Milei el envidioso

Por Agus Mariaca

Luego de los dichos aberrantes en el Foro de Davos, lugar en el que prima el hombre blanco, hegemonico y cis, y quienes no se inmutan por estos dichos llevados adelante por el Presidente de la Nación, se generó una contrarreación que no se la esperaban.

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Muchos sectores recogieron a lo largo de la semana cada palabra para irrumpir en la escena pública una nueva marcha este sábado 1 de febrero. El eje de la misma es una movilización antifascista y antirracista.

Nuevamente, las disidencias y minorías encabezan y proponen poner sobre la mesa una discusión que pareció haber sido sellada en algún tiempo lejano (no tan lejano) acerca de la igualdad de género desde todas sus perspectivas y la vida en libertad.

Una libertad que hoy el oficialismo la recoge a través de sus discursos liberales pero en la práctica es carente y vacía en todo sentido.

La deuda con el colectivo LGTBQ+ cada año va en crecimiento, por eso mismo irrumpir en la escena un sábado caluroso de febrero es sumamente importante.

Hoy hablar de justicia social es un delito para algunos sectores de la población pero ¿acaso con la justicia social no se dan las pautas de convivencia?

Retomando algunos conceptos de Nancy Fraser, la justicia social se alcanza con la triple R, redistribución de recursos, reconocimiento y representación. Para la autora hay una estrecha relación de simetría entre estos términos, ya que quienes sufren el problema redistributivo también sufren el de reconocimiento.

Un claro ejemplo y del que no se puede hacer la vista gorda es el colectivo trans.

A partir del paradigma de la redistribución se desencadena una exclusión económica. El modo en el que está estructurado el modelo productivo logra expulsar a una parte de la sociedad. Además en el reconocimiento se genera como resultado una segregación hacia un sector en específico. La injusticia habita doblemente porque está presente en la ausencia laboral (o sus malas condiciones) del colectivo trans que a su vez también es racializada socialmente.

En punto de inflexión y en donde se hace profunda y discutible esta brecha es qué poco importa ser reconocido socialmente si aún predomina una segregación económica. ¿Acaso el promedio de vida trans aumentó? ¿o el mercado laboral ha logrado una apertura magistral hacia este colectivo?. La respuesta es no. Existe un reconocimiento, por su puesto, pero la gran parte sigue desenvolviendo su vida en la exclusión económica y rozando constantemente la pobreza.

Para que exista una justicia social, real, concreta y verdadera se deben englobar las triples R de manera conjunta pero sin olvidarnos de la triple T.

Muchos se preguntarán, ¿qué es la triple T? Nada más ni nada menos que Tierra, Techo y Trabajo. Desde una Argentina Humana, la propuesta tiene correlación con lo ya mencionado anteriormente. Para lograr una vida íntegra y libre, debemos garantizar que se desenvuelva bajo esta premisa. No existe tal justicia social si no es en tu propia tierra, en una vivienda digna, con techo y trabajo.

El Frente de Patria Grande lleva como uno de sus grandes mensajes a la triple T. Recobra todo tipo de sentido y fuerza en contextos de hostilidad y hoy está más firme que nunca.

Ante discursos que promueven los derechos como un negocio y con una connotación peyorativa, el mensaje de Argentina Humana es esclarecedor.

En materia de derecho, Argentina hace años atrás ha logrado un avance abismal en comparación a nuestros países vecinos de América Latina, aunque no debemos descansar en lo conquistado ya que no basta un foro internacional para poner en duda si la homosexualidad es sinónimo de pedofilia.

Como siempre la respuesta es colectiva, reflexionar acerca de las disidencias es tarea de todos y la movilización masiva es la respuesta.

¡Al grito de Sacayán y Berkins nos vemos este sábado!