El 7 de mayo se cumplirán 103 años del nacimiento de Evita. Como siempre, nos reunimos en Los Toldos y en toda la Argentina para recordarla. Pero Eva desborda las efemérides. No se la puede reducir a una fecha de nacimiento porque Eva renace y se multiplica todos los días en quienes luchan por una sociedad más justa y más igualitaria. Eva está siempre en los corazones de quienes se niegan a aceptar la desigualdad como un hecho natural.
A mí me gusta decir que Eva es presente continuo y símbolo de una vocación. Es esa voz que nos llama a hacernos responsables por los demás, a que nos duela el dolor de los olvidados. En La Razón de mi Vida, ella cuenta que ser Evita no fue una circunstancia producto del azar. Ser Evita fue una elección. Ella eligió ser Evita y todo lo que eso conllevaba: una lucha sin honores, porque nunca ocupó un cargo jerárquico. Una vida arrancada a jirones, porque dejó cuerpo y alma en su esfuerzo descomunal para que el pueblo argentino alcanzara una vida digna. No la existencia que le reservaban las clases altas, llena de sacrificios y fatigas. Tampoco la que creían tolerable: una vida humilde, con unas mínimas mejoras, para que no estallara su orden político y social por los aires. Evita otorgó a las y los trabajadores una vida plena, que incluía disfrute, alegrías y la esperanza de seguir progresando. Una vida digna de ser vivida.
Elegir ser Evita fue también elegir la reivindicación de las mujeres, organizándolas políticamente no sólo para que pudieran votar, sino también para que pudieran ser votadas. En el marco de una sociedad donde las mujeres no tenían lugar en “ninguno de los centros del poder mundial”, Eva se consagró como armadora política, edificando de la nada una estructura de 3.600 unidades básicas. La misión de las mujeres en la vida y en la política es “crear”, decía ella, no sacrificarse. Ser protagonistas, no aceptar los roles secundarios que nos asignan de afuera.
Elegir ser Evita, entonces, fue asumirse como creadora. Creadora de derechos: del derecho al voto y a la elección de las mujeres. De los derechos de la niñez y de la ancianidad. Creadora, también, de cuidados: del cuidado de la salud a través de la Escuela de Enfermeras y del Tren sanitario que recorrió toda la Argentina. Del cuidado de las olvidadas, a través de los hogares de tránsito para madres en situación de vulnerabilidad. Creadora de una nueva concepción de la política, horizontal y cercana, con la solidaridad como eje de todas sus acciones. Creadora, desde sus bases, de un partido político de mujeres que asegurara su participación plena.
Cuando eligió ser Evita, Eva logró algo más, algo que no lo elige una o uno. Algo que elige solo el pueblo: que su nombre sea bandera, que su imagen sea inspiración para nuevas luchas y que su historia nos siga demandando hoy el compromiso para garantizar la justicia social en la Argentina.
Sigamos militando su ejemplo. Que este 7 de mayo sea una oportunidad para que escuchemos su voz y que renazca en cada uno y cada una la fuerza de esa Eva creadora.
Por Cristina Álvarez Rodríguez – ministra de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, presidenta ad honorem del Museo Evita y sobrina nieta de Evita.