La actual pandemia ha traído consigo no solo problemas sanitarios y económicos, agravando las desigualdades existentes. Para las mujeres, las medidas sanitarias adoptadas para proteger a la población han generado una situación de riesgo. Un incremento de las diversas formas de violencia de género, cuyo extremo más terrible son los casos de femicidio producidos desde el comienzo de esta larga cuarentena. Pero en este último sentido y sin llegar a tales extremos en el análisis, se puede discernir el impacto diferencial del ASPO- Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio- asumiendo para el mismo una perspectiva de género.
Dos cuestiones están perfectamente comprobadas históricamente, la primera es que el peso de las tareas de cuidado recae preferente e inequitativamente sobre las espaldas y las vidas de las mujeres y la segunda es, que en aquellos momentos en los cuales las sociedades latinoamericanas fueron arrojadas al vacío, la pobreza asumió el rostro de las mujeres. Para graficar la primera de estas situaciones se puede echar mano a un informe de UNICEF publicado en Mayo de 2020 con motivo de la pandemia, en el mismo se señala que “que el apoyo para realizar los deberes es principalmente realizado por las madres (68%), solo en un 16% la ayuda proviene de los padres y otro 16% de los hogares destacó la participación de ambos progenitores.”1 Esta tarea se intensificó a partir de la necesidad de cerrar las escuelas, y se le agrega a las otras tareas de cuidado que realizan mayoritariamente las mujeres (cocinar, limpiar, planificar las compras, las rutinas de hijos e hijas, etc).
Y respecto de la segunda cuestión, se pueden destacar al menos dos estudios en la materia referidos a la década de los 90’, período de pleno auge de las políticas neoliberales y de avance de la pobreza en la región, llevados adelante en el seno de la CEPAL2. Quienes deseen conocer de manera directa, esa realidad tan bien detallada en los estudios de la CEPAL, pueden acercarse al los barrios populares de Tigre, en los cuales encontrarán a una mayoría de mujeres a cargo de los comedores populares y merenderos donde asiste la población más pobre de sus comunidades a proveerse de un plato de comida.
Una maestra de una escuela de Pacheco nos contaba las dificultades para poder coordinar su trabajo, con el acompañamiento a su hija de 1er grado:
“Me paso todo el tiempo conectada, en clase o planificando. Se me superponen las tareas, y todas conllevan mayor esfuerzo. Lo que antes hacía en una hora, ahora me lleva 3, además de que a veces mi hija no puede participar de sus clases, porque estoy yo en el zoom. Siento que no llego con nada”.
En ese contexto, tanto para las compañeras que dia a dia le ponen el hombro al hambre de sus conciudadanos a través de los comedores populares, como para las mujeres de clase media, – hoy más empobrecidas -, que trabajan fuera del hogar (Hoy víctimas del teletrabajo) y a la vez cargan sobre sus espaldas las políticas de cuidado, las palabras del Ministro Arroyo cobran especial importancia. El gobierno está pensando en la recuperación post pandemia a partir de inyectar recursos en la construcción, la producción de alimentos, la industria textil, la economía de cuidado y el reciclado.
El reto al cual se enfrenta la actual administración es adicionar a la inyección de recursos en esos sectores vitales de la economía popular la perspectiva de género. Algo se supo hacer y muy bien, cuando la administración de CFK dio vida al programa “Primeros Años”, a través de la incorporación de la mirada de género, muchos varones se animaron a poner en acto su ternura a la hora de vincularse con sus hijos, cambiando pañales, dándoles el biberón o haciéndose cargo de llevarlos a las consultas de control pediátrico. Las propuestas que se generen para atender a la crisis del cuidado, tiene que tender a revalorizar las tareas de cuidado, a una organización del trabajo doméstico y de cuidado más equitativo, pero sobre todo desde políticas que sitúen esta necesidad social como un derecho, tanto para quienes cuidan, como para quienes son cuidados, previstos y regulados por el Estado.
Hace ya muchos años que el reconocimiento de las políticas de cuidado, no tiene que ver exclusivamente con reconocerles y asignarles un valor económico, sino con el fortalecimiento de relaciones simétricas en todes les integrantes de las familias a la hora de cuidar a quienes necesiten. Estas políticas se encuentran en proceso de diseño, es buen momento para recuperar excelentes experiencias, como la del programa “Primeros Años” Que así sea.
Por Magdalena Arias – Jose Manuel Grima – Agrupación Sudeste – Invierno 2020
1 UNICEF (2020). “Encuesta de Percepción y Actitudes de la Población. Impacto de la pandemia COVID-19 y las medidas adoptadas por el gobierno sobre la vida cotidiana”
2 Pautassi, L. (2007). “El cuidado como cuestión social desde un enfoque de derechos”. CEPAL. Serie Mujer y desarrollo No 87. Santiago de Chile. Chile.
CEPAL –
UNIFEM República de Italia. (2004). Entender la pobreza desde la perspectiva de
género”. CEPAL. Serie Mujer y desarrollo No 52. Santiago de Chile. Chile.