La cultura es un proceso dinámico, vivo, cambiante, de transformaciones y continuidades. Hay líneas profundas que vienen desde tiempos inmemoriales –las costumbres e instituciones que heredamos de Grecia y Roma, por ejemplo, perviven con mayor vigor de lo que un contemporáneo podría suponer-, también hay mutaciones como resultado de las innovaciones tecnológicas y del contacto con otras latitudes. Los medios masivos de comunicación y las redes sociales irrumpen en nuestras vidas cotidianas, reconfigurando la cultura. Es, en este escenario, en el que debemos poner la atención en esos faros constantes de la cultura como son los museos, los archivos y las bibliotecas.
Los museos son instituciones vivas de la cultura, que deben abrirse a las mutaciones en la comunicación para seguir participando con un rol protagónico en la cultura. Ello implica una apertura a la relación sujeto-objeto desde una perspectiva que incluya a las novedosas formas de lectura e interpretación, muchas veces a través del celular o a la distancia –con la fotogrametría 3D-, teniendo siempre presente que la legitimidad de los museos está dada por la autenticidad de su acervo. Cada institución tiene una parte apenas visible y silenciosa que es la de la conservación y restauración de sus colecciones, debidamente inventariadas, que requiere de los enfoques de distintas disciplinas, como museología, historia, conservación, restauración, artes, arquitectura, arqueología, paleontología y biología, entre tantas otras. El patrimonio cultural es un motor de economías locales que, además, promueve empleos calificados. El testimonio que nos brindan los países desarrollados con su inversión en cultura y lo que esta significa en ingresos por turismo, es claro para comprender que se trata de un círculo virtuoso.
Nacidos a fines del siglo XVIII como una institución hermanada de la vida académica, hoy son parte de un diálogo amplio que incluye a grandes sectores de la sociedad, manteniendo el espíritu didáctico conjugado con necesidades locales, aspiraciones particulares y búsquedas de identidad.
El museo, pues, lejos de ser una institución a la que se visita únicamente durante la infancia, es un espacio promotor de la reflexión y la aproximación a la historia, las artes, la ciencia o cualquier otra actividad humana. Ese contacto del sujeto con el objeto, debidamente narrado en su contexto, es un disparador de interrogantes, entendiendo que el ciudadano debe desarrollar un espíritu crítico para mejorar la convivencia en la comunidad.
Ricardo López Göttig – Director Provincial de Museos y Preservación Patrimonial en Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.
