Por Sebastián Plut (*)
1. Con sus tempranos once años nos enseñó que el ornitorrinco es una de las pocas especies que reúnen, llamativamente, una doble condición: son mamíferos y ponen huevos. La conversación, luego, recorrió otras tantas curiosidades que condensan fauna y geografía.
Esta breve anécdota, que sumó algunos condimentos más, resulta ilustrativa. En primer lugar, para reconocer cuántas veces y cuántas cosas podemos aprender de los niños. Luego, para admitir sin pudor que los adultos desconocemos la mayor parte de la información, que solo logramos adquirir una mínima porción de conocimientos. Por último, que la realidad -como en el caso de los ornitorrincos- puede ser enigmática, esto es, diferir de las premisas que suponemos.
2. No hay demasiado que podamos sumar a las críticas, denuncias y repudios que ya se formularon sobre las afirmaciones de Laura Di Marco y Viviana Canosa. Ninguna de ellas posee autoridad para expresarse como lo hicieron; sus manifestaciones diagnósticas y etiológicas carecen de fundamento; posiblemente hayan infringido alguna norma y, por último, el uso que hicieron de todo eso solo redunda en el ejercicio de la crueldad.
Tal vez, entonces, a Canosa y Di Marco les vendría bien escuchar más a los niños, reconocer lo que no saben y conservar la capacidad de sorpresa ante una realidad que no suele ser como ellas creen.
3. Entre los vastos aportes de Freud, quisiera ahora detenerme en dos de ellos, aunque en rigor forman parte de un mismo vértice. Uno de sus libros tempranos lleva por título Psicopatología de la vida cotidiana. El título mismo, su contenido y su concepción general del sufrimiento humano convergen en erradicar cualquier expectativa de normalidad: los humanos habitamos, todos, en la psicopatología. El corolario que siguió a esta visión es que el analista también debe hacer su experiencia como paciente y, vale aclararlo, no se trata sencillamente de su formación. En suma, quien se propone como terapeuta no ostenta una diferencia cualitativa con sus pacientes desde el punto de vista de la salud mental.
4. Canosa y Di Marco, además de todo lo que ya se les observó, combinaron una cuádruple posición: por un lado, como ya mencioné, el ejercicio de la crueldad, en tanto recurren a variables de la salud mental para juzgar moralmente las conductas de una persona. Por otro lado, anulan de inmediato todo diálogo posible ya que nadie -que desee conversar- podría responder en su misma lógica. Asimismo, se dispusieron a encender el odio, tanto en quienes las escucharon complacidos como en quienes se sintieron ofendidos. Por último, pretenden hablar cual si ellas gozaran de una posible normalidad, cual si ellas no padecieran del mismo sufrimiento que el resto de los mortales. Con ello, al modo del racismo, sus expresiones intentan instalar casi una diferencia antropológica entre humanos y subhumanos.
5. Hay muchas maneras de describir los objetivos que justifican analizarse. Sin embargo, tales objetivos podrían intentarse, también, por fuera de las sesiones, sin ellas. Diré cuáles son, para mí, estas metas: a) hacer conciente lo inconciente, es decir, saber más sobre uno mismo; b) acotar el narcisismo, esto es, reducir al máximo posible la ilusión de omnipotencia; c) morigerar el masoquismo o, dicho de otro modo, limitar el predominio del displacer -propio y ajeno- como principio rector de nuestras decisiones.
6. Una maestra, que mis hijos tuvieron hace años en su escuela primaria, cuando algún alumno criticaba a un compañero, le decía: “menos lupa y más espejo”. El creyente podrá traducirlo así: el que esté libre de pecados que tire la primera piedra. Entre todos nosotros tenemos múltiples diferencias, pero, de nuevo, a todos nos caben los principios de la psicopatología. Vaya uno a saber qué ven en el espejo Canosa y Di Marco cuando se miran a sí mismas. Me pregunto, pues, si no será que cuando ellas creen estar viendo a través de una lupa en realidad solo tienen un espejo delante.
7. Di Marco y Canosa gozan porque creen haber encontrado un (el) trauma en la vida de Cristina Fernández de Kirchner y, a partir de ese presunto hallazgo, tal vez suponen que podrán explicar la bendita corrupción kirchnerista que nunca pudieron probar.
Por corrupta, loca, mala madre, etc., buscan atravesar el espacio imaginario e impenetrable que separa a todo líder del resto, cual si desearan no solo volverla “una más” sino, en el mismo acto, aniquilarla.
Lo que creen haber encontrado, reitero, carece de toda argumentación consistente, y lo saben, porque su objetivo fue otro: replicar en el plano verbal el atentado que la vicepresidenta sufrió en septiembre del año pasado. En efecto, solo ese es el objetivo de acercarse tanto y de modo tan violento.
8. Al contrario de las metas vitales que enumeré párrafos más arriba, Canosa y Di Marco no se han propuesto saber algo que no sabían sino que, más bien, han decidido hablar sin saber. A su vez, a cada segundo, y al compás del raiting y el escándalo que persiguen, no desean ceder ni un ápice su ilusión de omnipotencia. Finalmente, con su ferocidad solo alcanzan a concitar la pasión del odio que, por fugaz que sea, no es menos dañina.
9. Debe ser muy triste vivir sin saber sobre los ornitorrincos; sin saber que aquello que nos resulta extraño no es extraño sino, apenas, un ejemplo de nuestra ignorancia. Debe ser muy triste vivir sin desear conocer. Debe ser muy triste haberse olvidado de cómo aprenden los niños.
*Sebastián Plut- Doctor en Psicología. Psicoanalista.