Nuestro mapa está compuesto de fechas

1.

Siempre que tengo que escribir o pensar sobre una fecha me asalta la misma idea: las fechas, al igual que lo eran las constelaciones para los marineros de antaño, sirven para orientarnos en nuestro camino. No hablan sólo del pasado, no son sólo un recuerdo, sino, más bien, son como una luz que titila en el horizonte, como una especie de faro, que nos alumbra la ruta que debemos navegar sin encallar en los peñascos de la coyuntura.

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El 17 de octubre es una de esas fechas sobre la que me gusta mucho pensar. Sobre la que vuelvo cada tanto. Siempre es bueno mirar hacia atras para ver el camino recorrido: eso te permite conocer con mayor certeza el trayecto y la dirección del porvenir.

2.

Los hombres, perdón, las mujeres y los hombres, estamos surcados por dos dimensiones (en realidad, a partir de la teoría de la relatividad de Einstein, sabemos que es una sola, indivisible, pero por comodidad seguimos nombrándolas por separado) que son la del espacio y la del tiempo. Nos movemos en el espacio, es decir, de aquí para allá, y en el tiempo: del pasado al presente hacia el futuro. Y tenemos dos grandes materias a través de las cuales medimos ambas dimensiones: la geografía y la historia. Sin embargo, a mí me gusta mezclar las cosas. Siempre me ha gustado, porque romper con la rigidez de las costumbres, de lo que siempre ha sido de una manera, en ocasiones nos permite encontrar las palabras adecuadas para aquello que no sabíamos cómo decir.

Eso me pasa con las fechas. Con las fechas importantes, sobre todo. En vez de pensarlas dentro de un calendario, como corresponde, yo me las imagino como si dibujaran un mapa.

3.

Todo mapa tiene un propósito: mostrar un camino, ayudarte a llegar a destino. Muchas veces sabemos a dónde nos queremos dirigir, pero necesitamos de un mapa para no errarle en el trayecto. Siempre está la posibilidad de tomar un atajo desafortunado, elegir una senda alternativa que nos lleva a otro lugar, terminar en un punto más alejado del que teníamos pensado al comenzar el viaje. Siempre está la posibilidad de extraviarnos. El mapa, entonces, nos ayuda a evitar estas trampas que no son otra cosa que ignorancia: nadie conoce todos los caminos; muchas veces, como dije antes, sabemos a dónde queremos llegar (a veces, incluso, ni eso sabemos completamente, tenemos una idea quizá, una aproximación) pero no sabemos cómo hacerlo y el mapa, que no es otra cosa que el intento por representar una porción de realidad, un territorio, en una hoja, nos facilita esa tarea.

Pero nuestro mapa, el mapa de aquellos que nos decimos peronistas, está compuesto de fechas. No intenta ser una cartografía del territorio de nuestra patria (ese territorio es el mismo para todos), sino que intenta sintetizar una historia: la historia del pueblo peronista, la historia que comienza el 17 de octubre de 1945. Más allá de que podamos reconocer fechas anteriores a ese 17 de octubre, cada una de ellas han sido leídas de un modo diferente a partir de ese día. Por ejemplo: el 25 de Mayo de 1810 o el 9 de Julio de 1816 no son lo mismo para todos: mientras para unos esas fechas implican la “angustia de separarse del Rey de España”, para nosotros, los peronistas, implican la gesta revolucionaria y la Declaración de la Independencia llevada a cabo por hombres de carne y hueso, llenos de contradicciones, seguramente, pero gobernados por la firme convicción y la inalienable voluntad de ser libres, de construir su patria guiados por los sueños y las banderas de la libertad, la igualdad y la justicia.

4.

El 17 de octubre en nuestro mapa es como uno de esos puntos bien grandes, esos que en un mapa común y corriente señalan una ciudad capital, una ciudad importante. Pero no es el único. No tengo dudas de que cada uno de nosotros tiene un mapa particular grabado en su memoria; una especie de rosario al que vuelve cada tanto para reconocer su propia historia: de dónde viene y hacia dónde va. Yo, por ejemplo, tengo dos fechas que trazan mi camino: entre ellas siento que voy por una autopista, recta y sin obstáculos, que siempre me deja en el lugar correcto. Ellas son el 25 de mayo de 2003 y el 27 de octubre de 2010. Pero está claro que esas fechas no pueden ser pensadas sin el 17 de octubre. Es como querer llegar a una ciudad yendo en dirección inversa. Por eso digo: nuestro mapa, está compuesto por fechas, y cada una ellas nos lleva ineludiblemente a la otra.

5.

Cuando pienso en el mapa peronista que está compuesto por fechas pienso en un camino que no ha sido fácil, en un trayecto que ha tenido sus obstáculos, sus bloqueos, sus pozos. Pienso, por ejemplo, en el 16 de junio de 1955, los bombardeos a Plaza de Mayo, o en el 9 de junio de 1956, los fusilamientos de José León Suarez, o en otro punto muy cercano, el 12 del mismo mes y mismo año, con el fusilamiento del General Valle. Pienso, también, en el 24 de marzo de 1976. Puntos por los que nadie quiere volver a pasar, pero no por eso debemos olvidar su existencia, al contrario: recordarlos también es parte de reconocer de dónde venimos y hacia dónde no queremos ir. Pero en nuestro mapa también hay otros paisajes. El 24 de febrero de 1947, un año después de haber ganado las elecciones, Perón declara los Derechos del Trabajador; el 23 de septiembre de 1947 se promulga la Ley 13.010 que establece el voto femenino y el 21 de diciembre del 47’ Perón presenta su primer Plan Quinquenal. Y son tantas las fechas que dibujan el mapa peronista que de enumerarlas una a una sería como querer nombrar a cada ciudad que hay desde acá a la China. Los triunfos electorales, los derechos conquistados, los proyectos presentados, las obras concluidas, el retorno a su patria. El peronismo más que un mapa es un globo terráqueo, un mapamundi. Un universo completo que no ha dejado de edificar ciudades al costado del camino: pueblos en los que cada uno de nosotros nos sentimos un vecino más. No es una pieza cerrada, sino más bien una obra que se encuentra en permanente actualización. Porque peronistas nacen todos los días en esta tierra llena de fechas por cumplir.

6.

La ventaja de ser peronista es que tenemos un mapa, una hoja de ruta. Y si alguna vez alguno pierde el rumbo, lo bueno es que tiene una herramienta concreta para encontrar la senda correcta. Mezclar la geografía con la historia tiene esa virtud: te permite pensar en el territorio y el futuro. Te permite imaginar a un cuerpo, el tuyo, el mío, el de todos, caminando codo a codo por un camino compartido. Te permite trazar en la memoria un trayecto que no sólo habla de tus vivencias, sino también de las de todo un pueblo. Porque, seamos sinceros, ¿que ventaja puede tener pensar que uno está solo y que el camino es más fácil y rápido si lo recorre en soledad, si se adelanta al resto, si va liviano de equipaje? Por suerte, o, mejor dicho, por convicción, nosotros sabemos que nada bueno se gesta en soledad y que las fechas, al fin y al cabo, no son más que una compañía y, también, una certeza: la de que esto recién comienza y que el futuro depende de nosotros.

Por Matias Molle – Diputado Provincial por el Frente Todos