Los intendentes son los que más extrañan a Néstor K

Néstor Kirchner consideraba decisivo para su proyecto de poder controlar la Provincia de Buenos Aires, en especial el Gran Buenos Aires. Kirchner aprovechaba una gran vulnerabilidad del ‘Sistema’: Eduardo Duhalde había enseñado a su gente a hacer política con una bolsa de cemento bajo el brazo. Es decir que ellos se alinearían con quien les garantizara la bolsa. Vía Julio De Vido y José López, Kirchner garantizó muchísimas bolsas de cemento bajo el brazo aunque la empresa constructora llegaba ‘marcada’ con la porción de cemento y arena. Hubo otro dato que vuelve irrepetible aquella coyuntura: Néstor Kirchner desconfiaba de Felipe Solá, el gobernador bonaerense. Y no quería que permaneciera un 2do. mandato consecutivo en el cargo. Por lo tanto, abastecer directamente a los alcaldes municipales era un capítulo importante de la erosión de Solá. Este comportamiento imitó Cristina Fernández de Kirchner cuando le llegó su turno. Sin embargo, algo ocurrió desde 2009, cuando los Kirchner culparon a los intendentes de desagradecidos. Desde entonces, hay un tobogán en la relación entre CFK y los intendentes que tiene su expresión en 2020 cuando la Casa Rosada se relaciona con el gobernador Axel Kicillof y él es quien se entiende con los alcaldes. Esta restauración de la Gobernación, en lo institucional y en el poder fáctico, provoca melancolía en los mal llamados ‘intendentes’, que ya no son minigobernadores (disculpas Oberdán Rocamora). Para colmo, a nadie le importa en Nación ni en La Plata eliminar la restricción legal que les impide a muchos de ellos ambicionar a otro mandato consecutivo.

Axel Kicillof, reunido con intendentes.
Una imagen que muchos intendentes peronistas aborrecen. Ellos querrían tener a Alberto Fernández en la cabecera, no a Axel Kicillof. Desconsolados.

“Mi deber es terminar lo que empezó Néstor y siguió Cristina. Y así lo vamos a hacer. Vamos a poner de pie a la Argentina como me enseñó Néstor. Cada vez que tengo que tomar una decisión, en algún lugar mío me pregunto cómo lo haría Néstor y trato de encontrar la respuesta… lo único que le pido a la vida es que me acompañe siempre…”. Las palabras de Alberto Fernández, con lagrimas incluidas, en el cierre del acto para recordar a Néstor Kirchner dispara varias preguntas:

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# ¿Terminar qué cosa?

# ¿Cómo?

El contexto en el que se produjo el acto no fue el mejor. Precedido por la carta de Cristina Kirchner, quien no asistió, las incógnitas se multiplican sobre la vida interna del Frente de Todos. La ausencia de Máximo Kirchner y la presencia de Sergio Massa fueron señales.

En el caso del presidente de la Cámara de Diputados, tenía previsto un viaje a Salta pero decidió acompañar a Alberto Fernández, más allá de los cuestionamientos que viene haciendo sobre el rumbo indefinido del gobierno que plasmó en el almuerzo posterior. En este contexto, los intendentes del Conurbano se sienten huérfanos.

Si Alberto Fernández quiere seguir el ejemplo de Néstor Kirchner, en el capítulo relación con intendentes del Gran Buenos Aires, deberá resetear el GPS.  O, mucho peor, encenderlo. El ex Presidente, una vez asumido en 2003 se propuso desarmar el esquema de poder que respondía a Eduardo Duhalde cuya batalla final se dio tras las elecciones de 2005 cuando lo enfrentó con Cristina Kirchner.

Para ese entonces, la liga de intendentes estaba partida. Es esquema de erosión lo apoyó en la 3ra. Sección Electoral vía, Julio Pereyra, en la 1ra. Sección con Alberto Descalzo y con una relación muy personal con Mario Ishii, el alcalde de José C. Paz que le garantizó siempre poder de movilización en cada una de las iniciativas de Kirchner. Y él se lo devolvió con creces a punto que fue uno de los distritos que más obras recibió en todo ese tiempo. A Pereyra y Descalzo, el propio Néstor Kirchner solía llamarlos” la “Tota y la Porota”. Adentro del gobierno de Felipe Sola en Buenos Aires, su brazo ejecutor para tal objetivo fue Florencio Randazzo.

