Murió Luis Eduardo Aute: el artista que pintaba con canciones

El artista español Luis Eduardo Aute, personalísima voz de la canción iberoamericana pero además dibujante, poeta, pintor y cineasta, murió hoy en Madrid, a los 76 años.

Retirado de los escenarios desde agosto de 2016 cuando un infarto lo tuvo 48 días en coma, la dimensión estética de Aute se desplegó en varios frentes donde procuró hallar ese sutil y frágil espacio donde se debaten dichas y dolores.

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“No soy muy capaz de decir cuál disciplina es la que mejor me expresa porque los árboles no dejan ver el bosque y aunque el campo de acción de las canciones es mucho mayor que el de la poesía o el de la pintura, me expreso a través de un mismo caldo de cultivo pero no tengo capacidad de ver la totalidad de mi obra”, arriesgó Aute en diciembre de 2014 en la que fue su última entrevista con Télam.

Desde esa sensibilidad extrema diseminada en un abanico expresivo, el creador nacido en Filipinas el 13 de septiembre de 1943, construyó un universo propio que en la música encontró su eco más notorio.

Su estreno en la canción se produjo hacia 1965 componiendo para otros (por caso, las cantantes Ana Belén, Massiel y Rosa León) y tres años más tarde inició su camino discográfico personal que, con idas y vueltas, se tradujo en una treintena de álbumes hasta “El niño que miraba el mar”, su último gesto musical fechado en 2012.

En ese vasto camino, el guitarrista y cantante regaló canciones que merecen un sitio en las nóminas de las notables en nuestro idioma, entre ellas, “De alguna manera”, “Al alba”, “La belleza”, “Anda”, “Sin tu latido” y “Dentro”.

El cancionero de Aute es, más allá de cada canción, un alegato libertario e incómodo que se resiste a entrar en las casillas y que, además de una innegociable postura ácrata refiere con lucidez y sin golpes bajos al sexo, al amor, al paso del tiempo.

Esa obra fue tributada en mayo de 2015 en el disco “Giralunas. Un homenaje a Luis Eduardo Aute” en el que tomaron parte músicos de una nueva generación como, entre otros, Natalia Lafourcade, Rozalén, Vanesa Martín, Xoel López, Miguel Poveda, Abel Pintos y Andrés Suárez.

Más cerca en el tiempo, en diciembre de 2018, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez y Jorge Drexler, Víctor Manuel, Ana Belén, Pedro Guerra, Ismael Serrano y Rosa León, entre otros, le ofrecieron un tributo en vivo en Madrid titulado “¡Ánimo, animal!”.

Muchísimos años después que Joan Manuel Serrat y cuatro años más tarde que la primera excursión de Joaquín Sabina, otros dos trovadores con los que puede ligárselo, Luis Eduardo debutó en la Argentina con un par de presentaciones, en noviembre de 1992, en La Casona del Conde de Palermo, por entonces un reducto decisivo para la música popular.

De a poco, de las salas pequeñas a los teatros de la Avenida Corrientes, el cantautor fue cultivando un vínculo que resonó en el público argentino y quedó incorporado a la admirada legión de quienes cultivan una canción testimonial a golpe de guitarra.

En ese espacio musical tuvo como mejor compadre al cubano Silvio Rodríguez, tal como lo testimonia el bello álbum doble “Mano a mano” que documenta el encuentro realizado en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid, el 24 de septiembre de 1993

Aute también supo apreciar sus coincidencias con esta región para, por caso y en una entrevista con Télam en 2011, consideró que “en Occidente, donde incluyo a China y a la India, veo un barco que se está hundiendo y donde el único proyecto es ponerle parches al barco, mientras Latinoamérica proyecta construir un barco a partir de un continente gigantesco, muy rico en recursos naturales y culturas milenarias y con una lengua común”.

“Si hay algún futuro en la historia, ése se ubica en África y en América Latina”, insistió en ocasión de presentar su disco “Intemperie” en el que, dijo, “hay un denominador común que es una cierta desesperanza”.

Sin embargo, en esa misma charla telefónica, reflexionó que “los de mi generación fuimos testigos de la caída del llamado socialismo real y ahora estamos viendo la muy lenta caída del capitalismo irreal porque es de artificio y puramente especulativo y para mí, ésa sí que es una buena noticia”.

También entonces saludaba la irrupción de los indignados porque “esto que está ocurriendo es una pequeña luz al fondo del túnel. Acusábamos mucho a la juventud por estar adocenada y se ha visto que no, que hay gente que se ha movilizado muy fuertemente y con mucha energía al reivindicar una democracia en un sentido muy puro y alejada de la partidocracia”.

Entre su también abultada producción audiovisual con una decena de títulos, destaca el largometraje de animación “Un perro llamado dolor” (2001), numerosas series de dibujos y óleos con los que ha participado en cerca de 30 exposiciones particulares y colectivas y unos 15 libros de poesía.