Los derechos políticos de las mujeres

Las mujeres en nuestra Patria tuvimos que esperar 35 años más que los hombres para poder elegir a nuestras representantes.

El voto femenino se demoró más en nuestro país que en otros de la región, no solo por los aberrantes perjuicios sobre nuestra inteligencia y capacidad para decidir -que son conocidos por todxs-, sino por un profundo temor a nuestra participación política y a lo que vendría luego: el cuestionamiento a la cotidianidad, a miles de prácticas injustas y esclavizantes que están naturalizadas en el seno del hogar y la familia.

Evita construyó un inmenso movimiento de mujeres peronistas a nivel nacional, pueblo por pueblo, con la reivindicación del voto femenino para organizar y poder ejercer nuestro derecho a votar y ser elegidas. Pero en ese camino hecho raíces profundas y sentó las bases para dejar de ser pasivas ante la vida política e ingresar a la historia. La invitación de Evita a las mujeres era a participar masivamente como sujeto político transformador, a organizarse para defender los derechos del pueblo, a construir la comunidad organizada y a ocupar espacios de poder en la sociedad.

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“Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico dentro de la sociedad. Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste atada e impotente a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país, que es, en definitiva, el destino de su hogar. Ha llegado la hora de la mujer argentina, íntegramente mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja, y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima. Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social, y ha muerto la hora de la mujer relegada a la tangencia más íntima con el verdadero mundo dinámico de la vida moderna. La mujer argentina de hoy, la heredera de mujeres que siempre supieron estar a la altura de sus hombres, en cada instante histórico, no puede ser ya crucificada en un olvido protector, ni pospuesta en el derecho conjunto de inscribirse, como mujer integral, en el cuadro de las instituciones argentinas. La mujer puede y debe votar. Es un mandato histórico. Es una exigencia del hoy febril y recio.”

Evita 12 de marzo de 1947.

El movimiento de mujeres y el feminismo en Argentina tiene una larga historia de luchas y conquistas. En los momentos más difíciles para nuestro país, las mujeres siempre sacan lo mejor de sí y, con su fuerza arrolladora, sostienen a una sociedad lastimada por las injusticias. En pleno siglo XXI somos millones las mujeres movilizadas en todo el país quienes nos organizamos y exigimos respuestas para construir una sociedad más justa e igualitaria y una cultura libre de violencia machista. Pero, al mismo tiempo, sabemos que todavía muchas mujeres encontramos trabas a la hora de ejercer nuestros derechos económicos, políticos y sociales. La desigualdad de derechos que aún tenemos en comparación con los hombres no es digna de una sociedad de iguales.

Las mujeres hemos avanzado muchísimo y nos vamos empoderando para luchar contra una cultura que nos cosifica y nos impone mandatos para oprimirnos. Todavía arrastramos modelos de familia que reproducen una injusta distribución del trabajo doméstico y del cuidado. La doble jornada laboral (o triple si realiza tareas comunitarias) está naturalizada y nos quita tiempo y calidad de vida a las mujeres. El trabajo doméstico, los cuidados de la familia y la crianza de nuestros hijos e hijas deben ser compartidas y distribuidas entre todos y todas quienes habitan un hogar. La desigualdad salarial ante un mismo trabajo y las trabas discriminatorias hacia las mujeres en los ámbitos laborales resultan inconcebibles. No existe argumentación alguna que justifique esa diferencia entre varones y mujeres.
Por otro lado, el mandato del varón proveedor de recursos y la mujer como trabajadora “puertas adentro”, hace que no podamos gozar de autonomía económica. A muchas mujeres todavía se les imposibilita participar activamente del engranaje productivo de nuestra Patria y se invisibiliza (a través de la cultura patriarcal) una explotación que muchas veces termina en violencia de género.
El rol de la mujer como “ama de casa” encierra algo perverso: nos niega la posibilidad de reconocernos como trabajadoras, de organizarnos con nuestras compatriotas y es uno de los principales obstáculos para la independencia económica y el pleno desarrollo de nuestras capacidades en la comunidad. El país se pierde de las capacidades colectivas e individuales de miles de mujeres que aportan muchísimo a nuestra economía, pero su trabajo es invisible (y no remunerado) a los ojos del sistema en el que vivimos.

Necesitamos políticas públicas para que las mujeres podamos administrar libremente de nuestro tiempo sabiendo que nuestros hijos e hijas están en un lugar seguro donde puedan desarrollarse y ser felices. Necesitamos políticas públicas que generen trabajo digno para las mujeres para aportar, con nuestra fuerza de trabajo, al crecimiento de nuestro PBI. No debemos negarle a nuestra sociedad la riqueza que generan las mujeres con su capacidad de trabajo y organización. No es sano construir una cultura en donde nuestra creatividad y nuestra visión del mundo estén ausentes.
Todavía nos falta mucho, hay que seguir andando nomás y construir, entre todos y todas, la sociedad que nos merecemos.

Por Patricia Cubría – Mesa nacional del Movimiento Evita.
Diputada provincial por Buenos Aires
Candidata a diputada provincial por el #FrenteDeTodos.
Compañera militante popular.