Hoy, Alberto Fernández aparece muy lejos de todo aquello. Es cierto que la pandemia lo obligó a tomar distancia de lo que muchos pensaron en qué podría hacer. Pero en la actualidad no se vislumbra que mantenga apetencias de ir en conquista del conurbano con alianzas propias en un territorio que dominan los votos a Cristina Kirchner, pero que además posee influencia Sergio Massa, hoy el único que mantiene el perfil que llevó al triunfo al Frente de Todos por haber ampliado la base de sustentación con posturas de sentido común.

Tal como suele decir un fino observador político: “Massa busca aparecer como el único sensato en medio de muchos que no lo son”. El tema es saber si eso alcanzará o no.

Los intendentes, que vieron en Alberto Fernández la posibilidad de construir, de poco, un esquema que equilibre el avance de La Cámpora y las tensiones con el gobierno provincial, hoy empiezan a mostrar decepción en ello. No encuentran aún interlocutor valido para canalizar las pretensiones políticas que tiene, al tope, la resolución sobre la ley que les impide sus reelecciones. A medida que pasan los días, la impaciencia aumenta.

De hecho, hace unas semanas atrás comenzó a germinar una idea para plantear, en caso que no prospere ningún amparo judicial para forzar la interpretación de la ley votada en 2016. Un grupo de alcaldes decidieron llevarle a Alberto Fernández la siguiente ecuación: si no hay cambios, el año que viene están dispuestos a competir en las secciones electorales contra La Cámpora, Kicillof y otros sectores K con listas de legisladores propios.

No está en mente dividir la lista de diputados nacionales pero sí en la definición de los legisladores provinciales. Ello tiene una explicación. Si los intendentes no tienen reelección, muchos buscarán irse en 2021 con el objetivo que sus posibles sucesores asuman y tengan dos años para gestionar los distritos. Eso les daría una ventaja decisiva para los candidatos que puedan impulsar desde el Instituto Patria.

El avance de esta posibilidad aún está en el terreno de las especulaciones, pero necesitan de un Presidente que los respalde. Saben que, tanto Máximo Kirchner como Sergio Massa, no están de acuerdo en modificar la ley y desde Cambiemos las señales son ambiguas. La jugada implicaría forzar la interna en un espacio que ya las tiene de sobra. ¿Se animarán?

Hasta ahora les ha costado mucho amalgamar esfuerzos conjuntos que pongan en valor su poderío territorial. Si hasta la propia Cristina Kirchner descree de esa fuerza a punto que no escuchar las quejas que le llegan sobre el gobernador que ella designó para la provincia de Buenos Aires y al que ayuda a asistir con fondos como nunca.

Por tal razón, si Alberto Fernández quiere seguir uno de los ejemplos de Néstor Kirchner deberá reformular cómo se vincula con los alcaldes. A ello se suma un inconveniente adicional que es el manejo de la Caja. Gran parte de los recursos nacionales van a la Tesorería bonaerense y es el gobierno provincial quien los reparte a los municipios.

El ejemplo más claro y reciente son los fondos adicionales para seguridad.

Néstor Kirchner nunca hizo nada igual. Ni con Felipe Solá y después Cristina Kirchner con Scioli. Ninguno de los dos permitió que los gobernadores tuvieran el poder que cosechó Eduardo Duhalde. Las razones están explicadas en el comienzo de esta nota.

Con la carta del lunes, Cristina Kirchner pateó el tablero. Y dejó más claro aún que los tres espacios mayoritarios que conviven en el Frente de Todos están en crisis. Lo que los unió para ganar es lo que hoy mismo los mantiene divididos internamente. La pregunta es cuánto durará esa situación sin colisionar.

Por Sebastian Dumont