Milei y sus diez mandamientos

Por Sebastián Plut*

Padre, dígame qué le han hecho al río que ya no canta.
Que resbala como un barbo muerto
bajo un palmo de espuma blanca.
Padre, el río ya no es el río”

brickel

Joan Manuel Serrat, Padre

I. Escasez. Javier Milei dijo que no hay daño alguno si una empresa contamina un río. Su negación del valor de los tesoros naturales tiene un agregado. El problema, sostuvo, es que sobra el agua. La solución que propone, entonces, es que escasee y que una empresa privada obtenga ganancias por su venta. Privatización y privación se anudan. Para Milei lo que sobra pierde valor y, desde luego, valor para él siempre es precio. Se deduce de allí la generación de un atroz aumento del desempleo. En efecto, si faltan trabajadores o, dicho económicamente, si aumenta la demanda de trabajo, el valor trabajo aumenta. En cambio, cuando crece la desocupación, los puestos laborales son más codiciados y, en consecuencia, peor remunerados.

II. Desechos. Los socialistas, dice Milei, son excremento humano. También recurre, según sus propias palabras, al criterio de dominancia estocástica para convencer de votarlo: a diferencia de los otros candidatos, afirma que con él tendríamos un “50% de posibilidades de que nos cague”. Algo similar dicen algunos de sus votantes. “Si me caga, por lo menos me va a cagar alguien que nunca me cagó”.

¡Qué pasión por los desechos tienen!

III. Abstraído. Milei, dicen los cronistas, no solo no asume que su perro Conan falleció, sino que habla con él. Él cree que se comunica con su perro muerto. Cree eso, tiene esa idea que, se dirá, es una pura abstracción. Se trata de una idea que no se corresponde con ninguna realidad. Del mismo modo, sus afirmaciones económicas no tienen nexo con los hechos empíricos.

IV. Matarse. Palabras más, palabras menos, Milei sostuvo que “si alguien se quiere matar, que se mate, mientras yo no tenga que pagar la cuenta”. La vida, pues, para él, solo vale en tanto dinero. Que viva, entonces, solo quien puede pagar. Tal es su argumento para terminar con la salud pública.

V. Mercado. Dada su mente abstraída, en la que la ternura, la solidaridad, la ética y el cuidado no cotizan, no hay motivo para que niños y órganos no puedan venderse y comprarse. También sugirió que se podrían privatizar las calles. Más tarde afirmó que nada de eso forma parte de su programa de gobierno, ya que se trata de una discusión filosófica. Ya sabemos, su filosofía de mercado no concilia bien con la vida.

VI. Derechos. Al percibirse con más posibilidades de ser presidente, quizá desde el más allá Baglini le habrá aconsejado decir que no quitará derechos. En caso de llegar a gobernar, tal vez no se contradiga si elimina la educación y la salud públicas, pues para él, lo dijo, ni una ni otra son derechos.

VII. Delincuencia. Para Milei, todo aquel que no piensa como él es socialista, comunista, zurdo de mierda. Para Milei, continúa, todos ellos y todo aquel que avala la más mínima intervención del Estado son delincuentes. Para Milei, a los delincuentes solo les cabe cárcel o bala. ¿Tan grandes serán las cárceles y los cementerios en su eventual gobierno?

VIII. Destrucción. Como a otros, a Milei no le alcanza con ganarle al Peronismo. Lo quieren destruir. El otro, así, no es un rival, sino, ya lo dijimos, desecho o delincuente. Su destino, la destrucción, la eliminación. El intento de asesinato de Cristina Kirchner, el ataque a las personas que viajaban en un vehículo del CONICET o la vandalización de toda memoria de la dictadura, nos anuncian un destino.

IX. Estado. Parece una paradoja, pero Milei se mete en política porque odia la política y aspira a encabezar el Estado porque odia al Estado. El Estado, para él, es -sí o sí- una organización criminal. La pregunta es porqué tanto empeño, entonces, en ganar las elecciones.

En cualquier caso, su propia operación lo desmiente: el Estado siempre interviene.

X. Negacionismo. Cada rato Milei dice que no dijo lo que dijo. Quienes reproducen sus dichos, para él son burros, operadores, periodistas ensobrados o, sin duda, zurdos. Sus seguidores, tanta es su fidelidad, también dicen que no dijo lo que dijo. Con él, todo será un no. Como Villarruel, que al hablar no habla de sus vínculos con Videla y Etchecolaz.

Pero Moisés pensaría distinto

La pandemia, la guerra, la inflación y la sequía son fuentes de angustia y dolor. Porqué tantos se deslizan desde allí hacia un creciente odio siempre será un enigma. Que tantos aspiren al desamor nos envuelve en un clima de horror. La agonía, que siempre amenaza, es uno de los nombres de nuestra vulnerabilidad, de nuestro irreductible desvalimiento, y la agonía, se ha visto, tiene sus mercaderes y becerros de oro. Si la política no se constituye como denegación de la violencia subyacente y la economía no batalla contra los procesos agónicos siempre acechantes, habremos perdido el valor de la vida, de la belleza, del amor y de todo lo que podamos escribir.

*Sebastián Plut – Doctor en Psicología. Psicoanalista.