Hemos iniciado el fin de semana último desde diferentes organizaciones sociales una campaña de información y control del acuerdo de precios en las diferentes góndolas de los supermercados de nuestro país. Fue una decisión tomada como resultado de una ola de reacciones desde todos los sectores de nuestra sociedad.
Por un lado, nos encontramos en la calle con una reacción por demás positiva de la mayoría de los argentinos a quienes interpelamos en cada uno de los puntos donde hicimos el control.
En líneas generales, encontramos un consenso fuerte en la gente en la necesidad de ser más firmes frente al abuso y la especulación de las grandes corporaciones formadoras de precios en nuestro país.
A contramano de esta respuesta mayoritariamente positiva de la gente de a pie frente a nuestra actividad, también escuchamos el discurso ensayado por el macrismo y una parte del periodismo, quienes plantean que “los controles de precios no funcionan”, que “cada vez que se hizo eso no funcionó” y que era un “jueguito para la tribuna populista”.
Este nuevo escenario invita a la reflexión y al ejercicio del diálogo. En primer lugar, debemos entender que el problema de la inflación está enquistado en la estructura económica de nuestro país.
Llevamos décadas de un proceso inflacionario que no se explican simplemente en la emisión monetaria, sino que está atado a la escasa diversificación de los distintos eslabones de la cadena de productos.
Planteando este punto, podemos estar de acuerdo en que una acción de control de precios permanente no es viable ni la solución. Lo que debe resolverse de fondo es este primer punto al que hacemos mención y que implica desconcentrar la producción y la distribución.
Para graficar esta cuestión basta con ver los precios mayoristas del Mercado Central de Buenos Aires y sus respectivos precios sugeridos y preguntarnos: ¿por qué las grandes cadenas, que tienen un poder de compra y un margen superior al resto de los mercados, venden por encima de esos precios? Esta es solo una evidencia irrefutable de la existencia de una especulación y manipulación de precios.
En segundo lugar, ponemos en debate otro aspecto no menor y es el rol de la ciudadanía en este asunto. Resulta llamativo escuchar hablar permanentemente a la oposición sobre democracia, libertad y diálogo y cuando en cada instancia en la que miles de argentinos y argentinas se involucran, colaborando y aportando en el avance de las transformaciones que hoy en día siguen pendientes, nos acusan de populistas.
Es un latiguillo que vienen repitiendo desde hace años y que solo da cuenta de cómo prima la mezquindad política por sobre la urgente resolución del problema de la inflación.
Por otro lado, los hemos visto gobernar durante cuatro años y lo único que hicieron fue darnos cátedra sobre su incapacidad para frenar los aumentos de precios. Le haría un favor al país que el macrismo haga de una vez una autocrítica acerca de cómo nos dejaron: solo en 2019 tuvimos la inflación más alta en 28 años, demostrando que su discurso gastado sobre del libre mercado es solo una fantasía que favorece hay muy pocos, ellos y sus amigos y empobrece a la gran mayoría.
A modo de síntesis, en una Argentina donde los mercados están concentrados y presentan graves distorsiones, resulta indispensable el accionar del Estado.
Por supuesto que el camino de recuperación es bastante largo y más complejo que una acción de control de precios. Se necesita, por ejemplo, estimular a las pequeñas y medianas empresas, permitiéndonos una producción más diversificada y facilitando una mayor eficiencia en términos de distribución. Queda muy claro, que mientras estas políticas empiecen a desplegarse, es necesaria la participación popular para contener la inflación y recuperar una normalidad en los precios cotidianos de la mesa de todos los argentinos.
Por Daniel Menéndez – subsecretario de Políticas de Integración y Formación y titular de la organización Barrios de Pie.
Publicada en Noticias Argentinas