“Se me vienen los micrófonos encima” -dijo.
Entrando al juzgado a los manotazos es la “Luz” oscura al final del túnel.
“Fue un acto reflejo”. Lo dice, y sacudiendo su cabeza tropieza con su ignorancia violenta.
Adentro: ¡NO contesta! Es verdad, no sabe nada de verdad.
Nadie es él, nadie es otro para él. Aislado: habla solo, sonríe tenebroso ante sus espejos.
Como Cristo no escribe como Judas espía y traiciona.
Esplendido en el monologo. Limitado entre comisuras de un rictus de sonrisa franco.
Sale dolorido al exterior del auto, luego de recorrer algo más de 250 km, emerge de su tedio atorado en la superficie de la banalidad: cloaca, golf, política, barra brava, fallecidos en el Ara San Juan en el Atlántico, 44 gendarmes muertos en Jujuy, pandemia. “solo pasaron cosas”- dijo.
Se estanca sin palabras, en el tedioso tropezón de todos los rincones ausentes de reposeras.
Cierto que en las reposeras se opera igual que el traidor: espiando, acusando y desconociendo la Ley. La plata heredada lo afirma en el cinismo para olfatear la inmundicia de los rincones para sacar ventaja.
Para solo pronunciar sus palabras cortas, es cómplice de jueces y abogados que presentan escritos a diestra y siniestra, mientras el “cartonero”, transforma la política en un instrumento de asesinato y robo a la vista y goce de sus admiradores.
La impunidad que brilla en sus ojos, lo diferencia de ser un simple tipo elegante y marginal del conurbano o de barrio norte o de la provincia de Bs. As.
Entre los suyos, para hacer sitio a sus bromas de mal gusto, recurre a lo propio: “lo mío son las drogas”. “Heroína y crack”, aclara. Nada de compartir: de conversación ni hablar.
Todo es nimiedad, todo “se arregla en cinco minutos”: “El Ara San JUAN es pequeño y el mar es grande”. Desagradable y brillante expresión quizás a modo de moraleja.
Impone a la sociedad la obligación de tener alegría de los sacrificios que solicita, de la esclavitud “libertaria” que pregona; de muerte sin pena y pena de muerte: “que se mueran los que se tengan que morir “de modo disciplinado. Al salir, la piel que cubre su rostro esta tensa y cubierta de un gris húmedo.
Su desaprecio por la mujer, por lo niños, y familias del Ara San Juan y de los gendarmes de Jujuy, se desbarranca desde un individuo que da caída libre a su persona cubierta de afirmaciones atroces echas de rabia, de odio. Entre la justicia y la crueldad elige el cinismo y la maldad: nada puede arreglarse: está perdido en un mar sin límites.
Hastiado en su nido de serpientes y encerrado -en un vientre espantado- imagina un “mundo” exterior corrupto sin interioridad alguna. Un forajido sin salida.
Angurriento de salvación construye desastres y catástrofes. Su pereza no tiene precio. Su certeza es sin límite. Descansa religiosamente en una reposera de horror y aburrimiento.
Coucheado y pleno de “pasaron cosas” es la pared de una interminable seguidilla de sin sentidos. Convencido que el drama del “ARA San Juan” es nada, menos que lo mismo que nada. Saliendo del Juzgado sigue siendo un aburrido modelo de burgués espantoso condenado a vivir. Y aburrido, vive para banalizar la vida. Es condenado, y rechazado por sus horas atormentadas. Mientras, con los tripulantes y familiares del buque “ARA San Juan” no desperdicia su odio: lo contagia a los desposeídos y sobrevivientes.
Como un rosario de banalidades y de maldad, no está solo. Tiene solidaridad de la casa familiar, de una infancia atormentada, de jueces y empresarios.
Rodeado de guardaespaldas y espías ataca. Toda una lección de energía macrista para crear banalidad: la muerte y el dolor puesta en una escena que repite: hacerse la víctima. Algo simple le impide caminar: el sin sentido.
En Dolores acelero en “línea recta” y atropello la libertad de expresión, la política y la Ley. A esta la pone en el mercado inmoral del compra-vende, a la velocidad frentica de ser forajido de la Memoria en el historial criminal. A muchos les gusta así: una luz oscura.
Por Ricardo Arias – Alba Fiorito – Agrupación Sudeste – Invierno 2021