impidiendo paralelamente la formación nociva de monopolios y poniéndole límites a la concentración del capital. Buscando, además, la manera en que las necesarias inversiones extranjeras, en lugar de ser una solución se transformen en un grave problema para el interés nacional. Apoyando de múltiples maneras a quienes generan la mayoría del trabajo genuino en el país; que no son justamente las grandes empresas, sino las pymes, las cooperativas y las de economía popular. Terminando de una vez por todas con la timba financiera, entre muchas otras cosas.

Para salir adelante, debemos traer al presente, creativamente por supuesto, acorde a los nuevos tiempos, aquellas palabras que hace muchos años ya expresó el General Perón en el Congreso: “La economía no es ni ha sido nunca libre: o se la dirige y controla desde el Estado en beneficio del pueblo, o la manejan los grandes monopolios en perjuicio de la Nación”. 

Por Humberto Tumini – Presidente de Libres del Sur