Necropoliticas o políticas de cuidado

“Ciega
La vida nueva es
Como un verso al revés
Como un amor por descifrar
Como un dios en edad de jugar
Trino
Vete al destino, al punto que será final
Juega a lo que no jugué
Y canta que aunque sin rey mago
Sigo en pie”

Silvio Rodríguez

Enfermería siempre fue una profesión formada y transformada en y por los bordes.

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Socialmente siempre estuvo integrada por los sectores populares qué solidarios, siempre supieron qué es eso de cuidar a otro/otra.

Fueron enfermeras las que cuidaron de Evita hasta sus últimos días y fueron ellas el símbolo de los hospitales construidos por Ramon Carrillo en todo el país donde las cortinas eran de terciopelo, y cuando una mujer iba a parir se le regalaba un pijama y un ajuar. Porque las mujeres (y todo el pueblo) pobre, se merecía los mismos “lujos” que los que podían pagarlos en el extranjero.

Fueron enfermeres  que lucharon contra la malaria en cada rincón del país en los albores del siglo pasado.

Fueron elles, junto a otros miles, que, por venir del pueblo, sabían en qué guardia de qué hospital podía entrar un compañero herido para ser curado, operado, sin que nadie se enterara.

Fueron golpeados/as por la dictadura. Muchos de sus nombres están en el listado de desaparecidos/as en la entrada de la facultad de ciencias médicas de la universidad de Buenos Aires.

En la década del 80 fue enfermería la que junto al Dr. Ferrara impulsaron los equipos básicos de atención domiciliaria en la provincia de Buenos Aires. Y la primera profesión de la salud en entender que su especialización no era sobre los mismos temas técnicos que ya habían aprendido y repetido hasta el cansancio y la licenciatura estaba llena de materias de gestión, de políticas en salud. De política.

Quizás por eso, llegado el neoliberalismo haya sido la profesión más golpeada en el sector salud. Los peores sueldos, la mayor cantidad de horas de trabajo, las peores condiciones laborales….

Quizás había que castigar la impertinencia de haberse formado y de querer incidir en las políticas que los conciernen. Había que castigar ejemplarmente esa remota posibilidad.

Fueron golpeados/as en represiones cómo las del hospital Borda.

En los últimos años, en CABA, enfermería ya no se reconoce cómo profesión. Tienen contratos de administrativos/as.

Ni siquiera se les permite reconocerse como profesionales. Eso incluye, claro está, sus condiciones laborales. No es (solamente) un deterioro subjetivo. También es en la materialidad de la vida de miles de enfermeres con familias, con historias laborales y con vocación de servicio en una profesión de alta exposición y pilar de cualquier sistema de salud que se precie.

El sector privado disfruto de las mieles de la redistribución de personal de enfermería a costa de los bajos salarios a nivel público y de la alta carga horaria que hace que sus sueldos prácticamente no alcancen a cubrir la canasta básica.

La pandemia vino a poner blanco sobre negro los problemas que el neoliberalismo lego entre otros aspectos, al sistema de salud. Y enfermería es puntal de esa demostración.

Muches enfermeres han dejado incluso sus vidas y lo seguirán haciendo en esta pandemia.

Hoy se movilizaron en la ciudad de la opulencia para hacer visible su precaria situación.

Piden pan, piden queso, les dieron hueso y casi les cortan el pescuezo.

“yo quiero estar con ellos a la hora de la luz…”

Por Carlos Muggeri – Jose Manuel Grima – Agrupación Sudeste – Primavera 2020