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Malvinas: En primera persona

De Malvinas se ha hablado mucho y muy poco a la vez. Se dijeron tantas cosas mientras duró la guerra (y después también), que no eran realidad, que aún hoy hay quienes se sorprenden cuando hablan con algún ex combatiente.

Yo tenía 19 años cuando viajé, era un adolescente que extrañaba a su madre  y nadie nunca lo dice, pero éramos muchos los que extrañábamos a nuestros viejos.

Sí era chico, tenía 19 años. Pero era un soldado con más o menos entrenamiento que otros, que defendía su patria, que pasó  frío y hambre, pero eso es lo que trae una guerra. Nadie sale calentito de su casa y dice “voy a la guerra y vuelvo para comer”, por eso mismo, en la guerra no hay ganadores y perdedores,  todos pierden.

 A los familiares de nuestros Héroes, no les interesa el resultado de la guerra, solo saben que perdieron a su hijo, hermano o esposo y a los familiares de los británicos les pasa lo mismo. Ganar no es consuelo cuando perdiste a un hijo, por eso  la guerra es la incapacidad  (o conveniencia) de los gobiernos, de reclamar en los lugares que corresponde.

Me gustaría en estas palabras hacer mención a los que no han tenido voz, a los que sufrieron la angustia de no saber qué estaba pasando, que veían las imágenes que llegaban a los medios, leían una revista, escuchaban los comunicados o en el mejor de los casos recibían una carta escrita 15 días atrás y no sabían si su hijo, hermano o esposo estaban bien, en mi caso, mi mamá.

Soy hijo único de una madre sola, que no dudó en transmitirme que me habían llamado para ir a Malvinas, aunque se estaba partiendo por dentro y que vivió una angustia inimaginable durante más de 80 días, hasta que recibió el llamado de una azafata, a quien le estoy eternamente agradecido, avisándole que había vuelto, que estaba bien y a quien pude abrazar algunos días más tarde, un abrazo infinito…

Tardé 25 años en hablar sobre el tema, pero hoy tengo la suerte de que mí trabajo, como consejero escolar en Vicente López, me permite contar mi experiencia a los más chicos, quienes nos reciben con un afecto increíble. Es una caricia al alma ver las ganas que tienen de saber  y poder transmitirles en primera persona lo que pasó en esos días y cómo continuó la vida cuando regresamos, pero esa es otra historia …

 Por Claudio Javier Benítez – S/C 63   Veterano de Guerra de Malvinas

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