Site icon NorteOnline

“La revolución de los 30 pesos”

En años de dictadura, y con posterioridad al Golpe de Estado, un modelo económico agresivo y omnipresente, se instaló a la fuerza en nuestro país. Por esos años la floreciente Escuela de Chicago abrió sus puertas a estudiantes de economía de nuestro país que se alzaron como los mejores alumnos de una lógica comercial que, en tiempos de Shock, no encontró oposición posible en nuestro país. De este modo, en los años setenta y ochenta, Chile se convirtió en el laboratorio del Neoliberalismo. Digámoslo así: Chile se convirtió en una gran empresa.

Un vertiginoso proceso de privatizaciones se desplegó de modo irrefrenable. La oferta y la demanda alzaron sus alas sin ninguna oposición y sin controles estatales. Todo paso a ser privado, es decir, todo se comercializó. La salud, la educación, los fondos previsionales, el transporte, la banca, incluso la seguridad social. Se abrieron las puertas a inversionistas extranjeros que con bajísimos impuestos y altísima rentabilidad se fueron haciendo dueños del país. La política, que en Chile es una clase política asociada a la élite económica, se alió inexorablemente a este sistema, y de este modo, los procesos legislativos desde hace mucho tiempo más que velar por los intereses ciudadanos velan por los intereses empresariales.
Esto contrastaba con la imagen país que se ofrecía. Yo tuve la oportunidad de vivir en muchos lugares fuera de Chile. La pregunta siempre fue la misma: Cómo lo ha hecho Chile para alcanzar este grado de prosperidad económica y de estabilidad política? Se llegaba a hablar incluso del “Milagro Chileno”, así como en la época de la pos-Guerra se hablaba del “Milagro Alemán”. Pero ese “milagro” no era más que una cortina frágil, un velo delgado construido de consumo y medios de comunicación de masas que ocultaban el enorme descontento que se estaba acumulando.

Estábamos sentados sobre un volcán, y ese volcán finalmente hizo erupción. Comenzó con un gesto, podríamos decir espontáneo, de algunos estudiantes que ante el alza del pasaje del metro (uno de los más caros del mundo, por sobre la marca ya no solo del dólar, sino del euro), para convertirse en un movimiento social que sacó a la superficie toda esa rabia acumulada por años y años de abusos: Pensiones, el costo de los remedios y la colusión de las farmacias, los financiamientos ilegales a las campañas políticas, los diferencias abismales en los salarios en la taza de 30 a 1, la corrupción generalizada que ha llevado a una profunda crisis de legitimidad de las instituciones, los sueldos de parlamentarios que se enmarcan dentro de los más altos del mundo, contrastados por ejemplo, con bajísimos sueldos de profesores (ej: en Chile, un profesor promedio gana más de 20 veces menos que un parlamentario)
El aumento constantes del costo de la vida, llegando incluso a estándares europeos, pero con sueldos de país pobre. El costo de la salud y de la educación. (Lejos los más altos de la región) La desigualdad en los accesos a servicios básicos. La novela de terror surrealista en que se han convertido las pensiones administradas por las AFP (administradoras de fondos de pensión, un sistema de ahorro obligatorio) quizás el sistema de robo más brutal que se ha instalado en nuestro país (bajo la atenta y prolija guía del hermano del actual presidente). La privatización de todos los servicios y las alzas constantes, incluso de algo tan básico y elemental como el agua, detonaron, después de la mecha encendida por el alza del pasaje del metro, la bomba de tiempo que se estaba llenando silenciosamente de pólvora. Lo que comenzó siendo un reclamo por el alza de 30 pesos chilenos (algo así como 3 pesos argentinos), ha llegado a convertirse en la petición popular cada vez más fuerte, de una nueva constitución.

A considerar: La actual carta orgánica chilena data de 1980. Vale decir, nació en dictadura, sin separación de poderes, sin parlamento y por lo mismo sin estado de derecho. 30 años después de recuperada la democracia, Chile sigue rigiéndose por una constitución nacida en dictadura. El reclamo por lo mismo se alza como lo que algunos han denominado “el fin de la transición”, vale decir, el acto político soberano que propone un nuevo estilo de hacer democracia, realmente representativa, en donde las lógicas descendentes y autoritarias propias del modelo autoritario de la actual constitución, dejen paso a procesos de participación democrática real. Todo esto acompañado por la indolencia y poca lucidez de nuestras autoridades, partiendo por él presidente y sus ministros.

Pero no solo con ellos, ha sido toda la clase política la que se ha puesto en cuestionamiento. Cinco  gobiernos de la concertación no hicieron sino agravar las desigualdades, pues se abrazaron al modelo y profitaron de él. Aún nos falta perspectiva para saber que va a suceder. Aún esto no termina. De una cosa si podemos estar seguros: Chile no será el mismo cuando esto termine, no volveremos a la normalidad, habrá un antes y un después. Me gusta pensar que en el año 2040, una profesora de escuela va a entrar a la sala de clases y va a decir: muy bien alumnos, abramos nuestros libros de historia en la página 164, hoy veremos el acontecimiento histórico llamado: “la revolución de los treinta pesos”

Por Lic Diego Miranda – @DiegoMi66603862

Exit mobile version