La Pandemia: Un llamado a la humanidad

En los tiempos que corren sin dudas la pandemia se ha convertido ante todo en un hecho histórico de nuestro siglo para toda la humanidad. El virus del COVID 19 a alterado los patrones normales de funcionamiento de nuestra sociedad, cambiando significativamente el comportamiento social, político y económico del mundo.

La emergencia sanitaria dispuesta a partir de los efectos manifestados por el desarrollo y el alcance de la pandemia han impactado directamente en los vínculos humanos y en especial en el proceso de socialización que los individuos y la sociedad en su conjunto habíamos naturalizado. La pandemia se convierte entre otros momentos de la historia del mundo en un evento disruptivo, marcado por el trastorno psíquico del aparato humano. Este momento expresa el desconcierto, el miedo, la desconfianza, y el aislamiento de los países que se ven devastados frente a un virus invisible que disloca las relaciones entre las personas y estas con el medio físico y social. Provocando cambios en la conducta humana, obligando a los individuos a adaptarse al nuevo entorno que genera la pandemia y del nuevo sentido que toman las instituciones sociales que fijan nuevas reglas para hacer frente a los efectos que provoca el virus.

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Estamos frente a un desafío como humanidad, ya que el COVID 19 trastoco la fibra más intima de nuestra sociedad, el hombre, el entorno y el vinculo entre ambos. El asilamiento se convierte por cierto en un telón que cae dejando al descubierto las profundas desigualdades sociales entre países y entre individuos. La matriz cultural de cada comunidad se ve neutralizada porque el virus no entiende de fronteras, pero mucho menos de las identidades que se ven azotadas a partir de los cambios bruscos de vida que se debieron aplicar para contrarrestar las fatales consecuencias de este evento, claramente disruptivo, pero también se vuelve una oportunidad para transformar las sociedades en ciudades y entornos mas equitativos e iguales.

La pandemia abre la puerta de la dicotomía entre individualización y colectivismo. La primera haciendo referencia que el aislamiento se vuelve personal, direccionado a los individuos, y como eje de “prevención” para ponerle un freno a partir del “Quédate en Casa”, que es mucho más que la relación con el medio en que el individuo vive, convirtiéndose en la interrupción involuntaria de los vínculos humanos que indeleblemente han dejado una huella indiscutible en las transformaciones sociales. Pero a su vez, colectiviza, ya que las medidas adoptadas por los gobiernos incluye a tod@s los ciudadanos, que a su vez quizás por convicción o por miedo se vuelven más solidarios, más hermanados en la lucha epidemiológica y mucho mas consientes de la importancia de los vínculos en la construcción social, basta con mencionar alguna de las expresiones más características de nuestra época, “Nadie se salva solo” que no es mas ni menos que el ferviente deseo de comunidades enteras de la necesidad de ese “otro”. Ese otro que en algún otro lugar del mundo vive el mismo evento, con las mismas inseguridades y corre la misma suerte de no saber porque el mundo se ve convulsionado por algo que no vemos, pero que aun así nos pone a todos en alerta, y un estado de tensión permanente.

Es inacabado, hablar del COVID 19 sin hacer pie en la persona humana, en los cambios psíquicos que los niños, los jóvenes y los adultos debieron afrontar frente a lo inesperado, frente a lo incierto, frente a los desconocido.

En virtud de lo expuesto con anterioridad podemos abordar algunas conclusiones a las que nos ha llevado este evento disruptivo que seguramente quedará en la memoria colectiva de las generaciones que vivieron este momento . En primer lugar podemos manifestar la angustia que provoca el aislamiento social, cuando las relaciones humanas y la manifestaciónes del afecto presencial se ven paralizadas y hasta muchas veces cómo algo donde ni siquiera la virtualidad puede llenar ese vacío que la cultura del encuentro naturalmente hasta ahora alcanzaba a ocupar. Lo individual se vuele desolador y lo colectivo la puerta que da lugar a la esperanza de un mañana donde algo vuelva a la normalidad, con el simple encuentro y el estrecho abrazo que nos provoca el compartir.

En segundo lugar, cada uno de nosotros no será el mismo después de esta pandemia, quiero creer que hemos aprendido a ser más humanos, a comprender que lo social nos construye y nos desafía a ser mejores, a ser con el otro y a disfrutar de lo simple del medio que pocas veces nos detenemos a contemplar, porque hasta ahora el tiempo era un corredor al que sólo lo alcanzaba la voracidad de llegar a tiempo. Hoy el tiempo se detuvo no sabemos a veces en qué día vivimos, y solo se diferencia el día y la noche por la caída del sol. La especie humana seguramente tendrá mucho para interrogarse antes, durante y después de la pandemia, donde “Nunca estamos tan indefensos contra el sufrimiento como cuando amamos” sin dudas este momento es un llamado a amarnos como humanidad, pasamos tan distraídos frente a las cosas más importantes de la vida que hoy todo eso se vuelve indispensable. Por último esta pandemia nos convoca a valorar la vida, convirtiéndose en una oportunidad para hacer de ella un nuevo evento donde podamos preguntarnos si salir de la zona de confort en la que muchas veces nos encerramos no nos hace más débiles frente a la adversidad? Será la pandemia una oportunidad para a que nos miremos hacia adentro y llegado el momento del tan ansiado encuentro sepamos que el sentido de un país y de la vida misma es el valor como comunidad.

Quizás sin pedirnos permiso, y aún en lo que implica transitar estos tiempos, esto se convierta en una invitación para ser mejores. En definitiva puede ser el comienzo de un proyecto de país donde hombres y mujeres sean nuevamente el centro de las políticas de estado, donde el principal valor de la economía es el capital humano, y donde la salud no sea nunca más un activo depreciado que solo es considerado cuando falta. Estamos frente a un mundo nuevo, estamos dispuestos a afrontarlo desde la cooperación y la solidaridad y no desde la grieta y la confrontación sin sentido. Después de todo hoy el virus no hace distinción y la salida se construye entre todos.

Por Javier Forlanza – Concejal Tigre