La magia como la muerte tiende a ser inmortal

Realizo siempre una desterritorialización, rompe con la intimidad de la escena primera y la última, se despliega por otros territorios. Crea nuevos espacios, nuevos devenires. Abre y cierra puertas, desbloquea intensidades. Evita la interpretación binaria individualista que tiende a paralizar el proceso de creación. Cuestiona desde su singularidad el “YO” de la modernidad patriarcal hegemónica. Con sus logros y sus fracasos, puntúa impasses propios e impropios. Estimula la producción deseante, heterogénea en diferentes ordenes: social, económico, imaginario, político, lúdico, corporal. Invita generar potencia e inteligencia para la construcción social.

 Reconoce su rostro en paredes, espejos y laberintos: enfrenta el “caos”, comparte el mínimo y máximo desorden del “sentido común” de los seleccionados. Se posiciona en el desconocimiento, en la escucha. Rompe el sometimiento, responde. Reconoce el intento de muchos de agenciar su deseo de jugar: perder o ganar: siempre ganar. El rostro se fractura una y otra vez, se lo tratan de partir: parten al jugador, al ser humano y otras partículas. Se trata de agrietar su persona. Transfórmalo en rostro-pantalla, un rostro terrorista, desalmado, un enemigo, un radical fallador. Lo manchan con un rostro deformado, es el que imagina el totalitarismo de izquierda y derecha de ciertos medios de comunicación. Construyen un rostro caótico, malo. Mal ejemplo: usa un reloj en cada muñeca.

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El gambetea la manipulación, puede ubicar el “nosotros”, el todos, el argentino. Y en prudente “tercera persona”, con la rabona de potrero, intentar disolver el “yoposmoderno”. Mantiene su rostridad, y en cada caída cuando se incorpora diciendo “Yo”, también expresa un “nosotros” plebeyo y revolucionario. Setentista, comparte la camiseta y sus botines con el colectivo popular. Y en la apertura del puño en alto, está su núcleo villero, su humildad resentida; sin clises sociales que le imposibiliten respetar la raíz de clase que lo ilumina. No es un humano abstracto, tiene un cuerpo, una rostridad, que no tapa, muestra y descubre otros cuerpos. Para las ideologías totalitarias, clásicas, él es un “primera persona del singular”, un lumpen difícil de someter, por añadidura del azar se acompaña por “millones” de cebollitas donde se multiplica su espíritu, sus raíces y sus propósitos. La neutralidad abstracta de las “bella indiferencia” de época, no puede con él ni con ellos.  El repite: “más lento no se puede”

Gambetea a sus críticos y continua en el juego vertiginoso de las apariencias desafiando al fantasma del destino burgués ensordecedor: “los pobres no pueden”. El Espectro del Reino, no le pregunta, quiere imponerle que se conforme con el estrecho desfiladero del sentido común: negro, villero, pobre, …vagos ¡nada! Y ahí está el pueblo en él; y el, entre ellos, es trabajador, estudia, es científico, creador, es político, es poeta. También es “ellas”, que presentan sus cuestiones a la luz de día, y los tiempos lentos de su devenir nuevo. Después del último día, la magia de la multiplicidad de sentido puesto “entre comillas”, trasgrede la linealidad de los sitios: “Su” rostridad, a través de algún accidente, sigue en busca de lo difícil de representar, lo “otro” de la realidad.

Por Ricardo Arias – Agrupación Sudeste – Primavera 2020