Por Alicia Aparicio*
El Día Internacional de la Mujer nos convoca nuevamente a pensar y repensar los desafíos que tenemos para llegar a convertirnos en una sociedad más equitativa, en donde las diferencias no sean sinónimo de enemistad sino justamente eso: que podemos construir un mundo más justo y menos hostil si aprendemos a respetarnos en la diversidad.
Si bien el 8M nos lleva a hablar sobre estos temas, las transformaciones suceden si cada día trabajamos en ellas: romper el techo de cristal que impide que las mujeres no puedan asumir cargos de la alta dirección tan sólo por el hecho de ser mujer o que a misma actividad laboral no haya un mismo salario; que se siga asociando las acciones de cuidado como una obligación exclusiva de la mujer; que los cuerpos de las mujeres sean escenarios del que todos pueden opinar; que la humillación y la violencia en todas las formas posibles dejen de estar normalizada y, finalmente, terminar con los femicidios.
Enumero algunas de las acciones que permanentemente nos atraviesan como sociedad y que terminan siendo las mismas que indefectiblemente nos llevan a los mismos resultados. Como consecuencia de ello después terminamos marchando, posteando consignas en redes y repudiando (a veces) la violencia. Pero el camino que construimos día a día nos da la posibilidad de hacer otra cosa: repensarnos en aquellos micromachismos que nos invaden o que, bajo el manto de pensar distinto, no podamos detenernos a pensar y decir basta a la violencia.
Ejemplo de ello es que hace seis meses un hombre le gatilló en la cabeza a la ex presidenta y actual vice presidenta de la Nación. Dicha acción no contó con el repudio masivo del arco político. Es más, hubo quienes se atrevieron a decir que “estaba todo armado”, que “no era para tanto” o que se “había exagerado”.
A 40 años de la recuperación democrática los argentinos y las argentinas tenemos la obligación de cuidar nuestras instituciones y los derechos consagrados. Este pueblo ha sufrido demasiado como para volver a retroceder. Conocemos lo que significa vivir en un mundo sin derechos y también sabemos que ampliar los derechos no nos limita, por el contrario, nos incluye y nos hace crecer en grande.
Sigamos apostando a tener una sociedad y una representación política que entienda cabalmente cuáles son los límites que no debemos cruzar. La violencia debe ser repudiada siempre, los derechos se defienden y tener una sociedad más equitativa no debe ser un mero spot de campaña sino el objetivo a cumplir sin importar la ideología económica y política que nos representa. Al final de cuentas el debate está ahí si queremos un país para todos y todas o un país para unos pocos.
Si queremos un país que contemple toda nuestra diversidad debemos trabajar para que haya igualdad en todos los ámbitos: en el ámbito privado, en el social, y en el público. Sólo podremos tener una sociedad más equitativa si tenemos paridad en todos los espacios posibles. Por más y mejor democracia
#LaDeudaEsConNosotras
*Alicia Aparicio – Diputada Nacional