Por Javier Jaureguiberry*
Hoy, en el Día del Trabajador, mientras celebramos los logros históricos en materia de derechos laborales, es necesario dirigir la mirada hacia un desafío que ya asoma en nuestro horizonte: la Revolución 4.0.
Se estima que para 2030, el 85% de los trabajos que existirán aún no han sido inventados. Este dato ilustra la magnitud del cambio que atraviesa el mundo laboral. Así como la Revolución Industrial transformó profundamente las sociedades, hoy la Revolución 4.0 —impulsada por la inteligencia artificial, la automatización, el internet de las cosas y la biotecnología— se presenta como el principal motor del desarrollo económico, social y cultural.
Celebrar el Día del Trabajador implica también prepararnos para los desafíos y oportunidades que trae esta nueva era. El futuro exigirá una fuerza laboral mucho más ágil y versátil, capaz de aprender continuamente, adaptarse rápidamente y combinar habilidades técnicas con capacidades humanas más profundas. La creatividad, la resolución de problemas complejos y, especialmente, la inteligencia emocional, serán competencias esenciales para colaborar en entornos diversos y cambiantes. De hecho, estudios recientes indican que millones de trabajadores deberán reinventarse antes de 2030 debido al impacto de la automatización y la inteligencia artificial.
El fenómeno no sólo afectará empleos altamente calificados. También están en transformación trabajos operativos: Japón, por ejemplo, planea una cinta transportadora de contenedores que recorrerá cientos de kilómetros, conectando Tokio y Osaka para suplir la falta de choferes de camiones. China, por su parte, impulsa las llamadas “fábricas oscuras”, completamente automatizadas y sin intervención humana. Se cerrarán algunas puertas, pero muchas otras se abrirán para quienes sepan adaptarse.
Paradójicamente, frente al avance tecnológico, los oficios tradicionales están resurgiendo con fuerza. La economía estadounidense vive una revalorización de profesiones como carpintería, soldadura y electricidad. Según McKinsey, los salarios promedio en construcción y manufactura crecieron más de un 20% desde 2020, reflejando la creciente competencia por trabajadores calificados.
En Argentina también observamos esta tendencia. En los últimos años creció la demanda de electricistas, gasistas matriculados, instaladores sanitarios y técnicos de mantenimiento. En algunas zonas, los salarios en estos oficios ya superan los ingresos promedio de muchas carreras universitarias tradicionales, evidenciando la importancia creciente del trabajo especializado.
Desde nuestro gobierno municipal, estamos teniendo en cuenta todas estas variables y apostamos por programas de formación que promueven los oficios y fortalecen el desarrollo de habilidades blandas. También trabajamos en la formación integral de jóvenes y trabajadores para que puedan adaptarse a los vertiginosos cambios tecnológicos que plantea esta nueva etapa.
Miremos el futuro como un escenario de posibilidades. A lo largo de la historia, los trabajadores han sabido adaptarse a cada cambio de época; esa capacidad debe ser nuestra fuente de confianza.
El desafío personal y colectivo es claro: “El futuro de la modernidad depende de nuestra capacidad para conciliar la razón con la sensibilidad, la libertad con la igualdad, el progreso con la justicia social.” No caigamos en la trampa de idealizar el pasado: el futuro laboral no debe ser demonizado, sino abrazado con inteligencia, compromiso y esperanza.
*Javier Jaureguiberry – Subsecretario de Trabajo y Producción de la Municipalidad de San Isidro